Ni funcional, ni exótico, ni homenaje al planeta Saturno, crease o no, la singular por forma del Planetario porteño se basa en mística oriental, ideogramas arquitectónicos y conceptos esotéricos. Hoy, un nuevo libro sobre el Galileo Galilei viene a descubrir sus secretos mejor guardados en los últimos 52 años.
Las diseñadoras gráficas Julieta Ulanovsky y Valeria Dulitzky acaban de publicar “Extraordinario Planetario”, un libro de 164 páginas en el que radiografían a uno de los íconos más misteriosos de la ciudad. El libro habla de todo, de la historia, de su inusual resolución técnica y funcional y revela el significado oculto del edificio.
La sorprendente forma del Planetario, mezcla de plato volador y exprimidor gigante, remite a una arquitectura que parece haber salido de la nada. No registra antecedentes previos, ni herederos posteriores. Además, para materializar su singular estilo se requirieron esfuerzos estructurales y constructivos mayúsculos, inusuales para cualquier época.
Para sumar situaciones atípicas, la obra le fue encomendada por las autoridades municipales al arquitecto Enrique Jan, empleado en la Dirección General de Arquitectura y Urbanismo que tenía apenas 40 años y ningún antecedente ni experiencia en la construcción de edificios tan especiales. Y lo loco es que, cuando nadie lo esperaba, Jan sacó una soberbia obra de arte de la galera y la hizo realidad.
El plan original era construir el Planetario en Plaza Seeber, en diagonal al Monumento de los Españoles, frente a la Avenida del Libertador, entre la embajada de los Estados Unidos (Palacio Bosch) y el Zoológico. Pero, cuando empezaron a excavar las bases, encontraron un tremendo caño de Obras Sanitarias y tuvieron que cambiar de lugar. Así fue como el proyecto se trasladó a Avenida Figueroa Alcorta, donde está hoy, en el comienzo de El Rosedal y los lagos de Palermo, un lugar bastante apartado para la época.
Tantas coincidencias azarosas no encuentran una explicación lógica, lo mismo que el bajo perfil que mantuvo el arquitecto después de concretar su obra maestra. Ahora, el libro de Ulanovsky y Dulitzky pone algo de luz sobre el tema. Profusamente fotografiado por Xavier Martin, analizado y escudriñado por la politóloga María Pagano, Extraordinario Planetario exhibe toda la magia del ícono y más de uno de los secretos.
Después de desmenuzar la historia, la forma y la construcción de la obra, la investigación de Pagano se detiene en una pieza central para comprender el edificio, el escrito “Claves para entender el Planetario” que redactó el propio Jan y fue publicado después de su muerte.
El Planetario en plena construcción durante la década del 60. Se inauguró en diciembre de 1966.
En sus páginas, rescatadas por Antonio Cornejo, ex director del Planetario, el arquitecto se explaya sobre la detallada simbología oculta en su creación. “Motivado por ‘cierto interés por lo oriental’, Jan concibió al Planetario como un ideograma arquitectónico que transmitiera un concepto”, explica Pagano.
La construcción se apoya en tres patas arqueadas de hormigón que cubren una distancia de casi 43 metros entre sí. La entrada elevada toma la forma de un puente que sortea el hueco debajo del edificio, entre sus pies de apoyo. Se trata de una gran olla artificial que sugiere la existencia de un cráter con una espejo de agua en su fondo (hoy seco).
El asunto es que el edificio parece flotar, un efecto buscado, pero además, la gran cúpula, con un diámetro de 23 metros, parece demasiado pesada para sus pies de apoyo. El exterior de esa media esfera es de hormigón está cubierta por una grilla superficial del mismo material. En el interior tiene otra cúpula de aluminio que sirve de pantalla.
Para Jan, el puente por el que se ingresa al Planetario no es sólo una pasarela, es la “llave entre el afuera y el adentro, la transición entre un paisaje terrenal (un plano de dos dimensiones) y una nave tridimensional en la que se producen y transmiten los conocimientos”. El piso del puente está tapizado de baldosas triangulares y no es un capricho estético, tiene un sentido más elevado.
