El silencio es el elemento en el que se forman todos los grandes pensamientos, decía Thomas Carlyle. En este verano pandémico es difícil hallarlo en los destinos turísticos tradicionales, la costa atlántica está en el ojo de la tormenta por las aglomeraciones, fiestas clandestinas, encuentros masivos y la falta de espacio en las playas impide el descanso y aumenta las chances de contagio del Covid-19.
La Patagonia y sus playas cordilleranas son el lugar indicado, la brújula de la calma se asienta allí. Los caminos andinos, secretos e íntimos, presentan como una epifanía, rincones paradisíacos, pocos conocidos y apartados. Las claves por los que se vuelven deseados en este verano son porque hay cero contaminación, humana y social. Mucho espacio natural, grandes extensiones, aire puro y sin turismo invasivo.
Playas soñadas de arenas blancas y de piedras multicolores, aguas transparentes que en esta época del año tienen más temperatura y sorprenden, ideales para practicar buceo y nadar, la libertad de caminar por senderos que penetran bosques vírgenes y hallar idílicas playas individuales. Espléndidas vistas de cordones montañosos que se reflejan en lagos y ríos calmos, con aguas turquesas que parecen espejos surreales.
Las playas alejadas del mar son la mejor opción para recuperar la tranquilidad y disfrutar de ese otro país, el de tierra muy adentro, donde la naturaleza es la mejor aliada contra la pandemia. A modo de guía e inspiración, presentamos cinco opciones para disfrutar sin aglomeraciones.
Puerto Patriada, Chubut
Los que la frecuentan aseguran que es un tesoro oculto en la provincia, donde la atención de los turistas está focalizada en el Golfo Nuevo, con Puerto Pirámides y Puerto Madryn como destinos tradicionales. Puerto Patriada está en el departamento Cushamen, a 14 kilómetros de la localidad El Hoyo, sobre las calmas y cristalinas aguas del Lago Epuyén.
La recoleta bahía tiene arena blanca fina. La playa está protegida por altos cerros y bosques de ñires, cohiues y cipreses. El microclima es encantador. En el lago no se permiten embarcaciones a motor, por lo que el silencio es total. La arena entibia el agua, el disfrute es total.
Existe un camping y una proveeduría. Un pequeño caserío asegura contención. Hay cabañas y algunos comedores donde se ofrecen comidas típicas andinas, como curanto y ciervo ahumado, también cervezas hechas en la región. Se alquilan kayaks y canoas para poder adentrarse en el lago, en busca de la soledad absoluta. Se accede por ruta 40, o por El Bolsón, a 26 kilómetros, por ruta 258.
Yuco, Neuquén
Se la conoce como la playa turquesa por el color de sus aguas, perfectas. Los puristas encuentran un parecido al valor cromático del agua de las playas caribeñas. Este pequeño paraíso está a 26 kilómetros de San Martín de los Andes. El viaje hasta Yuco y la frescura del lago Lácar son una experiencia inolvidable.
El camino es de ripio, y en un momento se debe continuar caminando a través de un bosque donde la intervención del hombre ha sido escasa. Se penetra por túneles de colihues, haciendo el sendero más increíble. En un momento, la revelación: una melancólica bahía presenta una playa nacarada recostada sobre el bosque.
Además de la de arena, hay playas de piedras, a algunas de ellas se pueden llegar por el mismo lago, pudiendo estar completamente en soledad, lo que se denomina una burbuja, aquí se presenta en forma natural. Se forman grandes ollas, los más entusiastas suben la roca hasta zambullirse a esas aguas frescas, puras y de color esmeraldino. Algunas se vuelven muy profundas y es necesario tener cuidado.
Es una de las zonas con más atractivos en el sur neuquino. Posee una pequeña área de recreación con mesas, baños y fogones. El lugar es muy agreste y no tiene servicios. En uno de los sectores más bellos, está la denominada playa Turquesa, son cien metros de playa con agua prístina en una postal escénica. Siguiendo por el camino de acceso se puede continuar hasta el paso Hua Hum, hacia Chile.
