MADRID.- No es fácil desembarcar en el circuito teatral de Madrid y pisar fuerte de entrada. Gustavo Yankelevich lo sabe y por eso está doblemente feliz: por haberse animado a producir una versión musical de Los puentes de Madison en un teatro de la famosa Gran Vía de la capital española y porque las funciones, desde su estreno el 18 de noviembre, casi siempre se hacen a sala llena, a pesar de que hay muchísima competencia (hay más de diez musicales en cartel). “Hacía rato que teníamos ganas de hacer algo fuera de la Argentina. Las opciones eran España o México, porque en el resto de los países de lengua hispana no hay temporadas, no hay obras que duren varias semanas o meses en cartel -explica Yankelevich-. Tuvimos la posibilidad de entrar en esta sala maravillosa de Madrid, la del Teatro EDP, y decidimos hacer una inversión grande. Es una obra con un gran despliegue escenográfico. Queríamos arrancar fuerte para apostar a tener una continuidad en este mercado”.
Esta versión en español del musical Los puentes de Madison, estrenado primero en Broadway y premiado con dos premios Tony, está protagonizada por una actriz catalana -Nina, cantante e intérprete de larga trayectoria que ha sido jurado y directora de la academia de Operación Triunfo– y un argentino, Gerónimo Rauch, integrante en su juventud de Mambrú y con mucho recorrido en el género, con papeles importantes en obras taquilleras como Jesucristo Superstar y Los miserables, tanto en Madrid como en Londres. La dirección quedó a cargo de otro argentino, el pampeano Alberto Negrín, arquitecto y escenógrafo que trabajó con un material más basado en el best seller de Robert James Waller (vendió 25 millones de ejemplares en todo el mundo) que en la venerable película en la que Clint Eastwood y Meryl Streep interpretaban a esos dos personajes que en plena madurez viven una historia de amor vibrante e inesperada con un final frustrante y lacrimógeno.
La puesta en escena es fastuosa y revela una inversión riesgosa que por ahora luce justificada porque el público viene acompañando. Hay funciones de martes a domingos (los viernes y sábados en dos horarios, además) y la taquilla se mueve. “Venimos bien, pero nunca se sabe. Para eso estamos los empresarios, para invertir y si sale mal, dar vuelta la página y pensar en lo que vendrá -asegura Yankelevich, que tiene otros cinco espectáculos en cartelera en Buenos Aires-. Después de la pandemia, la gente volvió con todo al teatro de la calle Corrientes. Nosotros tenemos planificado para el año que viene un espectáculo nuevo de Roberto Moldavsky, una obra francesa titulada La verdad que van a protagonizar tres exintegrantes del elenco de Casi ángeles y Tomás Fonzi, y una versión de Tootsie, aquella gran película de los años 80 en la que Dustin Hoffman aparecía travestido y que será seguramente la comedia del año. Y el próximo 5 de enero estrenamos la versión teatral de Casados con hijos con todo el elenco original, algo que nos tiene muy entusiasmados”.
Los puentes de Madison tiene otro condimento especial para Yankelevich: la aparición en el reparto de Franco Yan, hijo de la recordada Romina Yan (fallecida en 2010), y nieto del productor y de Cris Morena. Franco interpreta al hijo de Francesca, la protagonista de una historia romántica que la revitaliza pero también la obliga a tomar una decisión muy difícil en la célebre escena de la camioneta que es el clímax de la película: ¿debe abandonar a su familia, olvidarse de rutinaria vida de ama de casa y responder a su instinto amoroso o actuar con más frialdad y contenerse? “El que hago es un papel importante porque te permite entender mejor la decisión que toma Francesca -sostiene Franco-. Yo no había visto la película hasta que me convocaron para la audición del musical. Y cuando la vi me sorprendí porque el personaje casi no aparece. Pero como esta obra está más apoyada en el libro, el rol de Michael es mucho más relevante, así que estoy muy feliz de ser parte del proyecto y de poder tener un personaje tan lindo. Los dos hijos de la protagonista son importantes en la historia que cuenta esta obra, son parte de la explicación de la actitud de Francesca”.