El edificio se sostiene en tres patas arqueadas, por debajo cuelga el piso de la exposición, en el subsuelo hay dos plantas y, sobre todo, está la cúpula y el anillo de circulación.
Tres patas arqueadas de hormigón cubren una distancia de casi 43 metros entre sí.
El texto del arquitecto aclara que el triángulo equilátero es la figura clave en todo el edificio y tiene un significado especial. “Es la base de la estructura: el Planetario se apoya en tres patas. A partir del triángulo se derivan el rombo, el hexágono, el tetraedro y el círculo, figuras que se despliegan y replican en toda la arquitectura del Planetario: oficinas, paredes, muebles, la trama de las baldosas, el anillo de la galería, la estructura semiesférica de la cúpula”, explica Pagano.
Para muchos autores, el triángulo está entre los elementos de una «proporción divina», una relación de medidas armónicas. Platón veía al triángulo equilátero como símbolo de la armonía, la divinidad y la proporción.
La entrada elevada toma la forma de un puente que sortea el hueco debajo del edificio, entre sus pies de apoyo.
Pero para los especialistas, el triángulo también simboliza la unidad del cielo y de la tierra. En el cristianismo, representa la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo; para los budistas, la Triratna: Budha, Dharma y Sangha; en el antiguo Egipto, a Isis, Osiris y Orus; en el hinduismo, a Brahma, Vishnu y Shiva.
Pero, tal vez, ninguna de esas referencias haya sido lo que quiso expresar el arquitecto. Jan imaginaba al edificio como la síntesis del ser humano. Lo concibió como la intersección de dos pirámides invertidas, una apuntando hacia el cielo, y la otra, en sentido contrario, hacia abajo. “Arriba, la cúpula redonda con su anillo y el piso colgante del museo. Hacia abajo, las oficinas y la sala de máquinas”, detalla Pagano y describe que la escalera central que une los distintos niveles forma las vértebras de lo que para Jan era el eje que une el sacro y la bóveda craneal, “el canal por donde asciende el conocimiento”.
La nueva tecnología permite iluminar y costumizar el exterior para distintos acontecimientos.
Además, cada una de las dos pirámides de base triangular que imaginó el arquitecto se llaman “tetraedros” y son la representación típica de una molécula de carbono, base de la vida en la Tierra.
Pero las simbologías siguen tal como lo describe la investigadora interpretando al autor: “El límite entre ambas pirámides es el casquete de hormigón blanco con las tres patas. Abajo, los hombres trabajando en oficinas con bordes hexagonales y la sala de depósitos y máquinas, separadas del parque por un espejo de agua que da la sensación de estar en una isla. Arriba, la sala de proyecciones donde el público se sienta a ver el espectáculo”.
Para el arquitecto Enrique Jan, autor del Planetario, el ascensor central con su escalera helicoidal es el eje que conecta “lo más profundo con lo más elevado”, al igual que la columna vertebral humana que une el sacro y el cráneo.
Entre las las patas arqueadas y la enorme cúpula, el edificio es, básicamente, una galería en forma de anillo que, según explica el libro, responde a la filosofía de Jan, para quien el tiempo es circular. “Esto se percibe con los cambios de estación y también en los ciclos de nacimiento, vida y muerte. La percepción del tiempo se asocia con una dimensión más elevada y majestuosa que nos permite ver el horizonte; luego, después de completar un viaje circular, volvemos al lugar del que partimos y reconocemos los mismos lugares a pesar del trayecto recorrido. Esto es lo que marca los años, siglos, eones: año tras año regresamos a la fecha arbitraria del 31 de diciembre en la creencia de que un año termina y otro está por comenzar”, escribía el arquitecto.
En sus escritos, Jan confiesa que una vez lo contactaron unos masones intrigados sobre si él pertenecía a alguna de sus corrientes. “Habían llegado a percibir una parte de la simbología del edificio. Pero yo no era masón, simplemente creía que un edificio público que tenía una función debía expresar a quien supiera leerlo las ideas que había detrás de la función que cumpliría”, escribió.
