Cuando uno aterriza en París, capital de Francia, es como cuando uno se enfrenta a una página en blanco. Las posibilidades que se despliegan ante nosotros son inacabables. Así se inician las grandes y buenas historias.
Durante siglos, muchos aspirantes a novelista se han paseado por la Ciudad de la Luz (ville lumière) para encontrar la mecha que encienda su inspiración y haga que su creatividad estalle desenfrenadamente.
La historia de la literatura le debe mucho a la capital francesa. Y viceversa. París también se ha ido construyendo y matizando sus rincones a base de magníficas novelas, ensayos y cuentos.
Nieva en la plaza del Trocadero con la torre Eiffel Tower al fondo. Foto EFE/Mohammed Badra
A veces su paisaje no es tal como lo vemos, sino como nos lo cuentan los libros que la han descrito y los escritores que la han vivido.
Ya dijo uno de sus admiradores acérrimos, Ernest Hemingway: “si tienes la suerte de haber vivido en París de joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida.”
1. Patrick Modiano: «El café de la juventud perdida»
Cuando uno llega a París por primera vez, una buena sugerencia es sentarse por la mañana pronto en la terraza de uno de sus cafés y observar lo que pasa a tu alrededor.
Ver cómo se originan las rutinas del día. Por alguna curiosa razón, los cafés han sido una fábrica de tramas, de personajes y de historias extraordinarias. De dramas, comedias o suspense. Son como pequeños mundos.
La terraza del café Les Deux Magots, París. Foto EFE/EPA/MOHAMMED BADRA
Desde la Revolución Francesa en el siglo XVIII, en París han ido emergiendo diferentes establecimientos en los que se juntaban intelectuales y artistas para buscar inspiración, debatir, recitar poesía o simplemente para conversar.
Los míticos café de Flore, Les Deux Magots, La Closerie des Lilas, el café de La Paix, Le Select o La Rotonde son algunos ejemplos que han sobrevivido.
Podría decirse que la novela «En el café de la juventud perdida», de Patrick Modiano, premio Nobel de Literatura en el 2014, nos traslada a ese París bohemio de la década de los sesenta, donde la protagonista, Jacqueline Delanque (también conocida como Louki), suele visitar el café Condé para desconectar de los problemas de su vida.
Un mozo con barbijo en el Cafe de Flore. Foto REUTERS/Gonzalo Fuentes
El autor convierte París en la otra protagonista y nos movemos desde una a la otra orilla del Sena, del Odéon a Montmartre, de la Étoile y el Arco del Triunfo al barrio de la République, o de Auteuil a las callejuelas de Le Marais…
La lectura de esta novela es como tomarse un café y adentrarse en un París donde te atrapa una suave e inquietante nostalgia.
2. Julio Cortázar: «Rayuela»
Otro de los protagonistas que dominan las historias de la capital francesa es el Sena. Artistas como Monet, Cézanne, Renoir o Pissarro sintieron el poder de este precioso río que serpentea plácidamente entre París y Le Havre.
Casi se podría recorrer contemplando cuadros de estos pintores. Pero también inspiró a escritores.
La tumba de Julio Cortázar en el cementerio de Montparnasse. Foto cedida por www.rutascervantes.es a EFE
Los bouquinistes, los conocidos libreros del Sena, son uno de los paisajes más emocionantes de la ciudad. El encanto de los libros viejos, arrugados, eternos, rebosantes de historias en los típicos puestos de chapa verde en la parte izquierda del río.
El argentino Julio Cortázar fue uno de los autores más atraídos por el Sena, por sus puentes, por el barrio latino o la catedral de Notre Dame. Llegó a la ciudad en 1951 y se quedó atrapado para siempre (Cortázar está enterrado en el cementerio Montparnasse).
Caminaba por sus calles siempre que podía y todo lo que se imaginaba lo plasmaba en sus obras, especialmente en Rayuela, donde el Sena ocupó un papel destacado.
Tanto es así, que la novela despega de esta manera: «¿Encontraría a La Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti”.
3. Émile Zola: «El vientre de París»
No hay duda de que una de las formas más estimulantes de conocer París -y de tantas otras ciudades- es a través de sus mercados. Es el lugar donde se sienten sus pulsaciones. Te sumergís en su cotidianidad, en sus costumbres, en la vida real.
En París hay unos 80 mercados. De antigüedades, comida, ropa, curiosidades…
Los más destacados son el mercado de las Pulgas, uno de los lugares más interesantes en cuanto a objetos antiguos se refiere.
El mercado Biologique Raspail es ideal si buscás comida ecológica, o el mercado de las Flores, ubicado entre Notre Dame y la Sainte Chapelle, recibe a aficionados a la botánica desde 1830.
La zona de Les Halles en Paris, donde antes había un mercado de comida. Foto REUTERS/Philippe
Émile Zola, nacido en París en 1840, plasmó con mucha naturalidad –por algo se le considera el padre del naturalismo- esta vitalidad instintiva de los mercados en las grandes urbes y de cómo sus cambios alteran el funcionamiento de los barrios y la rutina de sus gentes.
