“Libros raros, curiosos, agotados y decorativos”, se lee en la vidriera de “The Antique Book Shop” (escrito en letra cursiva), una pintoresca librería con fachada de madera y color verde oscuro, que parece salida de una película inglesa de principios del siglo XX. Los que descubren el histórico local se suelen quedar hipnotizados con los estantes repletos de obras de temáticas de todas las épocas. Precisamente, esto le sucedió al recordado personaje de “Los simuladores”, Emilio Ravenna -interpretado por Diego Peretti- quien en una de las escenas de la serie de televisión se acerca en busca de un libro de pedagogía teatral llamado “Un actor se prepara” de Konstantin Stanislavski “¿Quisiera ver el libro de Stanislavski que está en la vidriera puede ser?”, dice Ravenna. Al instante, el vendedor le acerca la obra: una primera edición en castellano. “En realidad ese es un libro que usted no lo va a encontrar en ninguna parte. ¿Usted es actor”, le consulta. “Algo parecido, si”, le responde. Esta tienda es una joyita oculta en el barrio de Recoleta que atrae desde hace años a turistas, coleccionistas y bibliófilos de todas partes del mundo.
Casi como en Londres: luz tenue y libros antiguos
Al ingresar a la librería anticuaria, ubicada en la calle Libertad 1236, el tiempo se detiene: es un viaje directo al pasado y al instante se percibe el característico aroma de las hojas de los libros antiguos. La luz es tenue. Muchos habitués aseguran que les hace recordar a la bonita ciudad de Londres. En total habrá más de dos mil obras (prolijamente acomodadas, según sus diferentes temáticas, en estantes de madera). Una larga escalera en el centro del salón, que parece infinita, recuerda, al instante, el dedicado oficio de los libreros: quienes siempre saben el sitio preciso donde se encuentra cada título. “Los libros llegan a nuestras manos, los investigamos, armamos su descripción y en el caso de ser necesario los ponemos en valor (es decir, los restauramos). Luego, es apasionante encontrarle un nuevo dueño o casa”, afirma Gustavo Breitfeld, de 51 años, sobre la afición que le inculcó su padre Alfredo desde que era un niño.
La historia comienza en el barrio de Pocitos, en la ciudad de Uruguay, allí Don Alfredo, descubrió su pasión por los libros “curiosos”, como les dicen. “Papá siempre fue un busca y creativo. Primero se había anotado para la carrera de Medicina. Cursó un año, no le fue bien en las materias y decidió arrancar a trabajar”, rememora Gustavo. Al tiempo, incursionó con la venta de textos y documentos para los estudiantes. “Hacía las copias con un mimeógrafo. Me contó que se paraba frente a la facultad con el auto para venderlos. Fue creciendo y después el negocio derivó en una pequeña editorial cerca del Hospital de Clínicas de Montevideo”, cuenta. Hasta que un día, un colega le acercó un ejemplar de una edición antigua y curiosa: fue amor a primera vista. “Le llamó mucho la atención. Él siempre fue un curioso empedernido. Al tiempo, sumó en su local los dos mundos: libros nuevos, antiguos y raros. En la década del 70 había muchos coleccionistas en Buenos Aires y él viajaba semanalmente en barco para encontrarse con sus clientes y buscar nuevos títulos”, describe. Su mujer, Susana, argentina, lo acompañó desde los inicios en el negocio familiar y se transformó en una experta en el rubro. Al día de hoy, con su gran sensibilidad continúa revisando y armando descripciones de muchas de las obras.
La llegada definitiva a Buenos Aires
En 1974 cruzaron el charco y se instalaron definitivamente en Buenos Aires. Ese mismo año, abrieron las puertas de la clásica “Librería de Antaño”, situada en Bustamante y Arenales, en una antigua casona de principios de los años 20. “Tenía diez habitaciones con estanterías abarrotadas de libros desde el techo hasta el piso y una escalera enorme”, dice Breitfeld. En cifras: en aquella época tendrían más de 30.000 ejemplares. Cuando Gustavo terminó la escuela comenzó a trabajar allí y le dio una mano a su padre con la parte administrativa. “Papá nunca me dijo que lo siga, me surgió sólo. Cuando salía del colegio iba al local y escuchaba las anécdotas de los clientes y coleccionistas (que en esa época eran un montón). En una pequeña libretita iba anotando todas las cosas que se iban vendiendo. Me apasionó que era un oficio diferente y fuera de lo común”, expresa. Desde entonces, el joven acompañó a su padre y se empapó en los secretos de los libreros anticuarios. “La escuela de esto es la práctica, veía a papá trabajar y aprendía. Absorbí de a poco la pasión que él tenía y que tuvo hasta el último día de su vida. Durante muchos años nosotros visitábamos personalmente las casas de quienes vendían sus reliquias y colecciones. Hemos comprado bibliotecas enteras”, detalla, quien también es psicólogo.