El Planetario es el centro de un sistema de senderos estratégicamente diseñados.
Por caso, Jan veía el ascensor central del Planetario cómo el eje central que unía y conectaba “lo más profundo con lo más elevado”, al igual que la columna vertebral humana que une el sacro (un hueso triangular “curiosamente llamado sagrado”, destacaba) y el cráneo, “En cuyo interior tienen lugar las representaciones virtuales del mundo perceptivo que nos rodea”.
En sus textos, el autor del Planetario afirmaba que la concepción de su obra maestra fue la combinación de un proceso interno de síntesis y la sensación de estar “participando como brazo ejecutor de una fuerza expresiva que trascendía la persona”. Al parecer, la revista bimestral Planeta de 1964, tuvo gran influencia en el carácter de sus intereses. “Amplió mis horizontes cognitivos y la forma de ver las cosas que me rodeaban. Coincidió esta época con cierto interés por lo oriental, especialmente la capacidad sintética de su arte y de su idioma escrito, los ideogramas. La información está ahí para el que sabe interpretarla”.
Ulanovsky y Dulitzky, que forman el estudio ZkySky, son responsables de otros dos libros sobre íconos urbanos: “El libro de los colectivos” y “Divino Barolo”. Antes de decidirse por el Planetario como tema de su tercera publicación, pensaron en la Casa Rosada, la Confitería El Molino, el Congreso de la Nación pero, cuando se enteraron que el Día del Astrónomo coincide con el Día del Diseñador Gráfico, entendieron el mensaje.
Además de la adecuación tecnológica, la modernización incluyó incorporación de pantallas led e iluminación inteligente.
Visita al Planetario de la mando de su autor
En un número de la revista del Planetario de la década del 60, el propio Enrique Jan invita a recorrer el edificio de su mano y nos da una pauta de lo que para él era importante. Aquí, el texto original del arquitecto bajo el título «Visita al Planetario»:
«Una gran plataforma hexagonal, en el centro de los jardines de Palermo y junto a un lago a lo largo de la Avenida Sarmiento, es el punto de confluencia de varios caminos peatonales que lo sitúan a usted frente al Planetario. Usted ingresará al edificio a través de un puente sorteando el vacío de una gran olla de 47 metros de diámetro de cuyo fondo emergen los volúmenes arquitectónicos aislados por un gran espejo de agua.»
«Apenas atravesado ese medio de combinación de los espacios diferentes, el suyo y el que visita, se encontrará en un ambiente donde la estructuración de las formas están ordenadas por un figura geométrica, la más simple, el triángulo equilátero.»
La escalera que recorre el eje central del Planetario es una helicoide.
«Este módulo de 60 centímetro en sus tres lados forma la trama que rige el edificio hasta el límite buscado, a partir del cual se continúa en un módulo de grados angulares. Con ellos se fueron creando ordenadamente los complejos volúmenes y sus correspondientes simbolismos que influirán sobre su persona. Usted ya está situado en una atmósfera insólita que lo predispondrá imaginativamente al espectáculo.»
La nueva tecnología permite iluminar y costumizar el exterior para distintos acontecimientos.
«Ya en el hall de entrada, apreciará el gran casquete triangular esférico que aparte de sus funciones estructurales, crea un límite expresivo debajo del cual rige el módulo triangular y encima del mismo todo se ordena por el módulo de grados angulares. Bajo este techo curvado de hormigón blanco, se desarrolla toda la actividad del edificio que en su simbolismo se asemeja a la asumida por el hombre, trabajando y creando en su hábitat globo terráqueo.»
Luego de un año cerrado por reformas arreglos y la instalacion de nueva tecnologia, el Planetario abrió remozado en 2017. / Juano Tesone
«Por encima de este límite abovedado, simbólicamente magnificado, están situadas las actividades específicas del Planetario que configura en su conjunto los conocimientos que tiene y adquiere el hombre sobre el espacio exterior ya en plena expansión y tentado a emplearlos en su conquista.»