Su novela El vientre de París se desarrolla precisamente en el antiguo mercado de Les Halles, entre frutas, verduras, carnes, pescados, embutidos y quesos.
Las descripciones son tan intensas que casi se pueden oler. Muchos sostienen que leerlo es como contemplar un bodegón.
Zola intenta reflexionar sobre la lucha entre estos alimentos (lo material) y los trabajadores (lo espiritual) y cómo París evoluciona y se va convirtiendo en una ciudad desalmada.
4. Victor Hugo: «El jorobado de Notre Dame»
Hace algo más de dos años (abril de 2019), un incendio estuvo a punto de extinguir en pocas horas una colosal obra con más de 800 años: la catedral gótica de Notre Dame, símbolo de la ciudad, patrimonio de la humanidad y uno de los monumentos más queridos de la capital francesa.
Hoy parece que los planes son reabrirla en el 2024. Ha sobrevivido. Las llamas no pudieron aniquilar una de las creaciones más deslumbrantes del hombre a lo largo de su historia. Ni tampoco guerras, ni revoluciones, ni el odio; nada es más fuerte e indestructible que la belleza.
Trabajos de reconstrucción en la catedral de Notre-Dame de París. Foto EFE/EPA/BENOIT TESSIER
Mientras dura la espera hasta el 2024, nos queda la posibilidad de imaginar Notre Dame a través de los libros y las películas.
La novela de Nuestra Señora de París (conocida como El jorobado de Notre Dame) es un clásico del escritor francés Victor Hugo, una de las mayores odas a la arquitectura gótica y un homenaje de admiración absoluta a esta histórica y excepcional iglesia medieval parisina.
El autor de Los Miserables escribió la legendaria historia del jorobado Quasimodo, del cruel Frolo y la bella Esmeralda para salvar a Notre Dame del desprecio, el rechazo y el olvido de sus conciudadanos.
Place des Vosges, en París, Francia. Foto Shutterstock
Hay que recordar que no convencía al principio. Por cierto, en la plaza des Vosges, la más antigua de París, en Le Marais, se puede visitar la casa de Victor Hugo (la entrada es gratuita), donde seguramente escribió esta novela.
5. Francis Scott Fitzgerald: «Regreso a Babilonia»
Las noches de los años 20 en París debieron de ser toda una experiencia descomunal. Ernest Hemingway lo relata en su novela autobiográfica «Paris era una fiesta». Tras la crudeza de la Primera Guerra Mundial, el deseo de vivir de la libertad y el arte se desata.
En ese contexto, en la primavera de 1925, dos de los escritores más talentosos que ha dado la literatura del siglo XX -ambos miembros de la llamada generación perdida- se conocen en el Dingo Bar en el barrio de Montparnasse de París.
Una vista de París. Foto LIONEL BONAVENTURE / AFP
Se hicieron íntimos, para luego no poder verse. Fue una de esas relaciones de amor-odio. Tenían formas opuestas de entender la noche parisina. Se suele decir que la vida se bebió a Scott Fitzgerald mientras Hemingway se bebió la vida.
En esta ocasión, vamos a entrar en el París nocturno del creador de El Gran Gatsby. La historia que nos ocupa y que recomendamos, Regreso a Babilonia, es la segunda parte de una antología de cuentos de Fitzgerald.
Es autobiográfica y describe las aventuras y desventuras de su alter ego (Charlie) y su mujer Zelda (representada por Helen) en la capital gala. El dinero, el alcohol, los bares y la noche son los ingredientes de este relato tormentoso.
El mismo novelista norteamericano aseguraba que los críticos consideraban esta pieza como uno de sus mejores escritos. Y añadía: “Lo cierto es que con todos estos elementos amalgamé una hermosa historia con final amargo como el sabor de la lima en un cóctel.”
Toda una declaración de intenciones.
6. Enrique Vila-Matas: «París no se acaba nunca»
Si hablamos de París y de literatura, no podemos dejar de lado esta ingeniosa novela del escritor español Enrique Vila-Matas. París no se acaba nunca es precisamente eso: un punto y seguido, un infinito, una lectura hasta la eternidad.
De hecho, el título de esta obra es un paralelismo con la novela antes mencionada de Hemingway, París era una fiesta, y es que Vila–Matas aspiraba a ser ese escritor maldito que fue Hemingway, un jovencito que viaja a París con la idea de huir de su ciudad natal y sobrevivir.
El célebre Puente de las Artes. Foto AFP PHOTO / STEPHANE DE SAKUTIN
La lectura nos adentra en un París muy personal, un espacio referencial y, a la vez, literario. Es una ciudad real, pero también imaginada. Es un descubrimiento y, al mismo tiempo, es un regreso.
El café de Flore, el puente de las Artes o el barrio latino… Como subraya Vila-Matas, “ya lo decía André Gide: un artista no debe contar su vida tal y como la había vivido, sino vivirla tal y como la iba a contar».
En definitiva, París no se acaba nunca porque cada uno de nosotros tiene su propio París, aunque no hayamos estado allí jamás.
Fuente: Clarín