Mañana Gabriel García Márquez hubiese cumplido 97 años. Para recordar, a diez años de su partida, a esta pluma fundamental de la literatura latinoamericana se celebró hoy el que será sin lugar a dudas el evento literario mundial de 2024: la presentación de la novela póstuma del ganador del Premio Nobel de Literatura, En agosto nos vemos (Sudamericana), que llega mañana a las librerías de todo el universo hispánico, con una tirada de 250 mil ejemplares, ya traducida a 40 lenguas. Este lanzamiento simultáneo, un proyecto impulsado por los hijos del escritor, se presentó ante más de cincuenta medios de todo el mundo, en la sede del Instituto Cervantes en Madrid, y otros 80 periodistas, cubrieron vía streaming este suceso esperado por los lectores del escritor colombiano.
Tras unas breves palabras del director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, comenzó la presentación de la novela inédita de García Márquez: “Es un honor que se celebre aquí la presentación de En agosto nos vemos… y en septiembre, y en octubre y en noviembre porque su literatura es decisiva y la necesitamos siempre”, dijo en un mensaje grabado que se emitió a los presentes y destacó que la labor de Gabo ha sido de concordia por el cultivo de la lengua española. Pilar Reyes, Directora Editorial de la División Literaria de Penguin Random House, ofició de anfitriona del encuentro al que acudió presencialmente Gonzalo García Barcha, hijo menor del autor, arquitecto, mientras que Rodrigo García Barcha participó desde su casa en Los Ángeles. Con una semana de delay, el 12 de marzo, llegará a las librerías de Inglaterra, Estados Unidos, Francia y la India esta novela corta que suscita tanta curiosidad, después de un lanzamiento planeado al detalle y con celo: los periodistas tuvieron acceso al libro recién un día antes de la presentación, para evitar filtraciones.
En agosto nos vemos fue el último proyecto editorial de Gabo, una lucha titánica contra el Alzheimer: “El proceso fue una carrera entre el perfeccionismo del artista y el desvanecimiento de sus facultades mentales”, firman en el prólogo Rodrigo García Barcha, director de cine, y Gonzalo García Barcha, arquitecto. El 18 de marzo de 1999 se conocía la noticia en Madrid, en un acto al que asistía otro premio Nobel, José Saramago, que el escritor colombiano trabajaba en un libro integrado por cinco relatos autónomos protagonizados por Ana Magdalena Bach, una maestra de primaria de 46 años. En aquella ocasión Gabo leyó en voz alta ante los presentes el primer relato. Algunos años después Cristóbal Pera, editor de Penguin Random House, por pedido de Carmen Balcells, la mítica agente del escritor, comenzó un intercambio copioso de revisión de las memorias del autor, Vivir para contarla, tarea que concluye en junio de 2002. Pronto emprende García Márquez la culminación de dos proyectos de ficción que habían quedado en un cajón: Ella, que se conoció luego como Memorias de mis putas tristes, el último libro que publicaría en vida, y En agosto nos vemos.
Juan Cruz, el periodista español y quien fuera editor de Alfaguara, rompió el hielo en la rueda de prensa y felicitó la edición de esta novela y el rescate del texto inédito. “La novela estaba un poco dispersa en varios ejemplares, pero estaba completa. No hemos agregado nada. El trabajo que ha hecho Cristóbal Pera, el editor, es un trabajo de arqueología. Él mismo ha dicho que su trabajo se ha limitado a la corroboración de datos”, expresó el arquitecto.
