Melina Furman, bióloga y doctora en Educación, habla sobre cómo gestionar las rutinas, roles y emociones durante la convivencia familiar en cuarentena.
Como si el tiempo corriera a velocidades distintas marcadas por la urgencia de los acontecimientos, hay situaciones que pueden tomarnos de sorpresa y para nada preparados, como el inicio de una cuarentena obligatoria, literalmente, de la noche a la mañana. Pero también hay otras que nos invitan a procesar los sucesos dosificadamente, en cuotas y marcando etapas, y que cuando somos capaces de manejar toda esa información sin caer en el abandono emocional, nos permite sortear los idas y vueltas de la pandemia puertas adentro del hogar, sin que la convivencia full time nos ahogue.
Del nuevo coronavirus se descubren datos a diario, se suman síntomas a su lista de efectos tras un contagio y se incrementan los modos y cantidades de testeos, los que a su vez también se prueban en pacientes asintomáticos, otra punta de lanza que el Covid-19 utiliza para proliferarse en silencio. Porque el nuevo enemigo es invisible, poderosamente contagioso, velozmente replicable pero por sobre todas las cosas, «dinámico». Y es en ese poder de conversión que encuentra su mejor estrategia para circular por el mundo, hasta el momento, sin freno.
Esa cualidad que en manos de un virus resulta amenazante, puede ser la receta perfecta para mantener cierta armonía familiar en tiempos de aislamiento. Porque lo que nos planteábamos como rutinas de cuarentena las primeras semanas, más de dos meses después ya no funcionan, porque el acumulado de horas en casa se siente en el cuerpo, el ánimo, los recursos y las relaciones intrafamiliares, y porque todavía avanzamos en ciego hacia el fin de esta etapa. Con lo cual, flexibilizar el día a día entre tareas, home office y tiempo de ocio es la opción más saludable para resguardar los vínculos.
La sugerencia parte de la bióloga y doctora en educación Melina Furman, que en un recorrido por la vida familiar en cuarentena, con paradas varias, subidas y bajadas, nos deja seis hitos para gestionar las rutinas y los roles durante la convivencia 24×7. «En estas semanas que ya van para largo y que todavía tenemos tiempo por delante, para vivir en casa compartiendo espacios, tiempo, recursos entre todos, ¿cómo hacemos para pasarla mejor, para no morir en el intento de organizar?», se pregunta. Aquí abajo, sus respuestas:
Rutinas en casa, ¿cómo organizamos?
«El gran secreto es armar rutinas flexibles, que puedan ir cambiando y uno vaya ajustando. Rutinas que den lógica para que los días no se hagan eternos, cierta diferencia entre la semana y el fin de semana, que tenga momentos pensados, que podamos acomodar los tiempos de la escuela con nuestros propios tiempos laborales. Momentos para que haya cosas con pantallas y balance con momentos desconectados. Instancias donde podamos conectar entre todos o hacer cosas que nos den cierta distensión», introduce Furman, y menciona al consenso como el impulsor de este orden dinámico.
«En esa combinación de días nos vamos acomodando y es muy importante que eso provenga de acuerdos, de conversaciones que tengamos entre todos para ver cómo nos vamos a organizar, y sobre todo para no replicar a rajatabla el horario de la escuela, que no hace falta. Sobre todo en familias con hijos adolescentes, que los llaman los búhos porque son más noctámbulos, y es más cómodo y la vida fluye mejor cuando se levantan un poco más tarde. Entonces todo su día, incluida la escuela, empieza un poco más tarde».
En este ordenar, cada familia va a encontrar su receta, su solución. «Pero darles el lugar a los chicos para que puedan pensar cómo gestionar sus tiempos es muy importante para que se vayan haciendo dueños de esa organización, y que no dependan tanto de nosotros. La cuestión es poder ir anticipándonos y darle forma al correr de los días», apunta.
Exigencia vs soledad: ¿qué hacemos para que los chicos estén bien?
«Cómo encontrar ese punto medio por supuesto depende de cada niño, de cada familia, pero es importante estar atentos todo el tiempo sintiendo dónde está el chico emocionalmente: cuándo es demasiada exigencia, cómo hacer para dosificar las tareas, para que el tiempo de aprendizaje sea un tiempo placentero y no una tortura. Y también compartir momentos más de juego en familia que por ahí antes no teníamos, y ahora estamos todos muy atareados, y los días son difíciles, pero al mismo tiempo empieza a ver momentos de conversaciones con menos apuro, de jugar por jugar», refiere Furman.
Melina Furman, bióloga y doctora en Educación, sugiere que estemos atentos a dónde se encuentran los chicos emocionalmente, en el día a día de la cuarentena. Archivo Clarín.
En palabras de la doctora, parte del equilibrio emocional pasa por darle un lugar a la tarea, a la exigencia, pero sin que eso sea una carga, que eso sea «parte de», intentado conectar con las tareas de la escuela desde el disfrute, desde el que nos abren oportunidades de aprender, y ahí hay mucho que podemos hacer.
