El romance entre Susana y Monzón cumplió medio siglo: La Mary, encuentros furtivos, sexo ardiente y violencia

Hace 50 años se estrenaba La Mary. En el rodaje de la película de Daniel Tinayre comenzó el romance entre la Diva y el Campeón del Mundo. Los pormenores de una historia de amor, pasión, sexo, alcohol y violencia

Hace 50 años, el 8 de agosto de 1974, se estrenaba La Mary, la última película dirigida por Daniel Tinayre. Fue un gran éxito de taquilla. Y fue la ocasión en la que se formó una de las parejas de mayor impacto de la historia contemporánea. La de Susana Giménez y Carlos Monzón. La Diva y el Campeón. Es una historia de amor, pasión, sexo, alcohol y violencia.

Todo empezó con una propuesta del locutor Guillermo Cervantes Luro. Había leído la novela La Mary escrita por Emilio Perina y la quería llevar al cine. Le pidió a Gius, exitoso libretista televisivo, que hiciera la adaptación. Un mediodía, Cervantes Luro fue hasta el Luna Park y pidió hablar con Monzón. Después del entrenamiento, cruzaron al bar que quedaba frente al gimnasio. Le ofreció actuar en una película. Amílcar Brusa, el entrenador de Monzón, le dijo que su pupilo era boxeador y no actor, que estaba preparando la defensa del título frente a Mantequilla Nápoles y no podía distraerse.

Pasaron unas semanas y el guión llegó a Susana Giménez. La actriz quedó fascinada con el personaje principal. Esa era la oportunidad que estaba esperando para triunfar en el cine. Le dijo a Daniel Tinayre que él tenía que ser el director y ella la protagonista. Se sumó Héctor Cavallero, productor ambicioso y osado y pareja en ese momento de Susana.

En algún momento pensaron en Terence Hill como protagonista masculino. Trinity, su (falsa) saga con Bud Spencer, era muy popular en Argentina y varios países más. Hill pidió una pequeña fortuna y quedó descartado. Tinayre decidió insistir con Monzón. Sabía que esa imagen de hombre duro, el físico fibroso y esa cara tallada darían muy bien en cámara. A eso había que sumarle el atractivo de contar con el deportista más popular del país y con una de las mujeres más deseadas.

Otra vez, Monzón y Brusa un mediodía cruzaron Bouchard y fueron al restaurante Nápoli. Esta vez la propuesta era concreta y muy tentadora. Brusa pidió que el rodaje se realizara después de la pelea en la que Monzón le daría una paliza a Mantequilla, para que no afectara su preparación. Estuvieron todos de acuerdo.

Susana trató de educar a Monzón. Le enseñó ortografía, algo de matemáticas, trabajó su dicción. Luego le puso una profesora particular (Photo by El Grafico/Getty Images)Susana trató de educar a Monzón. Le enseñó ortografía, algo de matemáticas, trabajó su dicción. Luego le puso una profesora particular (Photo by El Grafico/Getty Images)

El primer encuentro entre Susana y Monzón sucedió en diciembre de 1973. Fue en un estudio de televisión. Estaban invitados a almorzar con Mirtha Legrand. Ese día anunciaron que filmarían la película. Y ambos firmaron el contrato delante de cámara.

Tinayre no sólo fue el director. Fue uno de los productores y sumó al guión a su cuñado José Martínez Suárez. Simplificaron la trama, eliminaron varias historias secundarias y le agregaron mucho erotismo a la historia. Tinayre sabía que el aire de libertad que se respiraba en el país era efímero y esa era su única posibilidad de hacer algo más osado, de explorar los límites. El director también fue pionero en reconocer el potencial y la química de su pareja protagónica. Tinayre fue el primero en ver que el aire se electrizaba cada vez que los dos se cruzaban.

