San Telmo, el barrio más antiguo de Buenos Aires, cumple 213 años. El lugar se destaca por ser sede del Casco Histórico Nacional, y también por las construcciones de antaño que aún permanecen en pie. Una de ellas es la Casa de los Ezeiza, ubicada en la empedrada calle Defensa, la arteria principal, que va desde Plaza de Mayo hasta Parque Lezama. Se trata de un caserón con una imponente arquitectura que supo subsistir al paso del tiempo y muestra en su interior parte del pasado.
La llaman la Casa de los Ezeiza, por la familia que habitó allí a finales del 1800, pero también la conocen como el Pasaje de la Defensa, y guarda entre sus paredes lo que fue la historia del barrio. Al cruzar el umbral, se ingresa en un espacio que por momentos parece detenido en el tiempo.
La casona de dos plantas fue construida a finales de década de 1880 y tiene una serie de habitaciones que desembocan en una galería en común. En la planta baja cuenta con tres patios: el del Tiempo, el del Árbol y el que lleva el apellido de la familia distinguida, que habitó allí hasta que debieron abandonar el lugar para huir de la peste de la fiebre amarilla que azotó esa zona de la ciudad de Buenos Aires desde 1870. Fue un conventillo, funcionó como un hogar de sordomudos y desde 1980 es una galería comercial de antigüedades, visitada por cientos de turistas cada fin de semana.
Cynthia Acher, arquitecta y guía de turismo, explicó a PERFIL por qué en sus recorridos por la Ciudad, no puede faltar este lugar: “Se trata de una casa con arquitectura colonial que llega con los españoles y que se propaga después de la creación del Virreinato del Río de la Plata, sobre todo la etapa de lo que se llama la aldea de Buenos Aires que va desde 1810 hasta 1822. Después hay una etapa que es la de la metrópolis, que va desde 1880 hasta 1920, que es la etapa de la belle epoque. El lugar posee una gran impronta de lo que es la arquitectura italiana. Tiene una sucesión de habitaciones que se comunican y por eso se llama ‘casa chorizo’. Esos dormitorios no ventilan directamente, sino que lo hacen a través de una galería que da al patio y funciona como el hilo que cose a toda la casa. Además posee columnas hechas en hierro, uno de los materiales estrella de finales del siglo XIX y principios del XX, y todos tienen capiteles corintios, el más esbelto de todos. Es una casa que mantiene la estructura y las molduras de la época. En el cielorraso dejaron a propósito que se vean los tirantes de madera con el metal desplegado para que la gente pueda ver cómo se construían hasta no hace mucho tiempo, hasta que aparece el durlock”.
“La fachada de la casa es netamente italianizante, tiene unas ventanas rectangulares que en general por encima de ellas tenés molduras. Después tiene columnitas apoyadas en el muro, que son pilastras que son del orden corintio. La planta baja está revestida en mármol de Carrara, algo que las familias muy importantes hacían era traerlo desde Italia. Algo fundamental en la casa es el aljibe: el elemento que permitía obtener el agua y en esa época no era algo que todos pudieran tener, sino sólo las familias pudientes porque era símbolo de la clase alta. El resto se iba a conseguir el agua a unas cuadras de ahí, a Paseo Colón y San Juan, hasta donde llegaba el río”, agregó.
En ese marco, detalló: “La casa perteneció a una familia aristocrática primero. Después, con la crisis del ’30, y la llegada de la segunda corriente inmigratoria de principios del siglo XX, se transformó en un conventillo, donde en vez de ser ocupada por una familia, lo será por más de 20 familias. Cada una de ellas ocupaba una habitación y compartían los espacio comunes: el patio; la cocina y el baño. Hay que darse una idea del estado de hacinamiento en el que se vivía compartiendo tantas familias. Los conventillos no son sólo los de La Boca, los de allí tienen la característica de que nace como tal porque eran las viviendas donde van a vivir los primeros marineros que trabajan en el primer puerto de Buenos Aires, donde vivían familias pobres”.
Acher completó con un poco de historia sobre la transformación que sufrió el barrio: “En San Telmo se dio un proceso de reconversión: muchas de las casas que eran habitadas por familias aristocráticas, por ejemplo, con la epidemia de fiebre amarilla —que afecta muy específicamente esa zona— fueron abandonadas y luego utilizadas en forma de conventillo. El dato de la fiebre amarilla es clave, se produce en 1871 y hace que todas esas familias aristocráticas que vivían en la zona sur —como los son los barrios de Monserrat y San Telmo— se trasladen a la zona norte: Retiro y Recoleta.
Cómo llegar:
De 1880 hasta 1920, en lo que llamamos la belle epoque, van a surgir las casas aristocráticas, que son los petit hotel que hoy son el Palacio Duhau, La Nunciatura, el Palacio de Francia. Los que subsistieron se transformaron en embajadas; hoteles y dependencias del Estado”.
Con más de un siglo de historia, el Pasaje de la Defensa está abierto al público de martes a domingo de 10 a 18 horas como una galería comercial en la que se pueden adquirir antigüedades, sacarse una linda foto o beberse un café y respirar, aunque sea por un rato, un poco del pasado del lugar y luego, recorrer por la clásica feria que comienza a metros de allí.
Fuente: Perfil