“Cada vez que vengo a Buenos Aires siento que debería quedarme más”, dijo Rosalía frente a un Hipódromo de San Isidro colmado. Es la primera noche de su tour Motomami (edición 2023) y su última visita no quedó tan lejos. El año pasado, tras la salida de su álbum más celebrado, Rosalía se presentó en el Movistar Arena y entregó un show despampanante desde muchos puntos de vista (impecable en lo musical, pero también de mucho impacto y despliegue visual). Esta noche, que vuelve a hacer foco en las mismas canciones, se enfrenta al desafío de mostrarlas con otra luz y sale airosa: si en agosto probó que podía entregar un show de máxima precisión, en la primera jornada del festival Lollapalooza Argentina hizo gala de su destreza para reconstruir un show nuevo con los mismos elementos y para reformular sus propios planes sobre la marcha.
Hace siete meses, Rosalía mostró en el escenario porteño cómo sus canciones de Motomami habían logrado al mismo tiempo minimalismo y collage, recorriendo y mezclando elementos del reggaetón, la samba y el flamenco. La desnudez de su voz en esas canciones se trasladó a un vivo muy atractivo: fue un show del que se habló durante varias semanas. La producción de sus canciones tenía algo kitsch: los samples podían ir desde el canto de un tiktoker (como la enumeración cantada en la intro de CUUUUuuuuuute), a un bolero cubano (como “Delirio de grandeza”, de Justo Betancourt). Para muchos, cuatro meses antes de que terminara 2022, ya podía llevarse los laureles del espectáculo musical del año. Afirmarlo no era exagerado: además de presentar un álbum sólido y mostrar todos los colores de su voz en vivo, su cuerpo de baile, los juegos entre una cámara que integraba la coreografía y las pantallas completaron un espectáculo contundente y a la altura de su disco.
Todo eso dificulta no pensar en este show en relación con aquel, no solo porque ambos tienen en el centro las canciones de Motomami, sino también porque el show de esta noche se construye con muchos de los mismos elementos que el de agosto. Por ejemplo, algunos momentos coreográficos con sus bailarines, versiones al piano y un coqueteo planificado con una cámara que emula el movimiento de su propio teléfono. Además de reformular ese lenguaje propio que construyó en la edición 2022 del Motomami Tour, el setlist se desvió hacia algunas novedades. A mitad de su show, la cantante interpretó “LLYLM”, su último single, en el que el flamenco vuelve al frente de la misma forma que lo hacía en sus primeras canciones, y una versión a capella de “Héroes”, de Enrique Iglesias.
El intento por repetir una versión de “Hentai” al piano se vio frustrado por razones técnicas. “Este pedal no funciona, no voy a tocar hasta que no lo arreglen”, dijo. Atendiendo a la propuesta del público, que le pidió que cante sin el acompañamiento del instrumento, mostró su voz aún más despojada que en el disco (allí apenas la acompañan el piano y unas baterías que suenan como metralletas).
Minutos más tarde, con varios tracks a sus espaldas en una noche húmeda y calurosa, el piano está dispuesto para que finalmente suenen los acordes de “Hentai”. “Este plan es el no plan. Este make up es el no make up”, dice mientras se seca el sudor de la cara y vuelve a peinarse. “Y este pelo, bueno, lo que sea”. Es un gesto pequeño, pero resume la forma en que la catalana mantiene una distancia prudente con el artificio que la potencia. Todo lo que bordea la música se puede reordenar, desarmar, volver a pensar o desaparecer: las canciones de Rosalía practican la autodefensa.
Drake, solo con sus rimas y sus trucos
“Solo soy un chico de Toronto llamado Drake”, dijo el rapero canadiense sobre el escenario principal de Lollapalooza. Y resulta difícil encontrar una frase que pueda ser tan técnicamente cierta pero tan simbólicamente falsa. Drake es muchísimo más que eso y cualquier atisbo de simpleza no se condice con su biografía. Es el rapero más exitoso en términos de ventas en, al menos, el último lustro. Un dato que se agiganta si se tiene en cuenta que no nació en Estados Unidos. Es el rapero que los raperos aman odiar y también el rapero que el público menos rapero ama amar. Sus discos suman reproducciones de a millones, su música funciona como un agujero negro que absorbe todas las tendencias en tiempo real y las pone a sonar en un hip hop que nunca es del todo contundente, como si en esa promesa de éxtasis, en ese clímax diluido en texturas de r&n tántrico, radicara su éxito.
Drake se plantó para su debut en Argentina con un show que respondió a las dinámicas de los recitales de hip hop en la actualidad. Solo en el escenario, sin banda, prácticamente sin visuales ni colores. Luego de los primeros 20 minutos de show la pregunta era: ¿Cómo va a sostener la atención de la gente durante una hora más? Y entonces, de la nada, cantó en español: “Muchaaachos…”. El público recogió el guante enseguida y terminó el himno que marcó la Copa Mundial ganada por la Selección Argentina el diciembre pasado. Drake es el entretenedor más grande y más global que tiene hoy el hip hop. Y la forma casi didáctica en la que contó que estructuraría su repertorio, por tratarse de la primera vez que llegaba por estas tierras, confirmó su pericia para encantar a las masas.
Pero mientras en el Hipódromo de San Isidro todo parecía estar encarrilado a gusto y placer del canadiense, un cartel en la transmisión por streaming del festival encendía una alarma: “Drake decidió, minutos antes de salir al escenario, no permitir la transmisión en vivo de su show, a pesar del compromiso formal previamente asumido. Lamentamos la decisión del artista”. Como contrapunto, sobre el escenario no se cansaba de repetir lo feliz que estaba de tocar por primera vez en el país y que desearía haber venido antes. La inclusión de hits de su primera época en el repertorio (su disco debut ya tiene más de 10 años) haría las veces, según él, de reparación histórica por la demora.
Y así fue como sonaron “Energy”, “Legend” y “Know Yourself (las tres de If You’re Reading This Is Too Late, de 2015), “Work”, su colaboración con Rihanna de 2016 y también dos de 2018: “God’s Plan” y “Nonstop”, un hit de mumble rap cuya mención a Ginóbili fue celebrada por los más conocedores de la obra de Drake. Pero de pronto todo llegó a su fin, media hora antes de lo previsto. Cuando parecía que con su presencia y unas llamas de fuego disparadas en momentos precisos era suficiente para sostener el show, no hubo más. “Voy a volver pronto”, había dicho minutos antes como promesa de una visita futura. No se explica, entonces, por qué no se quedó cuando ya estaba.
Fuente: Paz Azcárate, Sebastián Chaves, La Nación