Desde de los Jonas Brothers a Luis Miguel. De Ricky Martin a los Red Hot Chilli Peppers pasando por Rod Stewart y los Rolling Stones. Miembros de la realeza, como el rey Felipe de España y la reina Letizia han tomado algo allí. Incluso la reina Máxima de los Países Bajos sostuvo reuniones de trabajo en sus mesas. ¿De qué estamos hablando? De Pony Line Bar, el refugio que asoma dentro del Four Seasons Hotel, ubicado en
Posadas 1086, CABA.
Serán sus cócteles, su comida o su ubicación, pero Pony Line es buscado por el jet set: desde empresarios hasta modelos, desde banqueros hasta celebrities. Sin embargo, para entrar no es necesario ser un ‘Very Important Person’ (VIP). Se manejan sin reservas y la idea de cruzarse con caras conocidas en sus “caballerizas” -privados para unas 10 personas- suma a la hora de atraer al público local.
Jamás anunciarán quiénes están -aun cuando multitudes se agolpen en la puerta del hotel, como hace unos días con Maroon Five-. Se sabe que, adentro del bar, a las celebrites no se les toma fotos ni se les piden autógrafos. “Esté quien esté, aquí todos son iguales. Y si sos famoso, ‘no te ven’”, confiesa Gabriel Olivieri, director de marketing y relaciones públicas del Four Seasons Hotel Buenos Aires, pilar del lugar desde 2001 y, también, amigo íntimo de Pampita.
Códigos no escritos del bar más codiciado donde la discreción es prioridad. “Normalmente las celebrities no piden cerrarlo, solo se aseguran de tener acceso al bar después de sus shows. Acá andan libres, aunque cuidamos su privacidad, que no sientan incómodos”, explican.
El mejor polo del mundo (y su bar)
Pony Line Bar cumplirá diez años este año. “Lo empezamos a construir en 2011 y abrió a finales de 2012″, detalla Juan Gaffuri, director de alimentos y bebidas y chef ejecutivo del Four Seasons Hotel Buenos Aires. El especialista gastronómico ingresó en diciembre 2000 “cuando esto era otra cadena, y en 2001 desembarcó Four Seasons”. “Estuve en México, en Egipto y volví a Buenos Aires en 2011 justo para empezar a proyectar”, recuerda. Su memoria no falla: “Por entonces, como todo hotel cinco estrellas, teníamos que tener un bar -comenta-. Funcionaba Le Dome, del restaurante Le Mistral, pero buscamos uno con movimiento y vida propia, un bar independiente y de mayor calidad”. Así, cambiaron ubicaciones y “Le Mistral pasó a ser Pony Line y donde estaba Le Dome (detrás) hoy está Elena”.
Su creación giró en torno a un concepto. “Desde su nombre, Pony Line, está inspirado en el polo porque nuestro propietario -NdR: el dubaití Alí Albwardy- es amante de este deporte y considerado como uno de los mejores patrones de polo del mundo”, subraya. “La decoración gira a su alrededor: con establos, pisos de establos, cinchas colgando en el techo, accesorios de frenos de los caballos y materiales como cuero y madera entarugada así como texturas rústicas”, describe.
La hamburguesa de Pony Line
“La idea era enfocarlo en un público local, jóvenes que vinieran a pasarla bien y que disfrutaran de la buena comida. ¡Porque en esa época no existían los bares con buena comida!”, asegura. “Estaba convencido de que cada espacio del hotel debía tener comida de calidad y estar alineado con el espacio. Un bar trendy, que reflejara a la ciudad conocida por el polo a nivel mundial: casual, pero chic, con comida rica, fácil de comer y que la gente disfrutara”, destaca el director de alimentos y bebidas.
Entre citas y reuniones de trabajo, nada de salsas que chorrean ni de sabores demasiado intensos. “Nos enfocamos en los sandwiches y así, desde primer día, ofrecimos LA hamburguesa”. Fue así que la burger de Pony Line se convirtió en leyenda. “Nació en 2012 cuando aún no existía el auge por las hamburguesas -se ríe Gaffuri-. Su carne (250 gramos de una mezcla que hacemos nosotros y también tenemos dry aged) es la vedette y la acompañamos con un pan con una costra de queso cheddar, que le da ese sabor tan rico”. En Pony Line Bar también rankean sus helados, los Dolce Morte propios del Four Seasons Buenos Aires.
“Hasta entones los hoteles ofrecían pura cocina internacional, con suerte, Mediterránea -aclara Juan-. Pero la gente local no pisaba el hotel, solo los mediodías por reuniones. Quisimos apuntar al público local y al turista que buscara cocina local -eso que venían a buscar a Buenos Aires- sin tener que salir del hotel”. Así surgieron la hamburguesa, las empanadas de carne y la codiciada tabla de picada con panal. “Nadie usaba panal de miel, lo traje de mis viajes y lo empezamos a poner en las tablas entre jamones que hacemos nosotros, como el de pato que tiene pimentón de Cachi”, apunta.
La mística de Pony Line
Luego de una larga temporada cerrado por la pandemia, en el Four Seasons celebran tener a Pony Line lleno otra vez -300 cubiertos solo de noche-. El bar (uno de los pocos en el mundo de los hoteles reconocido por nombre propio) reabrió en octubre. Fue tras un año y medio cerrado, cuentan que su meta es retomar sus horarios todos los días hasta la madrugada. Los clientes, felices. “Dos días por semana -miércoles y sábados- tenemos DJ en vivo y es común que la gente se deje llevar por la música y se ponga a bailar”.
Sus paredes guardan las mejores anécdotas, como la noche en que una ‘muy famosa argentina’ -¡la mismísima Moria Casan!- estaba tomando algo cuando llegó al bar un multimillonario latinoamericano, le dijo que la admiraba de toda la vida y quiso dejarle un presente. Así fue como se quitó el reloj y se lo regaló. Un modelo de alta gama, dicen.
Su público es parte de la mística de Pony Line. Uno selecto, con vecinos, clientes fieles y huéspedes. Eso sí: aquí “nada de cortos ni ojotas”, aclaran. Bar de culto, se han pagado cifras astronómicas para celebrar eventos privados y cumpleaños allí. “Las personas son capaces de gastar fortunas porque quieren ser parte de Pony Line sí o sí”, aseguran.
Fuente: Paula Ikeda, La Nación