Un elenco sumamente atractivo: Valentina Bassi, Roberto Peloni, Marcos «Bicho» Gómez, Laura Novoa y Roly Serrano.
Después de diez años de éxito consecutivo en las tablas madrileñas y de superar el millón de espectadores, el 7 de agosto desembarca en el Multitabarís Comafi, de la calle Corrientes , Burundanga, una desopilante comedia de enredos escrita por el dramaturgo catalán Jordi Galcerán, autor de la también inolvidable El método Grönholm, que batió récords en Europa.
¿Qué es la burundanga o escopolamina? Es un alcaloide tropánico extremadamente tóxico que se encuentra como metabolito secundario en determinadas plantas. Su uso se remonta a varios siglos atrás, principalmente para fines rituales, en chamanismo y en brujería. En la actualidad se ha denunciado su utilización en delitos como robos o violaciones, ya que su ingesta inhibe la voluntad de las personas, que quedan como en un estado hipnótico. En este caso, el protagonismo de la droga es diferente: ¿qué podría pasar si una sustancia extraña le impidiera a alguien decir mentiras?
Tal vez iría por la vida insultando a su jefe, declarándose a su amor imposible o revelando que lo carcome la envidia. La pesadilla de algunos es que se sepan sus secretos, el sueño de otros es descubrirlos. De eso habla Burundanga, comedia que ya se representó en una veintena de países en todo el mundo.
Con producción general de Javier Faroni y Mariano Bacaleinik, bajo la dirección de Corina Fiorillo, quien luego de Carcajada salvaje, se afianza en el género.
Durante el ensayo realizado al mediodía en un teatro silencioso, la directora conversa en voz baja con la asistente y, de vez en cuando, toma algunas notas con una lapicera azul sobre hojas blancas lisas. En algunas, pocas ocasiones, la asistente marca el tempo e indica el momento de entrar a escena a los actores con un gesto rápido, moviendo la mano y parándose de su asiento en la primera fila. Cuenta con un elenco soñado, de diferentes ámbitos: Roly Serrano, Marcos «Bicho» Gómez, Laura Novoa, Roberto Peloni y Valentina Bassi. La escenografía será la propia de una superproducción pero es todavía un esqueleto reducido a lo básico: un sillón, una mesa ratona, una barra y una escalera. Durante la pasada completa, en un costado, Roly Serrano descansa, toma agua. En unos minutos él también estará sobre el escenario. Corina Fiorillo registra los movimientos de los actores con minucia, saca su teléfono y los filma para después trabajar sobre ese material. Laura Novoa desemboza una sonrisa pícara después de un comentario, quizá fuera de libreto del Bicho Gómez y, por primera vez, resuena desde el centro de la tercera fila la voz gruesa como un trombón de la directora: «sigan», dice, amable pero tenaz.
En torno a cómo fue leer el texto por primera vez, Fiorillo recuerda ese momento y sonríe con picardía: «No podía parar de reírme porque es una cosa tras otra que no podés creer y en eso tiene un gran mérito Jordi Galcerán», comenta. Sin embargo, después, dispuesta a ahondar más, explica sobre la pieza: «La obra aborda cómo un grupo de personas, ante una situación inesperada, trata de resolverla de la manera en la que pueden, pero cada uno de una forma diferente y, a su vez, cómo las historias de amor pueden contra todo porque esto no deja de ser una historia de amor». Después, por otro lado, sintetiza su punto de vista sobre otra de las problemáticas que la obra pone sobre el tapete: «Me fascina cómo se puede ver que nunca terminás de conocer a la persona que está a tu lado y cómo ante lo inesperado, el amor tiene una respuesta y también una pregunta que es hasta dónde podemos llegar para querer estar o transformar al otro», narra, relajada.
Laura Novoa interpreta a Silvia, íntima amiga de Vero, el personaje representado por Valentina Bassi. «Creo que es una comedia desopilante, de esas que le decís al de al lado que se pare de reír para seguir escuchando. Pero a la vez -comenta Novoa, antes de comenzar los ensayos, en el mismo sillón donde se desarrolla la obra- tiene una base de romanticismo en la búsqueda de los sueños de los personajes. Es una comedia que después de verla salís como tierno porque todos caen de alguna manera en su parte sensible», explica.
