Piglia regresa al Colón: la sociedad de control estatal, un “caleidoscopio arqueológico” y la resistencia de las narraciones
Suena a lugar común decir que una obra artística se agiganta según pasa el tiempo. Tal vez se pueda afirmar tal sentencia cuando La ciudad ausente, la novela de Ricardo Piglia que imaginó una Argentina distópica regida por un Estado fascistoide en la que los relatos alcanzan un grado de locura paranoide, sube a escena una vez más en el teatro Colón en su versión operística, lograda gracias a la mano del más grande compositor de música contemporánea del fin del siglo XX, Gerardo Gandini, a diez años de su muerte. Es que la nación, como dice la célebre maldición china, vive tiempos interesantes.
La ciudad ausente es la novela de Piglia publicada en 1992, en pleno menemismo, que creaba una Buenos Aires posible y futura bajo un gobierno de control y vigilancia sobre los ciudadanos en la que Junior, un periodista, se proponía dilucidar el misterio de una máquina de traducir que, al hacerlo, crea obras inéditas -los alcances de la Inteligencia Artificial no son vanos al pensar el texto hoy-. El paradero, mecanismo y fin de La Máquina de Narrar se convierten en el centro del relato, un personaje femenino artificial creado por Macedonio, aquel escritor mítico de principios del siglo XX apellidado Fernández pero cuyo rastro queda impreso en su nombre de pila, quien quiso eternizar a su amada Elena y cuya creación se convierte en un foco de resistencia al Estado totalitario mediante la creación de narraciones que entrecruzan el relato oficial con las voces clandestinas en una mixtura afín con la locura, o el goce, de la literatura, que debe ser acallado.
En 1995, Gerardo Gandini le dio estructura de ópera contemporánea con el libreto del propio Piglia, y se repuso dos años después en el escenario del teatro Colón. El fin de la temporada 2023 -un futuro para aquel presente en el que la novela fue escrita- permite revivir la obra, esta vez bajo la puesta en escena de Valentina Carrasco, argentina de gran trayectoria en Europa en la actualidad; la escenografía del catalán Carles Berga, la dirección musical de Christian Baldini y la interpretación de Oriana Favaro como Elena, Sebastián Sorarrain como Macedonio, Alejandro Spies como Junior y Andrés Cofré como Fuyita, entre un gran reparto para poner las voces a una historia de historias. Una muy buena decisión para cerrar el año de modo esplendoroso e inquietante, con una obra afín a los tiempos.
Infobae Cultura asistió al ensayo general de la ópera, cuya puesta en escena es de una densidad atrapante, y conversó con Valentina Carrasco, que tuvo a su cargo la versión actual de esta creación contemporánea.
“Carles Berga, con quien trabajo hace mucho en el desarrollo de la puesta en escena de las obras en las que participo, me decía al leer el libreto y la novela: ‘La ciudad no está’. Y realmente no está –dice Carrasco–. Eso me hizo pensar en lo que pasa cuando vas a un sitio arqueológico, donde había una ciudad que ya no está. Están los trazos, los pedazos de muros, lo que estaba en el suelo. No se ve el muro, pero sí su huella. Esta cosa de la arqueología me resultó apropiada porque la obra está estructurada en estratos, en capas”.
La puesta en escena está a cargo de Valentina Carrasco
—Por eso esa ciudad que se presenta también como una ruina.
—Claro, sucede como al visitar una ruina romana, en la parte superior está la etapa romana, pero justo abajo vas a encontrar una parte griega. Si seguís cavando vas a encontrar una parte etrusca o de la era cartaginesa. Todo eso se encuentra en ese mismo lugar. Y la narración de narraciones de la novela de Piglia funciona así, como un caleidoscopio arqueológico. Las micro óperas que Lucía Joyce canta plantean otras temporalidades. Y yo le agrego la temporalidad más futura con el personaje del astronauta de una supernova que ha explotado. Y viene a explorar un planeta que se ha destruido. Como dice La Máquina de Narrar: ‘Están todos muertos’.
—Es un elemento inquietante para una puesta en escena donde predomina cierta oscuridad.
Te puede interesar:El gran regreso de Manuel Puig: conquistar a madame Bovary, anticipar el terrorismo de Estado y suscitar una muestra conmovedora
—Es que tiene un costado estético de esa naturaleza. Esa ciudad, que parece manchada por el petróleo, tal vez haya sufrido una consternación climática además. Por eso el astronauta recorre este espacio sin saber bien qué está encontrando. Tal como la búsqueda de Junior cuando se propone desentrañar el misterio de las narraciones en esa sociedad autoritaria y se encuentra aturdido por los descubrimientos narrativos que encuentra a cada paso.
El gran teatro porteño vuelve a recibir “La ciudad ausente”, ópera de Gerardo Gandini basada en la novela del escritor argentino
Piglia y Ginastera ofrecieron un conjunto creativo para que sea recreado de esta manera inquietante hoy. Esa ciudad que podría ser una Buenos Aires del futuro, en ruinas, atravesada por personajes misteriosos como La Mujer Pájaro, Lucía Joyce o esa Elena –la Máquina de Narrar interpretada de modo brillante por Favaro– se adentra en una posibilidad de contar un futuro no lejano e impredecible. Que sucede como una realidad dislocada y paralela, atravesada por las armas de una literatura paranoica que estalla.
Fuente: Infobae