El primer día de rodaje, la pareja se tenía que dar un beso. Todo fluyó pese a los problemas de dicción de Monzón (Tinayre doblaría su voz con la de Luis Medina Castro). El beso fue ardiente. Tinayre, satisfecho, gritó ¡Corten! (o ¡Cogten! en realidad con sus erres estranguladas). Pero Monzón y Susana no se despegaron. El beso fue bastante más largo de lo que la escena requería. Detrás de cámaras asomaron algunas sonrisas suspicaces.

Una leyenda sostiene que en las escenas de sexo hubo más que actuación y que Monzón llegó a echar a los técnicos del set, para que los dejaron solos y poder continuar con la acción. Sin embargo, Susana desmintió la versión. Demasiada gente en un rodaje para llegar tan lejos. Pero las filmaciones tienen muchos tiempos muertos y los actores principales pasan demasiadas horas solos en sus camarines o motorhomes. Dicen que esas esperas no fueron nada aburridas para la pareja; los encuentros furtivos eran cada vez más frecuentes, casi diarios. De lo único que se tenían que cuidar era de las visitas de Héctor Cavallero al set.

Una tarde, mientras cumplía la condena por asesinato, Monzón le contó al periodista Carlos Irusta –firma de El Gráfico y autor de una muy buena biografía sobre él- un episodio del inicio de la relación con la actriz: “Una de las primeras veces que salimos, nos fuimos a un hotel de la Panamericana. Era de noche y tarde. Hicimos todo lo posible para que nadie nos junara y entramos disimulando todo, incluso Susana se agachó en el asiento. Después de un buen rato nos fuimos a dormir. Al otro día, cuando nos despertamos, habían pasado por debajo de la puerta un montón de servilletas para que les firmáramos autógrafos ¡Y nosotros creíamos que nadie se había dado cuenta!”.

Ninguna pareja del espectáculo argentino debe haber tenido más tapas de revistas que Monzón y Susana entre 1974 y 1978Ninguna pareja del espectáculo argentino debe haber tenido más tapas de revistas que Monzón y Susana entre 1974 y 1978

Susana tenía 29 y Monzón 34 años. Ambos estaban casados. Susana con Héctor Cavallero y Monzón con Pelusa, la santafecina madre de sus hijos con la que ya había tenido algunos problemas graves; uno de ellos terminó con Pelusa pegándole dos tiros, uno quedó alojado por siempre en su omóplato derecho, el otro se lo extrajeron de un brazo.

Enterada de los rumores, convencida de que todo lo que decían era cierto (Monzón ya no regresaba a Santa Fe los fines de semana que se interrumpía la filmación), Pelusa decidió intervenir. Fue al teatro en el que actuaba Susana y la enfrentó a la salida: “Soy La Pelusa, la mujer de Carlos. Pelusa Monzón. Esta vez sólo una advertencia, la próxima te meto un tiro en la cabeza”. Los que presenciaron el hecho afirman que la amenaza sonó muy verosímil.

La Mary fue una especie de súper producción para la época. Unos meses después del almuerzo con Mirtha, hubo gran conferencia de prensa y cocktail por el comienzo del rodaje. Y luego vino el estreno, el 8 de agosto de 1974. La prensa, los flashes, el público. Y la tensión cruzada entre Pelusa Monzón y Susana.

Si a esa altura los rumores eran casi imposibles de detener, cuando los periodistas y el público vieron las escenas candentes entre el Cholo y la Mary, ya nadie tuvo dudas: Monzón y Susana eran más que compañeros de trabajo.

La amenaza en la puerta del Astros fue el primero de los encuentros entre las dos mujeres. Pelusa no se privó de intentar molestar a Susana, de amedrentarla con su presencia en esos años. En el estreno de La Mary en Santa Fe la persiguió en la entrada, poniéndola nerviosa, jugando a incomodarla y obligando a que se desplegara una red de contención para que las mujeres no quedaran cara a cara.