Sentada sobre el escenario, Bassi reflexiona sobre su personaje: «Verónica está embarazada y no sabe si su novio la quiere, entonces decide con su amiga darle burundanga a Manuel (Roberto Peloni) para saber si realmente es querida o no, y así pensar qué hace con su vida. Es una enamorada, está enamorada perdidamente y necesita saber si es correspondida. Así dispara el despelote porque esta droga hace que los que la toman obedezcan y digan la verdad». Después, con un enorme poder de síntesis resume aquello que se plantea en la pieza de forma muy sencilla: «Gracias al efecto de la burundanga, se despojan de los tabúes y obstáculos que tienen para expresar lo que sienten y se descubren un montón de cosas, terribles, por un lado, pero graciosas por el otro».
Roly Serrano está con el vestuario de su personaje. Lleva sobre su cabeza una boina azul a cuadros, pantalones con la misma trama, una chomba azul, zapatillas de golfista y un bolso con palos para practicar ese deporte. Se mueve despacio, calibra sus pasos y en sus palabras hay casi siempre una pizca de humor. «Para sorpresa de los espectadores, por primera vez en mi vida voy a interpretar a alguien que no es malo, gordo y feo. En este caso soy un multimillonario, un magnate, dueño de barcos y hoteles que vive una situación muy especial en este lugar», dispara tranquilo y lanza una pequeña carcajada. «Lo maravilloso de este texto -continúa es que te permite ir descubriendo cada vez nuevas cosas y más y más y más y todo va creciendo poco a poco en una cadena de respuestas continuas. En la obra las situaciones son de comedia y el actor solamente tiene que tratar de lucirse», describe.
Roberto Peloni, figura del musical (fue Premio Hugo de Oro por su trabajo en Shrek), está sentado en el apoyabrazos del sillón y describe a su personaje: «Manuel es un antihéroe, es un pibe que no tiene mucho rumbo y no tiene lucidez para analizar lo que le pasa -comenta, entre las risas de sus compañeros-. Tiene problemas de comunicación, como todos los hombres: no hablamos, no decimos lo que sentimos. Pero también es un personaje que ama a Vero, su mujer, y alrededor de eso se va armando la obra».
Para todo actor el proceso de ensayo es fundamental dentro de su labor y Marcos «Bicho» Gómez resalta la labor de la directora. «Ensayar es la base de todo lo que se va a ver después. Y tener a una directora como Corina es un lujo porque nos da libertad para imaginar, pero también después hay un momento de empezar a limpiar y moldear eso para que quede como la obra lo necesita -refiere, ahora serio, en medio de algunos chistes previos, con la voz aflautada-. Es muy importante -continúa que la directora, como en este caso, nos permita jugar, porque eso es en verdad lo que hacemos nosotros, como si fuésemos chicos. Después ella selecciona», explica didáctico. Por su parte, Valentina Bassi otorga otra mirada sobre los ensayos: «Es un proceso de búsqueda y siempre es divertido en una comedia, pero también suele ser traumático por momentos -resalta-. La búsqueda es muy inquietante y en algún momento tenés que parar y empezar a afinar. De alguna manera, ahora estamos trabajando encapsulados, y la obra nace el día del estreno, ese día se abre».
En relación a la dinámica de trabajo, Fiorillo destaca: «Siempre trabajo con un mismo equipo que es Gonzalo Córdoba Estevez en la escenografía, Ricardo Sica en la iluminación y María Oteiza en la asistencia de dirección. Con ellos tres realmente establezco como un equipo creativo con el que me siento completada, ampliada, contenida», dice. La escenografía, dado que la pieza está llena de enredos y humor físico, «está pensada como un espacio de diferentes alturas hechos para que permitan la comedia -describe con seguridad y luego continúa-: los actores y actrices se mueven, pasan por arriba de los muebles, se tiran en el sillón, juegan con la escalera y las puertas. Pensamos diversos espacios para que ellos se pudieran esconder con desniveles. El fondo del escenario es un gran ventanal que comunica con el mundo exterior».
Por último, la música, a cargo de Rony Keselman, fue compuesta especialmente para la obra y pasa por diferentes lugares y tonos. «Tiene desde un homenaje al Superagente 86, una cumbia y hasta algo del sonido de las sitcoms yanquis para mostrar la convivencia en un loft -resume Fiorillo-. Tiene una variedad de colores que rondan la comedia desde diferentes lugares».
Burundanga
Dirigida por Corina Fiorillo.
De miércoles a viernes, a las 20; sábados, a las 19.30 y a las 21.30; y domingos, a las 19.30.
Multitabarís Comafi, Corrientes 831.
Fuente: Juan Pablo Bonino, La Nación