El primer relato de En agosto nos vemos se había publicado en 2003 en la revista colombiana Cambio, con el título “La noche del eclipse”, y también en el diario español El País. Gabo elaboró cinco versiones que fueron atesoradas en el Harry Ramson Center de la Universidad de Texas en Austin. Diez años después de la muerte de su padre los hijos del Nobel regresaron a En agosto nos vemos para descubrir “muchísimos y muy disfrutables méritos” entre también algunos “baches y pequeñas contradicciones, pero nada que impida gozar de lo sobresaliente de la obra de Gabo”. Contaban con el permiso de su padre, quien les dijo que una vez que él hubiese fallecido podían hacer lo que quisieran con aquel manuscrito. En la edición de Penguin Random House [en México y Centroamérica la publica la editorial Diana que perteneció a Gabo, hoy perteneciente a Planeta] se presentan copias facsimilares de las distintas versiones de la novela, entre ellas la portada de la última de ellas que lleva manuscrito en rojo la leyenda “Gran OK final”. El arquitecto destacó: “Que este libro haya salido a mí me deja tranquilo que ya toda la obra de Gabo haya salido a la luz. No hay que viajar al archivo de Austin si tiene la curiosidad de leer algo más de Gabo. Esto me deja más tranquilo que esta obra tarde o temprano iba a salir, después de que se venzan los derechos de los herederos”.
“Gabo perdió la capacidad de escribir, de leer y también para juzgar. Él no destruyó este libro y creo que se convirtió en algo indescifrable para él. No hay más libros no terminados de mi padre. Este es el último sobreviviente. Nuestra impresión es que perdió su capacidad de poder juzgarla. No está tan pulido como otros libros, pero creemos que tiene varias de las características destacadas de Gabo: la prosa preciosa, un personaje femenino poderoso y una narrativa cautivadora. Esta es una historia feminista que creemos que hace una coda interesante con sus últimas tres novelas, es decir, esta además de Memorias de mis putas tristes y Del amor y otros demonios”, dijo el hijo menor del autor. “Mi padre creció con mujeres que se las traían. Gabo se consideraba un feminista en la manera en la que conducía su vida. Mi madre tenía su propia personalidad que no fue aplastada por la fama de Gabo. No había un discurso, pero sí un ejemplo. Además admiraba a muchas escritoras mujeres, como Virginia Woolf, Mercè Rodoreda, Toni Morrison, Gabriela Mistral”, completó el cineasta.
¿Cómo era Gabo como padre? Gonzalo le cedió la respuesta de esta pregunta compleja a su hermano Rodrigo: “Cobarde”, bromeó su hermano desde la pantalla y recordó que Gabo trabajaba desde su hogar y que como hijos tuvieron mucha libertad durante su adolescencia: “Es muy difícil ser hijo de una persona exitosa. Bueno, más difícil es ser hijo de un mal padre. En ese sentido creo que nos fue bien”. Gonzalo también se refirió a la faceta de sus padres como abuelos y destacó el vínculo cariñoso que tenían con sus nietos: “No pasa un solo día en el que piense uno en ambos y tenga conversaciones con los difuntos muy intensas, a veces más intensas que cuando ellos estaban vivos. Hay una cierta curiosidad de lo que hubieran pensado ellos en esto que armaron”.
El amor es el tema central de esta novela donde explora los secretos en la vida conyugal, el deseo, la rutina y la pasión: “Él tuvo que tragarse la rabia. Habría dado todo por aniquilarla con una réplica mortal, pero la vida le había enseñado que cuando una mujer dice su última palabra, todas las demás sobran. Así que no volvieron a hablar de eso ni entonces ni nunca más”, reza un párrafo de la novela.
Gabo no enseñaba la obra en proceso, recordaban sus hijos. “No pedía una opinión y solo mostraba un texto cuando estaba muy avanzado, y la que menos lo leía era Mercedes. A ella le gustaba leer el libro terminado, empastado y en la mano. No leía en hojas, ni en computadora ni en tablet”, reveló Rodrigo García Barcha. Reyes aportó que en los manuscritos de Gabo se ve un notable trabajo con la lengua, una labor de autoedición: “Tenía un autoconciencia enorme de escribir autoeditándose. No sabemos hasta dónde hubiese llegado. Inventó una lengua, garcimarqueana”.
Fuente: Laura Ventura, La Nación