Cuando la relación con la futura diva de los teléfonos ya era oficial y ante una pelea de Monzón en el Luna Park, Tito Lectoure tuvo que desplegar un operativo para que las dos no se cruzaran. Ese día la pulseada fue para la dura Pelusa. Ring side junto a sus hijos. Susana se sentó en las últimas filas de las plateas pero del otro lado del ring. Ambas entraron y salieron por puertas diferentes.

Cuando se conocieron ambos estaban casados. Monzón con Pelusa y Susana con Héctor Cavallero, uno de los productores de La MaryCuando se conocieron ambos estaban casados. Monzón con Pelusa y Susana con Héctor Cavallero, uno de los productores de La Mary

En 2005 las dos mujeres se reencontraron en el programa de Susana. La diva pidió disculpas y negó saber que Monzón siguiera casado cuando iniciaron su relación. Con gracia y elegancia Pelusa aceptó las disculpas y tuvo otro momento de efímera fama que sirvió para suturar parte de las heridas antiguas del corazón.

Sin embargo, con la película ya en los cines, todavía faltaba la confirmación del romance. La diva y el campeón del mundo se encontraban furtivamente cada vez que podían. Algunos miembros del elenco de Susana en el teatro le servían de coartada y oficiaban de cómplices.

La bomba explotó el miércoles 30 de octubre de ese año. La edición vespertina del diario Crónica confirmó lo que todo el mundo sospechaba. Un título catástrofe y dos fotos irrefutables. El rumor se convirtió en certeza. “Monzón y Susana se fueron juntos”, decía la tapa del diario de Héctor Ricardo García. La pareja se iba a pasar unos días a Miami y a pesar de que Susana estaba camuflada, los paparazzis la habían descubierto. Un dato grafica de manera cabal el interés que despertaba la nueva pareja. Esa edición, la 3980, fue la primera en la historia de Crónica en vender más de un millón de ejemplares (la otra sería la del posterior a la obtención del Mundial 78).

Después, durante esos años de la década del setenta en que estuvieron juntos, aparecieron decenas de veces en las portadas de las revistas de actualidad y de espectáculos. Ninguna pareja debe haber originado tantas tapas de revistas en el país.

Cuando el noviazgo fue oficial, en cada aparición pública de cualquiera de los dos, la consulta sobre la relación y sobre el otro integrante de la pareja era inevitable. Susana respondía como siempre: con encanto y una sonrisa. Hablaba bien de su novio, le dedicaba palabras amorosas y cada vez que pronunciaba Carlos, su voz adquiría dulzura y los ojos se iluminaban. Nadie podía dudar de que estaba enamorada: “Carlos es como un bebito grande. Pero me cuida y me protege mucho. Pienso que, a lo mejor, los dos nos necesitamos mucho, aunque creo que él me necesita mucho más que yo a él. Lo único que pido es que me dure el amor de ahora. Necesitaba tener a un hombre importante a mi lado, sentirme protegida, cuidada, amada. Todo eso lo encuentro con Carlos”.

Él, por su parte, al principio se enojaba, casi un reflejo. Le preguntaba, de mala manera, al periodista por su situación conyugal pero apenas se aflojaba un poco, evidenciaba su deslumbramiento por Susana: “Ella tiene olor a mina de película, me pone loco. Y a ella le gusta que me ponga loco”, declaró alguna vez.

Muchos años después, y ya con Monzón muerto, Susana y Pelusa se encontraron el living de la Diva. El diálogo fue amable y Susana le pidió disculpas a PelusaMuchos años después, y ya con Monzón muerto, Susana y Pelusa se encontraron el living de la Diva. El diálogo fue amable y Susana le pidió disculpas a Pelusa

Susana trató de educarlo. Con paciencia le enseñaba a leer y a escribir, nociones básicas de matemáticas y trató de inculcarle algunas normas de cortesía y buenos modales. Se preocupaba porque combinara la ropa y Monzón empezó a usar trajes elegantes. Al poco tiempo, Susana se dio cuenta de que esas sesiones de docencia afectaban la relación y prefirió contratar una maestra particular. Monzón aceptaba las clases casi con docilidad. Y no tenía inconvenientes en reconocer que estaba estudiando: “Me enseñan ortografía, cuentas y más que todo la profe me jode para que no me morfe las eses. Cuando salimos la Susana se desespera con las eses que me como. Ando mejor con ese tema. Yo le digo a Susana que no me rompa tanto las bolas con tantas eses. Hay veces que andar pensando tanto en eso me pone medio tartamudo y me duele la cabeza. Pero cuando me descuido o estoy cabrero me las como de nuevo”.

