CÓRDOBA.- En todo el país decir “Uritorco” (Capilla del Monte, Córdoba) es sinónimo de misterio, de energías, de posibilidad de vida extraterrestre. Muy cerca del cerro está el Pueblo Encanto, un parque temático de 14 hectáreas construido alrededor del Castillo Mudéjar, construido a fines del 1800 que ahora está en venta. El precio es de US$2,4 millones. El lugar tiene una historia muy rica y los dueños aspiran a que siga funcionando como un atractivo turístico.
El primer dueño del castillo, ubicado cerca del río Calabalumba, fue Odilo Estévez Yánez, quien llegó a los 14 años desde un pequeño pueblo de Ouresen (España). Tenía un nivel alto de educación para la época cuando llegó y se reunió con su hermano. Empezó a trabajar en una almacén de ramos generales y en un molino yerbatero Macías en Entre Ríos, después se convirtió en viajante en el mismo rubro, lo que lo llevó a instalarse en Rosario. En esa ciudad, en 1899, se casó con Firma Mayor Taltabull. No tuvieron hijos.
Fundó Yerbatera Paraguaya, dueña entre otras marcas, de la 43. Con los años se convirtió en un jugador importante del sector; importaba yerba desde Brasil y en Rosario tenía secadero y molienda. Fue uno de los primeros en “enlatar” la yerba. Llegó a ser uno de los hombres más ricos del país; iba y volvía a España, donde incluso hizo donaciones a el museo El Prado.
Estévez Yánez compró los terrenos y construyó su casa, a la que llamó Villa Firma. Una suerte de “recreación” de la zona andaluza española. Conocido como “el conde” -por cómo vivía no porque tuviera ese título-, eligió el estilo mudéjar para el castillo que incluso tiene un patio andaluz.
El castillo, cuya construcción se terminó en 1927, tiene 11 habitaciones, sala de juegos, dependencias para servicio y un patio andaluz. La familia de Estévez Yánez lo usaba para sus vacaciones. Los herrajes, azulejos pintados a mano y aberturas fueron traídas de España.
Cuando, en 1931 el entonces rey de España, Alfonso XIII, perdió el trono, Estévez le ofreció la villa para que se instalara. En esos años, incluso, se decoró más el parque, con las reproducciones de cuadros de Goya en las fuentes y con azulejos sevillanos que cuentan la historia de El Quijote. El “conde” gestionó el castillo hasta su muerte, en 1945.
Después fue pasando de manos hasta que en 1979 lo compró el poeta Sebastián Alejandro Lusianzoff (autor de seis libros de poesía y de más de 200 canciones), quien lo habilitó como Pueblo Encanto. En ese momento, la construcción estaba muy abandonada.
Embelleció el parque, sumó una pinotea muy importante (fue robada en 2004) e incluyó esculturas hechas en piedra suyas y de Félix Ruiz y lo reinauguró con la primer noche del Festival Argentino-Español de Folklore, para el que construyó una guitarra de 40 metros de altura.
Estuvo cerrado, con intervalos, entre 1989 y 2002, cuando se volvió a abrir con unas cabañas para turismo en la zona. Lusianzoff murió en el 2004. Su hijo, Marcelo Lusianzoff, es uno de los herederos y es quien se encarga de la administración.
“Por la historia que hemos reunido -cuenta Lusianzoff a LA NACION – Estévez era masón; tenía muchas relaciones y contactos. Fue muy amigo de Lisandro de la Torre, de cuyo partido formó parte. Hizo su propio escudo de armas que tiene serias fallas, no le fue otorgado”.
Muchos de los muebles originales del castillo están en el museo Estévez de Rosario, un palacio que él compró para instalar a sus cuñadas al lado de donde vivía él y su esposa”. Incluso el matrimonio terminó haciéndose cargo de una niña adoptada por su cuñada y cuñado; la joven Lili de Arijon se casó en el hotel Ritz con “el conde del río Tajo”, de donde se toma la costumbre de llamarlo así a Estévez.
Lusianzoff agrega que “el conde” era un estudioso de la cultura de los pueblos originarios, en especial de los comechingones que habitaron en la zona. Incluso, los guías del castillo mencionan que buscó el “bastón de mando”, una pieza a la que se le adjudican “poderes”. Se trata de un objeto que tiene tantas leyendas alrededor como el Santo Grial. De ese bastón hay una réplica en el castillo.
“En las arcadas hay pinturas que se relacionan con esa historia; el número mágico 7 está en varios lados; hay un piso en damero típica de los masones”, precisa Lusianzoff. Alicia Francioli, su madre, tiene hoy 93 años y fue durante años la encargada de cuidar los 200 rosales de los jardines del castillo.
La decisión de vender todo el parque es porque “con una inversión tiene mucha potencialidad; da mucho más de lo que podemos hacerlo rendir nosotros”, admite Lusianzoff. Además del castillo, en la superficie hay un salón de 400 metros cuadrados, ocho cabañas, un domo vidriado, un laberinto de cuarzo y una pileta de natación estilo romano. “Se nos hace muy difícil mantenerlo; nuestra intención es que el lugar siga como está, con su historia”, enfatiza.
Fuente: La Nación