Allí en la esquina de Gorriti, donde Juan B. Justo de noche parece desolada, un muro con fotos sugerentes de mujeres y hombres esculturales le hace un guiño al transeúnte. Los corona la palabra Sex. Es otra de las provocadoras performances del más atrevido de los atrevidos: José María Muscari, esta vez en creación compartida con otros talentosos irreverentes como Matías Napp y Paola Luttini. Es la propuesta artística de la que todos hablan.
Divididas entre sillones, mesas altas con banquetas y un inmenso espacio donde se puede permanecer de pie, varias decenas de personas esperan con ansiedad; mientras tanto, algunas entrenadas artistas comienzan a caminar entre el público, y poderosos bailarines con tatuajes cuidan las puertas, las escaleras, la barra de tragos.
Aún es temprano y todo luce quieto. Bailarinas perfectas, pero casi desconocidas como Bianca Laponte y Melody Luz interpelan al público con miradas, mezclándose sutilmente con el vapor híbrido que flota en ese aire de bar de lujo y sala marginal de café concert. De pronto, las chicas se encuentran con los cuerpos semidesnudos y los gestos carnales de Agustín Sierra o Fernando Gonçalves Lema. Y de pronto, ese escenario alejado del circuito convencional de la dramaturgia porteña comienza a poblarse, hasta explotar entre luces y música a todo volumen. Es el preludio de la taquillera performance que se repite de jueves a domingos, en el moderno Gorriti Art Center.
Después de más de dos años de trabajo de producción, los tres creativos lograron «una experiencia» que se niegan a definir, simplemente, como «una obra de teatro, o un espectáculo». Hasta ahora, han levantado el telón 85 veces, de jueves a domingos, siempre con entradas agotadas. Y Muscari se ufana: «SEX trasciende el concepto de éxito. Es mucho más que una obra. Es un fenómeno; reúne y visibiliza deseos y necesidades que giran en torno del sexo, como -por ejemplo- el deseo del encuentro. El público vive un momento que los saca de la realidad». Además, agrega: «Hace mucho tiempo que tenía la idea de crear algo alrededor del mundo del sexo, de las distintas maneras de verlo. Quería un formato diferente, con un texto que no es fundamental, elementos disruptivos y una playlist que funciona como fuerte ordenador. Pasaron casi dos años desde que sentí el ímpetu de crear algo así, hasta alcancé la madurez necesaria para concretar las ideas».No sabíamos adónde veníamos, pero nos sorprendimos. SEX es una obra muy de avanzada, bárbara, y además está repleta de sorpresasJulia, Cristina y María Inés, amigas de 65, 54 y 59 años
Según el director, SEX «no responde ni a estereotipos ni a prejuicios». Tampoco la larga fila de espectadores que se extiende por cien metros desde la puerta del espacio: hay jóvenes frescos con ropa importada desde Europa, matrimonios de jubilados que se han esforzado para pagar las entradas de 700 pesos; algunos intrépidos que han venido solos y también enormes grupos de amigas riendo a carcajadas para matar el frío.
Durante esta experiencia muy participativa, el público puede recorrer cada rincón del Gorriti Art Center. En el escenario principal transcurren las escenas, los tríos, las coreografías centrales, pero los espectadores pueden observar diferentes performances montadas en los baños, los camarines o los cuartos oscuros detrás del escenario. De este modo, quien asiste a la cita tiene la sensación de estar en un cabaret alemán, por momentos francés, luego inglés. Pero no es la sensación ajena de mirar, sino la sensación de formar parte.
Este efecto de integración e interacción pretendido por Muscari queda perfectamente expuesto hacia la mitad de la experiencia, cuando los personajes de Ana Devín y Facundo Quirós tienen sexo en los camarines y personifican -simplemente- a dos actores, amigos, compañeros de obra. Luego, Devín sale de escena apresuradamente, y Quirós continúa con un monólogo.