La Islita, Neuquén
La imagen remite a un cuento de hadas. Alejada de la ruta 48 que la separa 6 kilómetros de San Martín de los Andes, es necesario hacer una caminata de 600 metros por senderos de montaña hasta llegar a la costa, de inmodesta belleza. De fondo, la cordillera, a un costado, las aguas sugestivas del lago Lacar, y enfrente, una pequeña isla, flotando en un espejo calmo líquido.
El desafío es llegar nadando hasta ella, son 150 metros de brazadas por aguas en las que en un momento, dejamos de ver el fondo. Tal la naturaleza salvaje del lugar. La Islita es una playa elegida por los solitarios que desean apartarse del mundo.
Una vez alcanzada esa pretenciosa ínsula, el otro desafío es poder asimilar la panorámica, la cristalinidad del agua se presume perfecta alrededor de las montañas. La playa tiene una particularidad: la comunidad mapuche Currunhuinca administra un camping y una proveeduría. Su presencia allí es fundamental porque abre la posibilidad al hospedaje. También cocinan recetas típicas. La libertad es completa.
Quila Quina, Neuquén
Es la playa de moda. El secreto mejor guardado. Frente a La Islita, en la orilla opuesta del Lago Lacar está el muelle donde atracan catamaranes y veleros, sobre el faldeo de la montaña, descansa esta playa de arenas doradas. Es la elegida de los jóvenes, también por los amantes de la navegación y los deportes náuticos.
Se accede por la llamada ruta de los siete lagos. Tiene una vista maravillosa del lago y las montañas. A un kilómetro de la playa está la Villa Quila Quina, un conjunto de casas donde es común ver corrales con chivos y ovejas, cada casa tiene su huerta. Muchos vecinos venden fruta y verdura orgánica, también conservas y artesanías. En el sector de playa existen campings y algunos comedores.
Lo ideal es hacer base allí y caminar hasta buscar nuevas playas y naturales rincones apartados. Quila Quina es una península, en una de sus laderas está la desembocadura del Arroyo Grande, donde se deja ver una cascada. El cauce es de agua mineral, que se carbonatada naturalmente en esa caída. Las opciones de hospedaje son varias, campings y cabañas. Los comentarios en las redes coinciden en que en Quila Quina es posible olvidarse del mundo.
Playas del Río Manso, Río Negro
Es un paraíso escondido, o varios. Se accede por la mítica ruta 40, en el kilómetro 1970, pasando un puesto de Gendarmería, nace la ruta provincial 83, que acompaña por 40 kilómetros el cauce del Río Manso. Acá el secreto es hallar la playa individual, sobran chances.
Sus costas, en ambas orillas, son soñadas, aguas oliváceas y pequeños balnearios de arena blanca y piedra. Recoletos espacios bañados de silencio, con la cordillera de los Andes de fondo y sus bosques vírgenes. A lo largo del río (lo divertido es recorrerlo y descubrirlas) se forman piletas naturales de arena y roca. El Valle del Río Manso es cruzado por senderos que invitan a conocer los lagos Mascardi, Los Moscos y Steffen. La localidad más cercana es El Foyel (a 9 kilómetros), con servicios.
Los habitúes de estas playas siguen esta secuencia: elegir los mejores campings, en todos ellos se disfruta de la mejor gastronomía andina y la dinámica es pasar días sin ninguna restricción horaria. El más bello es La Pasarela, que debe su nombre al puente peatonal que cruza el río, debajo, una de las playas más deseadas, en Instagram se leen frases como «el mejor lugar del mundo» «venden la mejor cerveza artesanal».
Los amantes del rafting no pueden elegir mejor, el río Manso Inferior tiene cuatro rápidos. La sociedad moderna y sus obligaciones, las redes sociales y las noticias, no entran en el Río Manso.Por: Leandro Vesco
Fuente: La Nación