«En el caso de los más chiquitos acompañar, estar cerca ayudando a que las cosas funcionen sobre todo si tienen que trabajar con dispositivos digitales. A ver qué entendieron de las consignas, dónde pueden buscar ayuda, cómo se pueden acompañar de otros compañeros. Parte del secreto de estos días es apoyarnos en la comunidad tanto de las familias de la escuela como de quienes estamos en casa», recomienda.
Atentos a las emociones
«Tenemos que estar conectados, estar atentos a las emociones para reconocerlas, para darnos cuenta de cuándo están ahí y no para negarlas, sino atravesar y tratar de buscar también activamente qué cosas nos suben las más placenteras. Los adultos que estamos teniendo que armarnos de paciencia y también lidiando con las propias dificultades en estos días necesitamos el momento de poder bajar, respirar, tomarme un rato si lo necesito. Dado que parte de la armonía familiar pasa por poder acompañar a los chicos, muchas veces nosotros también necesitamos un rato de respiro para después volver», reconoce Melina.
«En tanto, con los pequeños también es clave ayudarlos a que puedan darse cuenta de cómo se están sintiendo, volver a establecer más espacios de juego, de descanso simplemente, de no hacer nada cuando sentimos que las emociones se van caldeando y todos necesitamos un rato de bajar un cambio«, menciona, y hace hincapié en el trato con los adolescentes.
«Con ellos especialmente, que están transitando una etapa de la vida en la que tienen que ir construyendo su propia identidad, diferenciándose de los adultos, construyendo sus propias herramientas de libertad y ahora están adentro. Entonces es necesario preservar esos espacios en los que pueden estar conectados con amigos como parte de ese desarrollo tan importante que están pasando en esta etapa de la vida», advierte.
Los roles en la cuarentena (estudio y trabajo)
En el 24×7 de esta convivencia full time hay mucho para rescatar y redescubrir. Incluso, darle un sentido mucho más amplio y acabado a esa muletilla que infinidad de veces repetimos los padres: «Y si es mi hijo, ¡cómo no lo voy a conocer!» Pero, ¿cuánto registro teníamos de su comportamiento en la escuela, su interacción con docentes y compañeros y su sentimiento de pertenencia?
«Los papás y las mamás estamos viendo qué pasaba en la escuela, tenemos como una ventanita dentro del aula para conocer a nuestros hijos como estudiantes, como aprendices. Ahí creo que parte de acompañar con la tarea es ayudar a lo que se llama “construir el oficio de alumno”, así como un carpintero tiene un oficio, tiene herramientas, tiene un lugar de trabajo, lo mismo es ser estudiante. Parte de ayudar es acompañar a los chicos a que puedan, desde encontrar un espacio de trabajo hasta a organizarse por dónde empezar, qué hago si no entiendo algo, cómo digo lo que entendí o la consigna con mis palabras», propone Furman.
Para la bióloga, en esa tutoría cotidiana también los estamos reconociendo, «qué los frustra, cuánto tiempo pueden permanecer sentados y ellos también conocen cuánta paciencia vamos teniendo. Incluso nos conocen a nosotros trabajando, participan en reuniones virtuales, pasan por adelante. A muchos chicos les pasaba que no tenían tan claro de qué trabajaban sus padres».
Lo más liviano y lo más pesado del encierro
«Eso depende mucho de la edad de los chicos, para los más adolescentes creo que es el extrañar a los amigos, el estar fuera de casa, el hacer sus primeros pasos más libres, con más autonomía está siendo difícil», destaca la doctora.
«Para los más chicos creo que es el no ver a sus abuelos, y a los abuelos no ver a los nietos, por lo menos ahí siento que hay algo que todos estamos extrañando mucho, ese contacto tan vital para los chicos que eran los abuelos y viceversa», advierte. Hay cosas que uno puede hacer para tratar de compensar, que no son lo mismo pero que igual vale la pena intentarlas, como jugar a distancia o abuelos que les leen cuentos, que les enseñan recetas de cocina», dice.
Y agrega: «También para muchos chicos es difícil la necesidad de movimiento, la falta de ejercicio físico«, que conforme pasan las semanas, se hace más notorio.
¿Qué nos enseña la cuarentena?
El interrogante es vasto y la reacción automática es genuina: «No lo sé», ataja Furman, aunque no tarda en elaborar un poco más su óptica. «Creo que hay algunos tesoros que están apareciendo, algunas lucecitas de la vida familiar que estamos encontrando y que ojalá no las perdamos. Y creo que parte de esos tesoros tienen que ver con encontrarnos, con estar más tiempo en casa, en familia, juntos con menos apuro, con tener más tiempo para conversar, con la posibilidad de establecer acuerdos sobre cómo queremos relacionarnos, cómo queremos vivir, cómo queremos compartir, y redescubrirnos», aporta.
«Creo que todos nos estamos redescubriendo en familia: los chicos a sus padres, los padres a sus hijos, los hermanos entre sí, y ojalá parte de esto nos quede guardado. Y parte de que estos aprendizajes sobrevivan requiere que les demos lugar, que nos pongamos a pensar qué nos llevamos. Si quisiéramos llevarnos en nuestra mochila algunos aprendizajes para la etapa que sigue, ¿cuáles serían? Es útil poder hacer ese ejercicio nosotros mismos como adultos o también en familia», interpela.
Fuente: Clarín