Cuando esta performance específica termina, los espectadores salen de los pequeños camarines por una puerta lateral, hacia el bar del segundo piso. Desde allí, lo primero con lo que se topan al salir es -nuevamente- a la exótica Ana Devín, que ya está sobre el escenario principal, interpretando su papel, y besando bajo luces azules a una compañera. Mientras tanto, suena «Gone», de Gavin Luke.
«Mi idea era romper límites y volver tangibles diferentes maneras de ver el sexo. La obra muestra el sexo romántico, el violento, el metafórico, las fantasías. Armé una troupe con mucha diversidad y complejicé la idea inicial con las propuestas, los deseos y el morbo de los miembros del equipo. Yo trabajo desde los 16 años en teatro; viví mucho, y eso me permite construir un espectáculo así», analiza Muscari, al describir la complejidad de su apuesta.
Una complejidad que se percibe, por ejemplo, a través de las 58 canciones que la troupe interpreta, vive o canta durante casi dos horas: las piezas musicales van desde «Whine» de Putzgrilla, hasta «7 rings» de Ariana Grande, pasando por «Gorgeus» de Taylor Swift, «Walk on the Wild» de Lou Reed y «Fever» de Peggy Lee.
Esta versatilidad, estos contrastes y estas diferentes perspectivas para observar el sexo están encarnadas -según explica Muscari- en las tendencias artísticas que hacen vibrar individualmente a cada miembro de la troupe. En el camino hacia la fractura de los límites que busca el director, se repite una regla clara con la que Muscari y Napp insisten, mientras dirigen en vivo, entre las mesas: el público, de una forma u otra, formará parte activa de la experiencia.Mi idea era romper límites y volver tangibles diferentes maneras de ver el sexo. Se muestran el sexo romántico, el violento, el metafórico, las fantasíasJosé María Muscari
Hasta ese punto lo llevarán con diferentes guías: como las imponentes coreografías que protagonizan el reconocido actor y director Diego Ramos con las vedettes Magui Bravi y Noelia Marzol, pero el abanico de propuestas es inmenso e incluye también una escena de sexo de Gloria Carrá en los baños del lugar, un monólogo del comunicador Jorge Dorio, la voz de Esther Goris; también un set de música electrónica de Militta Bora; las performances de dos guapísimas drag queens, una de ellas vinculada al mundo del trap, y la actuación de un decano del café concert y del music hall, el transformista Walter Soares. El elenco lo completan Gabo Usandivaras, Jorge Moliniers, Max Damico, Rosmery González, Bianca Loponte, Juan Manuel Palao, Luciano Peréz, Melody Luz, Jesica Videla y Vixt «la Chica del Fuego».
El orden de un director experimentado, en medio del caos, vuelve única esta experiencia que -vale decirlo- incluye desnudos cuidados de viejo estilo, pero también otros desnudos más crudos, propios de un boliche del conurbano bonaerense. Curiosamente, frente a las provocaciones de las intérpretes femeninas del elenco, la mayor parte de los hombres del público permanecen quietos, tímidos. Pero ante el avance de los intérpretes masculinos, las mujeres se agolpan al pie del escenario y tocan los abdominales sin reparos.
Es sábado y, mientras muchos salen del lugar luego de la primera función, otros tantos esperan el inicio de la segunda vuelta, en la puerta del Gorriti Art Center. Allí, tres mujeres elegantemente vestidas ríen y conversan. Se llaman Julia, Cristina y María Inés -de 65, 54 y 59 años-, y vinieron a vivir la experiencia: «No sabíamos dónde veníamos, pero nos sorprendimos. Es una obra muy avanzada, bárbara, llena de sorpresas». Junto a ellas, la pareja de veinteañeros que conforman Martín y Maia señalaron: «La experiencia está genial. Me sorprendió el nivel de producción, y las coreografías, increíbles».
En la misma línea se expresó Agustina, una sexóloga: «Es una obra excelente, de vanguardia. Como todo lo que hace Muscari. No leímos mucho porque queríamos venir y sorprendernos. Es una propuesta interactiva. Creo que todo el mundo debería animarse a venir. Aún hoy hay muchísimos tabúes para romper respecto al sexo».
Fuente: Belisario Sangiorgio, La Nación