Llenaron el Luna Park, en 2006 y ahora reponen la puesta en el teatro Colón, donde la obra no se programa desde hace 26 años.
«Dicen que hay cinco grandes éxitos en el Luna Park: Sinatra, Pavarotti, otras dos que no me acuerdo, y Turandot. ¡Una ópera!”, recuerda con asombro el vestuarista y escenógrafo Aníbal Lápiz, colaborador de Roberto Oswald de toda la vida. Ambos fueron los responsables de esa versión de Turandot que se montó en 2006, en el Luna Park, producción del Teatro Colón en su primera fecha sin sala propia, y se basó en la puesta anterior que Oswald había realizado en 1993.
“Estábamos trabajando en Europa y Roberto dijo: ¿Turandot en ese galpón? ¿Y además amplificado?. ¡Ni pienso!. Le dije que era una nueva oportunidad para que otro público disfrutara la obra. Lo convencí. Y vinimos a hacerlo diez días antes del estreno. Matías Cambiasso con Marga, su asistente, habían empezado a montarla. Fue un gran éxito y Oswald estuvo chocho de la vida”.
Como en casa. Aníbal Lápiz y Matías Cambiasso tienen una fuerte relación de pertenencia con el Teatro Colón. (Foto: Martín Bonetto)
Después de veintiséis años, el martes 25 de junio Turandot vuelve al escenario del Teatro Colón, con una reposición de la puesta de Oswald, a cargo de Matías Cambiasso y Aníbal Lápiz.
-Son muchos años de ausencia para una ópera tan central en el repertorio, como Turandot. Lo mismo sucedió con Rigoletto, que inauguró la temporada este año, después de la última puesta de Cambiasso de 2004. Aída también faltó mucho tiempo. ¿Qué piensan al respecto?
Cambiasso: Son temas de programación artística. Hubo años en que el teatro estuvo cerrado. Después, hay obras muy importantes o de gran repertorio -no digo que sea el caso de Turandot-, que a veces no se pueden hacer porque no se encuentra el cantante adecuado.
-No lo veo muy convencido a Aníbal con el argumento.
Lápiz: Me parece que eso sucedía en otra época. El asunto es que estas son las obras que llenan los teatros.
Cambiasso: Pero hay que dar a conocer obras nuevas, darles cabida. Sucede que las temporadas no son muy largas, entonces no se ofrecen muchos títulos y, a veces, se relegan los caballos de batalla.
«Sucede que las temporadas no son muy largas, entonces no se ofrecen muchos títulos», explica Matías Cambiasso, al buscar una respuesta para la prolongada ausencia de Turandot en la programación del teatro. (Foto: Martín Bonetto)
-¿Cuál es el margen de cambio cuando se trabaja con la producción de otro, como en este caso?
Cambiasso: No es una repetición robótica. En el caso de esta reposición, lo importante es que estamos trabajando al unísono con Aníbal, que fue uno de los creadores desde el primer momento. Lo que importa es mantener el criterio. La dificultad con la reposición está en respetar el espíritu del original lo más posible, en otro ámbito y con otros intérpretes, que no son una tela sobre la que pintás. Es un ser humano y, al mismo tiempo, es un soporte artístico, que puede aportar sus propias vivencias y sus ideas.
-Imagino que con la experiencia acumulada a lo largo de los años la visión de ustedes sobre la obra también se va modificando.
Lápiz: Y sí, uno se va aggiornando. Aunque hay una idea original, hay bastantes cosas que cambiamos. Al príncipe de Persia, por ejemplo, lo empujaban, le hacían de todo… Eso lo obviamos porque, por más que haya caído en desgracia, sigue siendo un príncipe.
-¿Cuál es el concepto de la puesta de Oswald?
Lápiz: Me parece que quiso mostrar un pueblo muy miserable. La chusma. Lo ves en el primer acto: quieren la muerte, luego no la quieren; piden que le corten la cabeza, después se lamentan. Arengan y después retroceden.
