En el corazón del ecléctico barrio de Retiro, un espacio que alguna vez estuvo abandonado y desgastado por el tiempo, se transformó en un epicentro de creatividad, reflexión y experimentación artística. Giorgia Alliata, una joven de 24 años (y recientemente graduada de la carrera de Derecho de la Universidad de San Andrés), llevó a cabo un proyecto que reivindica el patrimonio cultural y fusiona arte y filosofía en un entorno único.
La historia comienza durante los desafiantes tiempos de la pandemia. Giorgia aún era estudiante y se encontraba en busca de un taller creativo. Fue entonces cuando halló este departamento en una de las cúpulas del icónico Palacio Bencich en la esquina de avenida Córdoba y Esmeralda. Construcción residencial diseñada por el arquitecto Eduardo Le Monnier en el año 1927, este proyecto arquitectónico fue realizado por solicitud de los hermanos Massimiliano y Miguel Bencich. Además, aquí tuvo su hogar nada más y nada menos que la poetisa argentina Alfonsina Storni (1892-1938). Una placa conmemorativa la recuerda en la entrada principal del edificio.
Según recuerda, la zona “estaba muerta” y “los precios eran muy bajos”. En aquel momento, Retiro carecía de atractivo y las oficinas estaban desiertas. Giorgia tenía la idea de transformar un espacio desde hacía tiempo, y su contrato de alquiler estaba a punto de finalizar. Justo en ese momento, surgió la oportunidad de adquirir este departamento de 89 m². Para ella, ésta era una oportunidad excepcional de cumplir con dos objetivos fundamentales: encontrar un lugar donde vivir y, al mismo tiempo, dar rienda suelta a su pasión por el arte. Y se convirtieron en su razón para comprarlo.
Mientras llevaba a cabo la mudanza, Giorgia tomó una decisión trascendental: basar su tesis de grado en Filosofía del Derecho en el trabajo que emprendería en su nuevo hogar. Su visión estaría centrada en la circularidad y la justicia desde una perspectiva visual, dos conceptos aparentemente divergentes que entrelazaría de manera sorprendente en su proyecto artístico.
La cúpula, que llevaba dos décadas deshabitada y que anteriormente había sido remodelada por su antigua propietaria, se convirtió en el lienzo en blanco de un experimento artístico único. Ubicado en el piso 12, concretamente en el basamento de la cúpula, el mayor problema que tenía el departamento eran las filtraciones de humedad. Aunque esto podría significar un problema para cualquiera, para Giorgia se transformó en una fuente creativa. Utilizó químicos fotosensibles que reaccionan a la luz, la humedad y otras variables climáticas para crear capas de arte que capturan la esencia del espacio y su historia.
El proceso de transformación duró nueve meses, durante los cuales Giorgia habitó su espacio de experimentación. Las paredes, recién pintadas, comenzaron a descascararse debido a las condiciones climáticas y la humedad, pero este fenómeno se convirtió en un elemento distintivo y simbólico de su arte. La mayoría del trabajo tuvo lugar desde principios de 2022 hasta octubre del año pasado.
La cúpula no solo se convirtió en su taller, sino también en su hogar y en el epicentro de su obra y creatividad.
Giorgia advierte que la cúpula como vivienda habitable no era muy práctica, pero su enfoque siempre estuvo en intervenir y transformar este espacio y no como residencia permanente. “Mi concepto artístico tiene que ver con habitar un lugar, por eso el proyecto se llama “Encúpula”. Dormir en el lugar que intervenía era fundamental en mi proceso”, explica. Sin embargo, surgieron algunos desafíos, ya que los químicos que usaba generaban mucho olor y se veía obligada a volver a lo de sus padres de manera intermitente. “Luego de la inauguración, la cúpula empezó a crecer y tanta gente venía a verla que no podía seguir viviendo ahí”, explica la abogada, por lo que terminó transformando su dormitorio en una sala de exposición. Desde entonces, una gran variedad de visitantes curiosos, de amantes del arte y la arquitectura hasta fotógrafos acuden cada semana.
El espacio se divide en dos áreas distintas: la exposición permanente, que se encuentra en la cúpula circular en la esquina del edificio, y la habitación rectangular, que muta cada uno o dos meses. En el presente, ésta se encuentra en proceso de montaje para exhibir la obra de otra artista. Ambos espacios están conectados por un pasillo con una pequeña cocina en el medio.
Definitivamente, este proyecto se ha convertido en una iniciativa altamente colaborativa. “Comprendí que deseaba brindar a otros la oportunidad de experimentar lo que significa intervenir un lugar de manera similar a como lo hice”, cuenta Giorgia. En el contexto de la cúpula, también colaboraron otros cuatro artistas: Martín Rodríguez, Cleo Stoutzker, Benito Ekmekdjian y Ramón de Oromí.
Recientemente, y después de casi dos años, Girogia tuvo que dar un paso difícil y alejarse del espacio que tanto transformó para cursar un máster en arte en Estados Unidos. Si bien consideró convertirlo en una fundación, la responsabilidad de gestionarlo a distancia era inviable. Por ello, aunque se mantiene a la cabecera del proyecto, delegó en Rosario Seré, estudiante de Diseño, la gestión administrativa, la organización de los montajes y las visitas. “Para mí, este lugar va más allá de una simple galería; lo considero un espacio cultural, interdisciplinario y experimental. No perseguimos fines comerciales, sino que evaluamos propuestas que se alineen con la esencia del espacio y damos la oportunidad de exponer a artistas comprometidos”, señala la abogada.
Las visitas solían ser de acceso libre, pero debido a la limitación de 20 personas en simultáneo, se establecieron horarios para recibirlas: los lunes y jueves de 14:30 a 18:30. Para asegurar la asistencia y evitar reservaciones incumplidas, se requiere la compra de un ticket a través de Passline con un costo de $800.
El concepto de justicia
En las palabras de Giorgia, su camino la llevó a desarrollar un concepto profundamente arraigado en el Derecho, aunque su esencia la empujaba hacia el mundo del arte. “Soy artista visual, todo lo que hago conceptualmente tiene que ver con la idea de justicia”, revela. Para ella, el arte desempeña un papel fundamental en visualizar la relatividad de este concepto. “El Derecho es un orden normativo que nos regula”, afirma, pero también está “el concepto más filosófico sobre justicia”. Para ella, el arte puede abordar estas cuestiones en niveles más profundos y a menudo inalcanzables para las leyes.
Esa conexión intrínseca entre el arte y la justicia es evidente en la historia de la humanidad. Giorgia recuerda que en momentos en que la política y el derecho no representan adecuadamente los intereses de la mayoría, el arte emerge como un mecanismo efectivo para dar voz a esas personas. “Hubo movimientos artísticos a lo largo de la historia que tuvieron un impacto enorme a nivel social y jurídico”, subraya. A pesar de que se tiende a considerar al arte y al derecho como dos esferas separadas, Giorgia urge a comprender su constante interacción. “Se les da muy poca importancia porque se piensa que son dos mundos distintos, pero en realidad están constantemente en roce”, concluye.
“Encúpula” no solo recupera y resalta la riqueza cultural de Retiro, sino que también pone de manifiesto cómo una iniciativa nacida en un espacio olvidado puede desencadenar un impacto transformador que va más allá de los límites disciplinarios. Desde la arquitectura de la cúpula, se despliega un experimento creativo que se convierte en un faro inspirador y un espacio de intercambio de ideas. Esta propuesta nos invita a descubrir cómo la creatividad, el pensamiento profundo y la vida actual se entrelazan de manera profunda.
Fuente: Candelaria Reinoso Taccone, La Nación