Monzón aclaraba que Susana tampoco era perfecta. Aseguraba que para la casa era una inútil: “Los días de frío ni un guisito sabe hacer. Bah, ni un mate cocido sabe hacer”.

En 1976, mientras se entrenaba para enfrentar por primera vez a Rodrígo Valdez, Monzón le dio una entrevista (se trata, en realidad, de un eufemismo: el periodista le sonsacó algunas pocas respuestas) a Rodolfo Braceli. Cuando le preguntó sobre la opinión de Susana sobre su continuidad en el boxeo, Monzón respondió: “Claro que dice. Todas las mujeres me dijeron que largue esto: antes la Pelusa, ahora la Susana. No sé, la Susana me jode tanto que un día de estos me pongo un traje y le digo chau al boxeo”.

Después de ese combate, Susana en una conferencia de prensa conjunta de la que se conserva aún el tape, dice que si hubiera sido por ella, Monzón ni siquiera hubiese realizado esa pelea. Ella hacía tiempo que no quería verlo sobre el ring.

La pareja duró alrededor de cuatro años. Lograron monopolizar el interés de la prensa y del público
GrosbyLa pareja duró alrededor de cuatro años. Lograron monopolizar el interés de la prensa y del público Grosby

De a poco la prensa comenzó a saber de sus contiendas conyugales. Eso no ocurrió porque la perspicacia periodística de las revistas de chimentos fuera muy aguzada, ni por infidencias graves de allegados. El ánimo de Monzón era muy cambiante y no solía disimular sus enojos en público. Su furia súbita provocaba frecuentes escándalos públicos. Se los vio discutir en fiestas y restaurantes. Susana comenzó a llevar más habitualmente anteojos negros amplios y a utilizar más maquillaje. Además, pareció pasar por un periodo de mala suerte porque para justificar los moretones que solía lucir en su cara solía argumentar que se tropezaba en la casa y se golpeaba con los muebles. El doctor Paladino que acompañaba a Monzón en cada pelea una mañana le preguntó por un moretón debajo del ojo. Susana respondió que se había chocado con la cómoda de la habitación. “Pero todos sabíamos que en esa habitación no había ninguna cómoda”, concluía la anécdota Paladino.

Faltaban dos días para la última pelea de su carrera, la defensa 14, la revancha contra Rodrigo Valdez. Había exigido que Susana lo acompañara a Montecarlo. La delegación se alojaba en el hotel L’Hermitage. El periodista Alfredo Serra, enviado de la revista Gente, tecleaba en su máquina de escribir, cuando escuchó correr a alguien por el pasillo. Cuando se asomó, vio a Susana dirigirse hacia él en camisón y desesperada. “Escondeme que esta bestia me mata”, le pidió. El Pingüino Serra refugió a la actriz.