En 1995 la familia inauguró “The Antique Book Shop” en la icónica calle Libertad. Gustavo compara el oficio del librero con el del psicólogo. “En cada ejemplar y obra tratamos de encontrar lo oculto. Lo que el libro no habla a simple vista: miramos los detalles, las firmas, las marcas en la tapa, sus hojas. Cada uno es único, particular y tiene una historia. Más allá de que haya otras ediciones”, asegura. En la librería también se encargan de darle vida a los libros que por el paso de los años tienen heridas en sus hojas o tapas, entre otros detalles. Carlos, quien arrancó a trabajar allí hace años, es quien se ocupa del minucioso trabajo de restauración. “Más allá de la estética, hay que lograr que el libro se acerque lo más posible a su estado original con sus hojas, marcas, firmas y los exlibris, que indica a quién perteneció el ejemplar antes de llegar a nuestras manos”, cuenta. Esta semana acaban de terminar de restaurar un libro de 1901 del Primer Atlas Catastral de la República Argentina (incluye planos de cada una de las provincias del país).
Las estanterías de madera oscura están repletas de libros ordenados según las distintas temáticas y siglos: de historia y literatura argentina (sobre todo a partir del 1800 y 1900), de la ciudad de Buenos Aires, gauchesca, española, de viajes, de la Patagonia, caballos, arte, oficios. Y en diferentes idiomas: español, inglés, francés, latín. “Tenemos una relación afectiva con la mayoría de los libros que pasan por nuestra mano”, confiesa y cuenta sobre una edición de “20 poemas de amor y una canción desesperada”, de Pablo Neruda dedicado a Oliverio Girondo. “Lo tuvo Neruda en sus manos y lo firmó. Es muy especial”, detalla.
Continúan la lista de joyitas la primera edición de “Otras inquisiciones” con la firma original de Jorge Luis Borges, en la hoja de la dedicatoria; “La trama celeste” de Adolfo Bioy Caseres de 1948; “Los premios” de Julio Cortázar de 1960; Una guía para el viajero a Buenos Aires en 1900 (Ilustrado con fotografías en blanco y negro); “Odisea gauchesca” y hasta la primera edición ilustrada, fuera de España, de “Don Quijote de la Mancha” del 1700. “Se trata de cuatro tomos llenos de grabados”, detalla. El librero cuenta que actualmente hay gran interés por los libros de arte contemporáneo. “Los clientes buscan y consultan mucho sobre arte moderno. Notamos una tendencia creciente en las vanguardias argentinas e internacionales de los años 60″, afirma. También, tienen gran salida los libros con fotografías y las ediciones del Martín Fierro (en distintos idiomas).
Con varios de sus clientes cosechan un vínculo de amistad. “Ya sabemos sus gustos y conocemos sus bibliotecas. Cuando aparece alguna edición de su interés los llamamos. En muchos casos hasta fuimos a sus casas a conversar, leer y tomar café”, cuenta. Los turistas se quedan maravillados con la vidriera y las obras únicas sobre la Patagonia. Muchos habitués saben que en la librería encuentran obsequios únicos para regalar a familiares y amigos.
“Vivimos buscando cositas raras por el mundo. Uno se sorprende constantemente. Es algo magnífico. Estos libros emanan algo muy difícil de transmitir: cuando pasas las hojas hacen un ruido muy particular, tienen aroma, te retrotraen a la historia. Es una experiencia única”, concluye Gustavo. A su lado, tiene su pequeña colección de 10 libritos sobre “Artes y oficios”. Entre ellos, “La economía del cortador sastre”, “Manual del florista” y el “Arte de ponerse la corbata”.
Fuente: Agustina Canaparo, La Nación