Monumental. La puesta pensada originalmente por Roberto Oswald, que reponen desde el 25 de junio Matías cambiasso y Aníbal Lápiz. (Foto: Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón)
-Es un pueblo muy voluble. En el segundo acto, que todo sucede en la corte, el pueblo no entra.
Cambiasso: En el tercer acto, cuando Liú se suicida, no se conmueven porque lo único que les interesa es que ella revele el secreto, y se termina matando para no revelarlo. Liú es del tipo de personajes femeninos, en Puccini, que se sacrifican por un hombre y que hoy no serían políticamente correctos -Tampoco es una ópera realista…
Cambiasso: Claro, es una fantasía.
-¿Cómo está recreada China dentro de esa fantasía?
Lápiz: Cuando nos ofrecieron Turandot, a Oswald se le ocurrió poner tres quimeras. Esa fue la primera escenografía. Para mí era bellísima, pero después él se cansó y decidió poner los guerreros chinos, que son de piedra. Queda más dramático. Hoy no sé con cuál me quedaría.
-Había un gong que tenía una centralidad importante. ¿Se mantiene?
Lápiz: Sí. En el primer acto no se la ve a Turandot, pero cuando da la señal para que ejecuten al príncipe de Persia, el gong se transparenta y se la ve a ella arriba.
Cambiasso: Es como una visión. Es una muy buena idea.
-¿Cómo se resuelven en la puesta los dos problemas conocidos de la ópera: el manejo de los grandes masas en el escenario, y el final inverosímil?
Cambiasso: Ver una masa informe no es agradable visualmente. Hay un problema con los coros (siempre dicen que no ven), pero en esta puesta no tienen excusas porque hay distintos niveles que van creciendo en altura y están una o dos cabezas sobre la del de adelante.
Los distintos niveles resuelven el problema que suelen presentar los movimientos masivos en escena, explica Cambiasso. (Foto: Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón)
Lápiz: Oswald, que era también el director de escena, dibujaba y sabía dónde iba a ubicar a la gente. Eso es una facilidad increíble. Hizo niveles para que todo el mundo vea. Esa es la habilidad del escenógrafo: cómo distribuir a la gente. Con respecto al final, la obra debería terminar donde la dejó Puccini cuando murió, como hizo Toscanini. Ni bien empieza el dúo, te das cuenta que no es Puccini. Yo no la hubiera hecho terminar bien.
-Y en el contexto de la modernidad de los años ’20 se podría haber optado por un final no feliz.
Cambiasso: Pero no tiene sentido. Acá el sentido es el triunfo del amor, que lo vence todo. En el final de Franco Alfano se retoman temas de la obra, de la famosa aria del tenor. Se acude a toda la grandilocuencia de la orquesta con toda la instrumentación. Alfano trabajó sobre los apuntes que dejó Puccini.
-¿Qué elementos de la puesta ayudan a escuchar mejor la música?
Cambiasso: Siempre le digo a los cantantes -aunque te parezca mentira, no lo saben o no lo entienden-, que hay dos niveles que corren paralelos: uno es el nivel vocal, la melodía que cantan. Pero, por otro lado, a veces la orquesta está dando otra cosa que no está en la melodía, y tiene que ver con la movilidad, la intensión, la angustia o el amor. Ese tipo de cosas son las que el director de escena tiene que traducir corporalmente. Ahora, si el cantante no viene con una formación y no tiene una habilidad natural, en una puesta no podés hacer un curso de teatro.
-¿Se encontraron con un elenco flexible?
Cambiasso: Sí, totalmente. Tenemos poco tiempo y muchos elencos. Cuando terminamos con uno, vienen los otros dos. Es como estar siempre empezando de nuevo. Pero, en general, con lo que más tenemos que luchar es con los directores de orquesta. Me acuerdo de uno, una rara avis, que le dijo al tenor: “¡Pero usted no tiene que decirme a mí que me ama. Dígaselo a ella!” (risas).
«La ópera es un gran show. Tenemos que brindarle al público algo de imaginación», argumenta Lápiz. (Foto: Martín Bonetto)
Lápiz: Ese era un tipo con criterio, porque si es por ellos te hacen un concierto. Pero hay directores de orquesta que colaboran, que entienden que este es un espectáculo. La ópera es un gran show. Tenés que brindarle al público algo de imaginación. Yse supone que nos contratan porque algo de imaginación tenemos.
