Es un fin de año atípico, pero la Confitería del Molino viene cumpliendo con lo anunciado: como se adelantó hace un mes, volvieron a girar sus aspas, la cúpula exhibe otra vez sus vitrales iluminados y la fachada se liberó de todos los andamios que la cubrían.
El monumental edificio viene siendo restaurado desde hace más de dos años pero, con la pandemia, el proceso se frenó. Ahora recobró ritmo y cerró el año con triunfos varios, pese a un principio de incendio el viernes 18 en el horno de vitrales del quinto piso, que fue rápidamente extinguido por Bomberos de la Ciudad.
Primero se repusieron sus demolidos leones alados y se terminó de renovar la azotea, donde se instalará un rooftop bar. Después volvieron a girar las aspas tras estar paradas durante décadas. Aspas que a principios de semana estuvieron iluminadas de rojo. Ese es el color original, según los restos encontrados en el mecanismo y los recuerdos de los vecinos. El rojo también aparecía en el logo de la Confitería del Molino y en el papel de envoltorio.
Días atrás, las aspas de la Confitería del Molino volvieron a girar. Después de restaurar la cúpula, comenzaron a desmantelar los andamios que cubrían la fachada del edificio. Foto Lucía Merle
Pero para que terminara de cobrar forma esta versión provisoria de la Confitería, faltaba la cúpula, esa que termina en aguja y que es una de las marcas registradas de este edificio singular. Hace dos semanas volvieron a colocarse los vitrales, retroiluminados y detrás de un vidrio laminado de protección. Habían sido puestos a punto por un equipo de vitralistas externo, que debió restaurar los que estaban y reponer los que había roto el granizo.
El paso previo fue quitar los andamios: 1.800 metros cuadrados de caños, puentes y pasarelas que cubrían la propiedad desde fines del año pasado. Para eso, primero hubo que terminar de restaurar los cielorrasos de los cuatro balcones de la cúpula. Todos llevan teselas, delicadas piezas vítreas que en muchos casos se habían perdido.
El desmantelamiento de los andamios se hizo desde la cúpula hacia abajo. Empezó el 5 de diciembre y el miércoles 23 retiraron las últimas estructuras, ubicadas sobre la vereda. Sólo quedaron maderas cubriendo las vidrieras de la planta baja del edificio.
Así se veía la planta baja del edificio de la Confitería del Molino el 16 de diciembre. Foto Lucía Merle
Lo próximo en agenda es restaurar la marquesina con vitrales, el último paso para descubrir la fachada por completo. Justamente, para poder renovarla, había que retirar los andamios. Esta semana se firmó un convenio de colaboración con Astillero Río Santiago, empresa de construcción naval y metal-mecánica del Ministerio de Producción bonaerense, que arrancará a trabajar en ese sector en la segunda quincena de enero.
“Hicimos el primer tramo de recuperación de la marquesina y ya sabemos cómo intervenir su estructura metálica”, explicó a este diario el arquitecto Guillermo García, asesor patrimonial del edificio.
El miércoles 23 de diciembre terminaron de retirar los andamios que cubrían la planta baja de la Confitería del Molino. Foto Emmanuel Fernández
Toda la restauración está supervisada por la Comisión Bicameral Administradora del Edificio del Molino, que se creó tras la transferencia del inmueble al Congreso de la Nación y coordina el proyecto.
La restauración por dentro
En los últimos días, el nuevo look externo de la confitería motivó miradas, fotos y comentarios en redes sociales. Pero, aunque la gente no pueda verlo, por dentro el edificio también se transforma.
El salón de fiestas del primer piso fue recuperado casi por completo, incluido su vitral en el techo. Y avanza la puesta en valor de la fachada de la planta baja, que incluye vidrieras, ornatos de bronce, cortinas de enrollar y revestimiento pétreo.
Por dentro del edificio de la Confitería del Molino también avanza el proceso de restauración. Foto Germán García Adrasti
La renovación sigue incluso de forma subterránea: el segundo y el tercer subsuelos ya están consolidados, mientras que en los próximos meses se licitarán los trabajos del primer subsuelo.
En ese nivel se instalarán la cocina de la confitería y un museo con las máquinas y los hornos principales, de cámara abierta. Atrás quedaron los primeros tiempos de la puesta en valor, cuando un hombre buceó esos subsuelos inundados para apuntalar la estructura, que estaba a punto de colapsar.
Los antiguos ascensores del edificio de la Confitería del Molino. Foto Germán García Adrasti
Todos estos pisos están unidos no sólo por escaleras sino también por ascensores, algunos con cabinas históricas, traídos directamente de Milán en la segunda década del siglo pasado. Estos elevadores serán restaurados en sus botoneras y en otros elementos representativos.
Todavía no hay visitas de la obra programadas, pero se evalúa recibir público con protocolo para 2021, para que pueda ver cómo avanza la restauración. En este edificio, cada obra se llama a licitación: en los próximos meses se convocará a una para construir las pasarelas que permitan hacer recorridos sin pisar los pisos. Todo sujeto, desde luego, a la evolución de la pandemia.
Fuente: Clarín