En la misma cuadra, su arquitectura de inspiración barroca contrasta con la de su vecino racionalista, el monumental edificio Comega. Ubicado en la avenida Corrientes y 25 de Mayo, el hotel Jousten fue construido en la década de 1920 bajo la impronta del lujo y la sofisticación. Por su cercanía al puerto era el elegido por los extranjeros que llegaban al país.
Cuenta Jimena Collado, directora general, NH Collection Jousten, que, en sus primeros años, no solo era un hotel, sino también un hogar para muchas personas que vivían allí de manera permanente. En esa época, la modalidad de estadías prolongadas en hoteles era bastante frecuente, de manera que las habitaciones estaban acondicionadas como departamentos. “Era el lugar donde se alojaban los pasajeros que llegaban a Buenos Aires en los transatlánticos, desembarcaban en el puerto cercano y se quedaban por largas temporadas”, explica Collado.
Y advierte que la fachada fue, desde un principio, uno de los aspectos más destacados y más llamativos del edificio. Esa misma se conserva y aún sorprende a los transeúntes. Actualmente, la entrada mantiene su herrería artística original, con una imponente puerta enmarcada por dos pilastras de orden dórico y dos esculturas de soldados con armaduras en bajorrelieve que se ubican a uno y otro lado a modo de custodios del lugar.
El edificio se construyó sobre el terreno que pertenecía a María Lidia Lloveras, princesa de Faucigny-Lucinge, dama de gran fortuna. Tanto que parte de las manzanas de la calle Corrientes, entre Leandro Alem y el Obelisco, le habían pertenecido. “Su deseo era contar en Buenos Aires con una réplica exacta de su château en Francia. Para ello destinó un terreno de su propiedad en la esquina de Corrientes y 25 de Mayo, en una ciudad que estaba en plena transformación. El Jousten nació como un símbolo de exclusividad y distinción, fue uno de los hoteles más elegantes de la época y el preferido de la aristocracia y la alta sociedad”, sostiene Collado.

Tal como recuerda la actual directora general del hotel, durante los años 20, la Argentina atravesó una época de crecimiento y prosperidad por la fuerte expansión del sector agropecuario. Durante los años siguientes, la ciudad pasaría por una etapa de modernización a causa del gran crecimiento demográfico que había tenido al tratarse de uno de los puertos principales de América.
Por esos años, el desarrollo del transporte y el aumento en la cantidad de automóviles hacía necesaria una planificación urbana. A comienzos de la década del 30 se había inaugurado la línea B de subterráneo por debajo de la avenida Corrientes, para 1936 esta vía había dejado de ser angosta para transformarse en una avenida de 26 metros de ancho, mientras que un año después se inauguraba el primer tramo de la 9 de julio, la avenida más ancha del mundo que en esos tiempos se extendía apenas por 500 metros, entre Tucumán y Bartolomé Mitre. Toda esa zona había evolucionado notablemente y el Jousten vivía por entonces sus mejores años.
Intriga y espionaje
La construcción del hotel había comenzado en 1926 y tuvo su inauguración en 1928 con la presencia de Marcelo Torcuato de Alvear, entonces presidente de la Nación, quien fue huésped en numerosas oportunidades. Según detalla Collado, el hotel fue uno de los primeros edificios del país construido en hormigón armado.

La princesa de Faucigny-Lucinge había encargado su diseño al cuñado de su hermana, el arquitecto Raúl Pérez Irigoyen, quien llevó adelante el proyecto junto a su socio, Luciano Chersanaz, la dupla optó por un estilo ecléctico. “Algunos especialistas lo describen como un edificio de influencia colonial española, mientras que otros lo consideran un exponente del neoplateresco, una corriente del barroco español”, asegura la directora general del hotel.
En efecto, el neoplateresco se caracteriza por la abundancia decorativa con profusión de ornamentos en la composición de las fachadas y de los interiores. Tal como se observaba en el Jousten, tanto en la mencionada fachada como en su interior que se distinguía por detalles como mayólicas traídas de España, columnas en yeso talladas, pisos y escaleras de mármol de Carrara, Italia.
Desde la entrada principal, al subir la escalinata se sucedían el salón para señoras a la derecha, el de lectura en el sector izquierdo, el sector de desayuno y la cocina en el primer piso y un salón de fiestas que daba hacia la calle 25 de Mayo. Originalmente, el hotel contaba con 80 habitaciones distribuidas entre el primer y octavo piso, además de cuatro suites en los pisos superiores y una suite presidencial en el décimo piso.
Su restaurante, El faisán, fue famoso durante décadas, frecuentado por la aristocracia y celebridades, se ubicaba en el subsuelo, pero, al situarse en una pendiente, se asomaba en hacia el este. “Una de las historias más fascinantes del hotel ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Se dice que en El Faisán, espías alemanes e ingleses se reunían bajo identidades falsas, con pasaportes adulterados y profesiones inventadas. Este episodio lo convirtió en escenario de intrigas y secretos propios de una novela de espionaje”, cuenta Collado.
Entre los personajes más recordados que fueron huéspedes del hotel se encuentra Carlos Monzón. Se dice que, en la década del 70, el boxeador, luego de sus peleas en el cercano Luna Park, se sentaba a celebrar con una copa de champagne en el restaurante del hotel.
Respecto de la princesa que hizo levantar el esplendoroso hotel, sorpresivamente vivió sus últimos días en la pobreza. Había perdido su fortuna en manos de Bertrand de Faucigny-Lucinge, su marido que incluso la abandonó y la dejó sin un peso; incluso se dice que alquilaba una pieza en una pensión.
Amiga de Jorge Luis Borges, la apodaban la Colorada Lloveras, por su pelo rojizo. Según cuenta en el libro Borges a contraluz, la escritora Estela Canto, ella había inspirado al escritor en varias de sus obras. “Era una mujer espontánea, cordial, que soportaba con estoicismo la pérdida de su fortuna, algo penoso en todas partes, catastrófico en la Argentina. La princesa era despreciada por haber perdido esa fortuna. La sociedad prefería olvidarla. Borges compensaba esto de alguna manera. Él siempre la llamó ‘princesa’ y nunca se tomó la libertad de tutearla, como era costumbre entonces en ciertos medios”, recuerda Canto.
Renovado
El hotel cerró sus puertas en la década del 80 y fue comprado en los años 2000 por la cadena hotelera NH. Según explica Collado, a pesar de las renovaciones, el hotel mantuvo su esencia y su estructura original con muy pocas modificaciones. En su última gran renovación, el estudio español TBC llevó adelante un rediseño que fusionó la elegancia original con un estilo contemporáneo. Se renovaron pasillos y habitaciones en donde se destaca la moquette con estampados vegetales de Christian Lacroix.
Actualmente cuenta con 85 habitaciones, un restaurante-bar en planta baja, un gimnasio y una sala de reuniones en el primer subsuelo. “Hoy, la mayoría de los huéspedes del NH Collection Buenos Aires Jousten son viajeros corporativos, aunque también recibe visitantes que buscan una experiencia de lujo en una ubicación privilegiada de la ciudad”, agrega la directora general.
Sus puertas están abiertas al público general para disfrutar de su variada oferta gastronómica, por ejemplo, la que propone en su espacio, La Sagrada, que combina la gastronomía de México con la local. Con aires renovados, el Jousten mantiene la impronta de elegancia y sofisticación, fiel al deseo de la princesa de Faucigny-Lucinge casi 100 años atrás.
Fuente: La Nacion