Uno de los refugios de piedra que hizo construir Sarmiento en la cordillera para los arrieros. Estas construcciones replican la estructura del nido del hornero.
Laguna Brava. El Peñón (también llamado El Destapadito, el más bajo, a 3.500 msnm). Mulas Muertas. Veladero (el más alto: a 4.450 msnm). Zanjoncito. Come-caballos (el más próximo a la línea fronteriza argentino-chilena). Laguna Verde. Fandango. El Pastillo. Pucha Pucha. Pastos Amarillos. Pastos Largos (o Carnerito). Barrancas Blancas. Total: trece refugios que en la segunda mitad del siglo XIX salvaron a los arrieros que llevaban ganado a Chile de morir literalmente de frío, con temperaturas de hasta -40 °C, como solía suceder cuando el cruce de ganado al país vecino era moneda corriente.
Dos de los refugios se hicieron durante la gestión presidencial de Bartolomé Mitre, entre 1864 y 1865. Los otros once llegaron con el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento. El último se construyó en 1873.
Todos están a más de tres mil metros de altura y distantes 30 km uno de otro, es decir, a una jornada de caballo. De estos eficaces resguardos fueron responsables los hermanos italianos Carlos y Antonio Zanata, maestros constructores quienes, a su vez, habían tomado debida nota de las severidades climáticas imperantes en las alturas cordilleranas y contrataron a un inmigrante de origen ruso para construir los refugios andinos en base a un esquema racional. Por ejemplo, la forma circular y la estructura espiralada que a simple vista recuerdan las del nido del hornero, están asociadas al típico kazun, construcción mongola que cumplía la función de albergar a los pastores.
Para las obras se echó mano a las piedras de la región, unidas con una argamasa compuesta por cal, arena y agua salada. La forma del acceso a los refugios ayuda a mantener la temperatura interior y minimiza la acción del viento. Dicha entrada mira al este, en dirección contraria al viento predominante, que suele soplar del oeste.
El techo es una cúpula que remata una torrecilla con punta de piedra. Unas aberturas mínimas hacen las veces de ventana, y otra en el techo permite que los humos de un fuego necesario tengan por donde escapar. Al lado de cada construcción, un corral de piedra servía para resguardar los animales.
Dos de los 13 están muy maltrechos, pero el resto siguen en buenas condiciones y son utilizados por los montañistas, especialmente los de Veladero y El Peñón.
DATOS ÚTILES
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Fuente: Rossana Acquasanta, La Nacion