«Ascendiendo por amplias escaleras perimetrales al hall de entrada, usted recorrerá un primer piso de exposición cuya forma en planta es triangular y cuya característica estructural es la de estar colgado.»
«La gran transparencia de su contorno le permitirá apreciar la fuerza expresiva del casquete abovedado que le sirve de techo y cuyas prolongaciones se ven penetrando en el borde de la olla en tres puntos equidistantes de apoyo.»
Ray Bradbury durante la visita del escritor de ciencia ficción a Buenos Aires en su visita al Planetario (2006).
«Por escaleras situadas en los extremos angulares de esta sala, ascenderá traspasando el límite abovedado que separa el tratamiento modular antes descripto. Aquí, la atmósfera anterior confinada bajo el casquete abovedado se expande y las visuales abarcan la extensión del parque circundante desde una galería totalmente vidriada, de forma anular, cuya función es continuar con la exposición del piso anterior y encauzar al público hacia la sal de proyecciones.»
Jon Andrew McBride, es un oficial naval y aviador estadounidense retirado, piloto de caza, piloto de pruebas, ingeniero aeronáutico y ex astronauta de la NASA. en el Planetario.
«El cambio brusco entre las formas anterior y estas nuevas ayudan al efecto perseguido sin contradecir las leyes geométricas elementales.»
«A través de una de las seis entradas disponibles, usted se introducirá a la sala de proyecciones en cuyo centro podrá apreciar una maravilla mecánica y óptica que realiza sus proyecciones sobre una pantallas semiesférica de aluminio blanco perforado.»
Tres patas sostienen toda la estructura, por debajo de ellas, cuelga uno de los pisos de la galería de exposiciones.
«Sentado ya sobre butacas de respaldo reclinable, asistirá al espectáculo explicado del grandioso espacio exterior, matizado con proyecciones cinematográficas, diapositivas y también algunas funciones de otro tipo.»
«Finalizada la función, volverá a recorrer en el descenso las salas de exposición hasta llegar nuevamente al hall de entrada, pero aquí no acaba el edificio, que se continúa en dos subsuelos. En el primero de ellos, y descendiendo por una escalera helicoidal, usted podrá concurrir a una biblioteca especializada o a las oficinas administrativas y de dirección.»
«Todos estos ambientes se permitirá obtener, por transparencia de sus muros perimetrales y techo, visuales inesperadas y, al mismo tiempo, hacerle sentir el aislamiento necesario para el trabajo obtenido por el declive de la hondonada de césped exterior y por el espejo de agua que circunda el edificio en el fondo de la misma, y que provocará la sensación de estar en una isla.»
El arquitecto Enrique Jan imaginó el edificio como parte de un sistema de pirámides de plantas triangulares invertidas e imbricadas.
«Por la misma escalera helicoidal se desciende al segundo subsuelo ya bajo tierra, donde están situados los depósitos y funcionan las maquinarias que brindan los servicios esenciales, incluido el aire acondicionado.»
«Desde el hall de este segundo subsuelo y por el centro geométrico de los diversos pisos superiores, hasta llegar a una plataforma debajo la gran bóveda triangular, usted verá desplazarse, dentro de un conducto de cristal y rodeado de la escalera helicoidal, un ascensor en cuya cabina transparente se transportan los conferencista y el personal a cuyo cargo está la programación del espectáculo en la sala de proyecciones.»
El libro Extraordinario Planetario del estudio ZkySky muestra la increíble repetición de triángulos equiláteros en todo el edificio.
«Llegado a la plataforma, los verá penetrar en la sala a través de una puerta automática que se oculta en el piso. También allí se enfatiza por medio de escultura arquitectónica de uso práctico agregando al conjunto un simbolismo más.»
Centos de personas se reúnen para ver el primer eclipse total de luna del año este domingo en el Planetario de la ciudad de Buenos Aires.
«En síntesis, un edificio que contiene dentro de su particular atmósfera, los elementos didácticos y el incentivo necesario para que usted pueda ampliar su conocimiento sobre el maravilloso espacio exterior.»