Red Hot Chili Peppers durante el show en el Monumental
os Red Hot Chili Peppers cargaban hasta hace unos años con el mote de ser una de las grandes bandas de rock que más defraudaba en vivo. Para el público argentino, la única vez que se habían presentado en la cancha de River, allá por octubre de 2002, fue la prueba más fehaciente que corroboró la cuestión. En plena crisis post de la Rúa, el grupo había dado un show poco convincente desde lo sonoro a lo que se había sumado una puesta tan austera que dio la sensación de que el estadio les había quedado grande. Muchas visitas a la Argentina y mucha historia después, los shows que dieron el viernes y el domingo en el estadio Más Monumental saldaron con creces aquella deuda que probablemente ellos no sabían que tenían.
Hoy, los Red Hot Chili Peppers son una banda de rock hecha y derecha. Cuando a nivel mainstream lo que abundan son los shows ultra guionados, con repertorios ensayados, cronometrados y repetidos hasta el hartazgo, lo de Anthony Kiedis, Flea, Chad Smith y John Frusciante recupera el espíritu de banda de bar. Un buen ejercicio para pensar esto sería recordar cuál habrá sido el último grupo o solista que comenzó un show en River con una zapada instrumental, como lo hicieron anoche los RHCP. Vestidos de colores y con filtros lisérgicos en las pantallas a los costados del escenario, los músicos calentaron motores con una pequeña jam de psicodelia sintética para que minutos después Kiedis se les uniera cuando la zapada había derivado en “Can’t Stop”, un funk histérico y musculoso bien al estilo de los clásicos del grupo.
A partir de ahí y durante poco más de 90 minutos, el show no se corrió de esa tónica. Mini zapadas entre tema y tema con un despliegue sonoro y físico que tiene a Flea corriendo y saltando por todo el escenario. “The Zephyr Song” y “Dani California” completaron el triplete de inicio para que “Aquatic Mouth Dance” sea la primera de Unlimited Love, uno de los dos discos que editaron el año pasado.
Un homenaje a Syd Barrett y una cita a “London Calling”, de The Clash, en la intro de “Right On Time” funcionaron como guiños a la historia del rock ya con el cuarteto ajustado. Mientras Flea toca lo imposible, Frusciante toca lo improbable y Chad lo imprescindible. “Suck My Kiss” y “Californication” recuperaron los años dorados del grupo, aquellos en los que esa mezcla rara de alternatividad y mainstream los tenía rotando por MTV con videos tan icónicos como sus temas. De ahí a otro homenaje en clave zapada, esta vez a Funkadelic, una referencia más clara y evidente al pasado que forjó su sonido. A aquella mezcla de funk y psicodelia que lideró George Clinton en los 70, los RHCP le agregaron anabólicos. Así suenan hoy, como el momento en el que el maíz se convierte en pochoclo.
Y si nada parece estar guionado y con ello la posibilidad del error está latente, los Red Hot Chili Peppers surfean la incertidumbre con un oficio que nunca se vuelve rutina. Excpeto, claro, por eso de mostrar los pectorales. Para el final, Anthony Kiedis se sacó su remera calada, expuso su torso desnudo como lo hace históricamente y en la pierna de su pantalón brillaba el conejo de Playboy. “Give It Away” a puro empuje y velocidad marcó el fin del show. Los Red Hot Chili Peppers repetirán el domingo, pero a diferencia de la mayoría de los artistas que tocan en estadios, lo que no repetirán será la lista de temas. Porque a veces alguna banda de rock recuerda cómo eran las cosas.
Fuente: Sebastián Chaves, La Nacion