Para Gerónimo Rauch, que se pone en la piel del forastero que también se enamora pero tiene mucho menos que perder que el personaje con el que brilló Meryl Streep. “La obra es una prueba de lo primitivo y lo potente que es el amor, a pesar de que en esta historia hay dos personas que intentan evitar lo que es a todas luces inevitable”, explica. Rauch ve a su personaje -el sensible fotógrafo de la National Geographic que encarnó Eastwood para el cine, como “un tipo al que en un momento inesperado le detienen el mundo, le marcan un destino, un sentido para su vida”. Ese proceso del que habla el actor empieza la primera vez que cruza su mirada con la de Francesca, aun cuando ya desde ese momento inicial tiene total conciencia de que las posibilidades de progreso del vínculo no son muchas. “Es un trotamundos que entiende que en el fondo él estaba buscando, necesitando otra cosa”, señala el cantante argentino, él mismo un artista que eligió cambiar de entorno, de vida, mudándose a España. “Oportunidades hay en todos lados -afirma-. Irme de la Argentina fue duro, pero el éxito no depende de dónde estés, sino del objetivo que te pongas. Dicho esto, es cierto que en Europa quizás podés vivir de un espectáculo que hacés semanalmente, al menos durante el tiempo que está en cartel, y en la Argentina eso es más difícil, tenés que hacer más de una cosa para vivir de lo que te gusta. Y eso obviamente agota”.
Músico y actor, Franco Yan tiene 22 años y acaba de terminar su formación en Londres. Todavía no tuvo oportunidad de probar las rispideces crónicas en las carreras de la mayoría de los actores. A pesar de que es familiar del productor de Los puentes de Madison, no eludió la audición que hicieron todos los aspirantes al papel que finalmente quedó en sus manos. Su idea es, en principio, hacer pie en España, donde ve más oportunidades que en la Argentina. “Vivir fuera del país en el que naciste y creciste te abre necesariamente la cabeza. Yo lo hice para estudiar, y ya terminé una carrera de grado y tengo el título. Pero lo que aprendí en ese proceso, más allá de lo formal, es a tener disciplina en el trabajo, a ser riguroso en lo que hago. Entonces no veo mal tratar de quedarme. Creo que mi familia sabía ya cuando era más chico que en algún momento iba a volar”, argumenta Franco mientras da sus primeros pasos en un un género que claramente tiene sus epicentros en Estados Unidos e Inglaterra. “Te aseguro que en la Argentina también hay talento de sobra -interviene convencido Rauch-. Cada vez que viajo a Buenos Aires voy a ver musicales y teatro porque aprendo, no necesito ir a Londres para eso, aunque en la Argentina siempre hay menos recursos. Pero justamente por eso sabemos resolver con poco, nos arreglamos con lo que hay. En las producciones de los Estados Unidos y Europa hay departamentos que se ocupan específicamente de cada tema, es todo muy ordenado y también un poco más burocrático. Capaz que tardan más que en nuestro país para resolver un problema. Es verdad que nosotros lo atamos con alambre y listo”.
La buena respuesta que viene obteniendo esta primera incursión de Yankelevich como productor en el mercado español se da en el contexto de una gran explosión de público en la inmensa mayoría de los espectáculos en vivo (teatro, música) que se presentaron después del paréntesis compulsivo de la pandemia. La industria del entretenimiento parece reactivada. “Con la pandemia nos dimos cuenta definitivamente de que esto se termina, de que nada es eterno -analiza Rauch, de 44 años-. Entonces hay que aprovechar el tiempo. No tiene sentido posponer el ocio, el placer, o decir ‘algún día empezaré a hacer ejercicio’, por ejemplo. Ahora todos los gimnasios están repletos, igual que los teatros. La vida es hoy, hay que vivir lo más intensamente que se pueda”. Franco tiene la mitad de la edad de su compañero, pero coincide con él: “De chico me dijeron una vez que uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde. La pandemia nos cortó durante demasiado tiempo todo lo que nos gusta: ir al teatro, al cine, a ver un concierto. Pero la gente empezó a valorar mucho más todo eso cuando le faltó. Lo empezó a ver como una necesidad”.
Fuente: Alejandro Lingenti, La Nación