En esos años eran muchos los que, en privado, hablaban de los golpes que Monzón le daba a Susana, que señalaban los amplios anteojos oscuros que la diva había adoptado para tapar las marcas en los ojos. Hace unos años ella reconoció que él le pegó aunque dijo que eso sucedió sólo una vez y en ocasión de uno de los rodajes que la pareja afrontó en Europa: “Me golpeó, en Nápoles, no me lo olvido más. Se dijeron muchas pelotudeces al respecto, como que me pegaba seguido, así que dejémoslo claro:me pegó esa noche en Italia, fue horrible. Viajamos a Italia a filmar una película y estaba celoso de Luc Merenda, un actor francés que trabajaba en el film. El pobre tipo tuvo la desgracia de venir a saludarme a mi roulotte, que es como una casa rodante. Estuvimos hablando un minuto, lo juro. Y Carlos lo vio bajar. Y cuando vi que lo vio dije ‘Chau, listo’” era un enfermo de los celos. Esa noche había una fiesta y yo no quise ir porque sabía lo que iba a pasar. Cuando volvió al hotel estaba totalmente en pedo y agresivo. Empezamos a discutir a los gritos, me fajó y salí corriendo de la habitación. Recuerdo que en el pasillo caí en los brazos de su guardaespaldas, Gino, que me supo contener”.

Se convirtieron en una de las grandes parejas del jet set. pero detrás del glamour y la ropa elegante estaba la violencia y los golpes de Monzón a Susana (Photo by Laurent MAOUS/Gamma-Rapho via Getty Images)Se convirtieron en una de las grandes parejas del jet set. pero detrás del glamour y la ropa elegante estaba la violencia y los golpes de Monzón a Susana (Photo by Laurent MAOUS/Gamma-Rapho via Getty Images)

Los celos, el alcohol, las drogas, la furia que bullía en su interior. Todos motivos que desencadenaban una violencia frecuente que terminó convirtiendo a Monzón en un femicida.

Susana contó que todo empeoró cuando se retiró. Demasiado tiempo libre, la cabeza sin el foco en la próxima pelea, las tentaciones, los amigos del campeón. “Se volvía loco porque no tenía nada que hacer durante el día. Yo lo incitaba a buscar un trabajo que lo motivase, que encontrara otra pasión como había sido el deporte. Pero no pudo ser. Se metía en los bares, jugaba a las cartas con amigos y chupaba. Era muy especial. Yo tenía que seguir con mis cosas y entonces él empezó a no ser tan adorable como lo había sido siempre”, declaró Susana en ocasión del estreno de la serie que narró la vida del boxeador.

De todas maneras, la violencia de Monzón hacia Susana no era un tema del que se ocuparan los medios. Sólo se hablaba de rencillas conyugales y discusiones, hasta ahí llegaban los chimentos.

Monzón le contó a Braceli cómo se producían las reconciliaciones: “A la Susana yo le muestro una cosa que tengo y chau, se le acaba la bronca. Cuando me enojo yo, ella se pone unas botas, unos pantalones como de tigre, se mete perfume que trae de afuera y qué sé yo, ya no tengo más bronca ¡Vamos a la cama!”.

Hubo varias separaciones y regresos. El día que Susana cumplió 34 hubo una gran fiesta en un boliche de la calle constitución en Mar del Plata. Otra vez los celos, el alcohol, el escándalo (asordinado una vez más por los medios).

Susana anunció la ruptura en la revista Gente: “Se terminó. Para siempre. Si volviera sería una tonta. Yo no luché contra un hombre. Luché contra un destino. No puede cambiar, ni salir de su destino. Y ese mundo no es para mí. Es el mundo de la agresividad. Traté de enseñarle todo lo que pude, pero para Carlos el amor es una cosa impulsiva, instintiva. Todo empezó en París o en Montecarlo”.

Susana siempre habló con respeto y con cariño de Monzón. Hasta con dolor por la muerte de Alicia Muñiz, la vida destrozada del hijo menor y el triste final de su antiguo amor, uno de los hombres más importantes de su vida según sus declaraciones.

Hace un tiempo, Susana recordó cómo fue que la relación terminó, la manera en que ella tomó la decisión de dejar ese amor poco sano: “Sólo recuerdo que dije basta y me sentí muy valiente. Había que enfrentarlo, porque reaccionaba pésimo. No era fácil. Pero lo tomó más o menos bien. Luchó para volver tres o cuatro veces, hasta que desistió. Y chau”.

Fuente: Infobae