Una trama y dos finales
La obra: una creación y sus enigmas
Turandot, la última creación de Giacomo Puccini, es una ópera en tres actos, con libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni basado en obras de Schiller y Gozzi sobre una antigua leyenda persa o china. La princincesa Turandot concederá su mano al hombre que pueda resolver los tres enigmas; el que no lo logre afrontará la muerte. Sobre el muro del palacio se alinean las cabezas de los infelices que osaron pedir la mano de la princesa. Hasta que un principe desconocido, Calaf, vence el desafío y, conquista el gélido corazón de Turandot. Todo esto no sin una buena dosis de emoción y suspenso.
Turandot se estrenó en la Scala el 25 de abril de 1926, con dirección de Arturo Toscanini. Luego de la conmovedora escena de la muerte de la esclava Liú, Toscanini interrumpió la representación y dijo al público:“Aquí termina la obra del maestro”. Puccini había muerto en noviembre de 1924 y la partitura sería completada por su discípulo Franco Alfano. Solo en la segunda velada la obra se presentó con el final que hoy se conoce.
De María Callas a una puesta de exportación
El largo romance del Colón con Turandot
Tan solo dos meses después de su estreno en Milán, Turandot desembarcaba en Buenos Aires para subir a escena en el Colón el 25 de junio de 1926, con dirección de Gino Marinuzzi y la gran Claudia Muzio en el protagónico. La última creación de Puccini nunca dejaría de representarse en el Teatro.
En 1949 fue el turno de Maria Callas en el papel de la Princesa, la única actuación de la gran diva en la Argentina. En 1965 hubo otra representación de lujo, con dirección de Fernando Previtali y nada menos que Birgit Nilsson como Turandot y Montserrat Caballé como la esclava Liú.
En 2006, con el teatro Colón cerrado, la puesta desembarcó en el Luna Park, con enorme éxito. (Foto: Axel Alexander)
En noviembre de 2006 la gran producción de Roberto Oswald se presentó en el Luna Park, y al año siguiente viajó a México para hacer varias funciones en el Auditorio Nacional. Fue la primera y única vez que el Colón salió de gira con todos sus cuerpos para montar una ópera completa en el extranjero.
Cuándo, dónde y quiénes
Turandot va los días 25, 26, 28, 29 (20 horas) y 30 de junio (17); y 2, 5 y 6 (29) y 7 de julio (17), en el Teatro Colón, Libertad 621. Dirección de escena Matías Cambiasso y Aníbal Lápiz; dirección orquestal Christian Badea. Principales intérpretes Turandot: María Guleghina (25, 28, 30, 2), Nina Warren (26, 3, 5, 7), Mónica Ferracani (29, 6); Liú: Verónica Cangemi (25, 28, 30, 2), Jaquelina Livieri (26, 3, 5, 7), Marina Silva (29, 6); Calaf: Kristian Benedikt (25, 28, 30, 2), Arnold Rawls (26, 3, 5, 7), Enrique Folger (29, 6); Timur: James Morris (25, 26, 28, 29, 30, 2), Lucas Debevec Mayer (3, 5, 6, 7); Emperador Altoum: Raúl Giménez (25, 28, 30, 2, 6), Gabriel Renaud (26, 29, 3, 5, 7), Ping: Alfonso Mujica (25, 28, 30, 2, 6), Sebastián Angulegui (26, 29, 3, 5, 7); Pong: Carlos Ullán (25, 28, 30, 2, 6), Sergio Spina (26, 29, 3, 5, 7); Pang: Santiago Martínez (25, 28, 30, 2, 6), Iván Maier (26, 29, 3, 5, 7); Un Mandarín: Alejandro Meerapfel (25, 28, 30, 2, 6), Juan Font (26, 29, 3, 5, 7) Entradas en venta a través de TuEntrada.com o en la boletería del teatro, desde $250.
Fuente: Clarín.