Caminito, la sonrisa de colores de La Boca. El Cementerio de Recoleta. La Plaza de Mayo. La escultura de Mafalda, en Chile y Defensa, Monserrat (no San Telmo). Puerto Madero. El Obelisco. La calle Corrientes. Y sigue la lista de celebridades porteñas.
Pero la Ciudad de Buenos Aires tiene otras maravillas menos céntricas y menos difundidas: joyitas de barrio. ¿Un ejemplo? Los paisajes de cuento del joven Cortázar.
“Por Tinogasta y Zamudio bajó Clara taconeando distintamente, saboreando un sol de noviembre roto por islas de sombra que le tiraban a su paso los árboles de Agronomía. En la esquina de Avenida San Martín y Nogoyá, mientras esperaba el ómnibus 168, oyó una batalla de gorriones sobre su cabeza…”, escribió el autor de «Rayuela» en el relato «Ómnibus», de «Bestiario» (1951).
Placa. En Artigas 3426, como recuerdo de Cortázar. / Juan Manuel Foglia
Y lo que Cortázar contó ahí podría pasar hoy en el Barrio Rawson de Agronomía: un triángulo residencial ubicado, justamente, entre las calles Tinogasta, Zamudio y San Martín.
Centenera y Tabaré. La esquina de los poetas del tango, en Pompeya. / Juan Manuel Foglia
Al Rawson lo diseñó la Comisión Nacional de Casas Baratas para que trabajadores pudieran comprar a crédito en 1934, con 104 viviendas y 9 edificios de 3 pisos, intercalados con verde. Y, con el crecimiento urbano, devino en un remanso. Con callecitas circulares, casas de aire inglés asomadas entre árboles, rosas chinas trepándose a las paredes y gatos (sus «guardianes», según Cortázar), es uno de los más lindos de Buenos Aires.
Mirador. El Comastri, de vidrio y hierro, encanta en Chacarita. / Juan Manuel Foglia
En un departamento del tercer piso del edificio de Artigas 3246, frente a la plazoleta Carlos de la Púa -bautizada así en homenaje a esa figura del lunfardo, llamado también Malevo Muñoz-, vivió Cortázar parte de su juventud: entre los 1934 y 1951, antes de partir a París. Una placa sobria -todo es murmullo en esta zona, salvo por algún pájaro bravo- lo recuerda.
Hay más paisajes de cuento en Capital, claro. Está la esquina de los poetas en Centenera y Tabaré, tal vez, el rinconcito más colorido y cálido de Pompeya: Homero Manzi, vecino, lo inmortalizó en el tango «Manoblanca» (1941) pero como se lo ve hoy, con homenajes a figuras del tango, surgió en los años ’80 cuando pintaron allí la letra de -justamente- «Manoblanca» y otro vecino, Gregorio Plotnicki, empezó a formalizar el museo del barrio.
«Castillito». De Devoto, construido a fines del siglo XIX. / Juan Manuel Foglia
Está, además, el mirador de vidrio decorado y hierro, encargado para la villa de estilo renacentista italiano que la familia Comastri, ilustre en Chacarita, encargó entre 1870 y 1875. Y está también, entre otros, el «castillito» de Devoto, construido en 1896 con arcos de aires renacentistas venecianos sobre las puertas y las ventanas.
Boulevar Los Incas. A la altura de Zapiola está «La Navegación», parte del Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889. / Juan Manuel Foglia
Claro que esta elección de joyitas de barrio es breve y caprichosa. Un comienzo, nomás, de una lista de escenarios porteños donde es raro encontrar historias de inmigrantes, de tango, de cronopios, de famas y de esperanzas, entre otras.
GPS Joyitas de los barrios porteños
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Infografía: Clarín
1) Una esquina de poetas. La de Centenera y Tabaré aparece en el tango «Manoblanca» (1941), de Homero Manzi. La inmortalizó con la historia de un «carrero que apura su tropilla» y canta versos que la nombran. Fuentes del Gobierno porteño explicaron que ese espacio surgió a comienzos de los años ’80, cuando pintaron en el lugar la letra de «Manoblanca» y otro vecino, Gregorio Plotnicki, empezó a formalizar el museo del barrio, que se llama como ese tango. En la vereda también se instalaron homenajes a Sebastián Piana, José Dames, Julián Centeya, Astor Piazzolla y Nelly Omar, entre otros.
«Manoblanca». El tango, en las calles de Pompeya. / Juan Manuel Foglia
2) Un mirador. De hierro y vidrio, fue realizado por el arquitecto Eugenio Biagini en la villa de estilo renacentista italiano que la familia Comastri, ilustre en Chacarita, le encargó entre 1870 y 1875. Fue alquilada. Se usó como escuela. Y aunque la modificaron y quedó casi en ruinas, siguió en pie. Por impulso del tataranieto de Comastri, Agustín, la Junta Histórica local y otras entidades de Chacarita, la vienen recuperando. En Loyola, Bonpland, Aguirre y Fitz Roy, con su elegancia, encanta.
Panorama. En lo alto, el mirador Comastri, de Chacarita. / Archivo
Interior. El mirador Comastri, con sus juegos geométricos y de colores. / Archivo
3) Un pasaje. Conectado por pasillos, con bancos y maceteros decorados con mayólicas de Talavera de la Reina (Toledo, España) y plantas colgantes, el Pasaje General Paz, en Colegiales, es uno de los más lindos de Capital. Fue diseñado como “vivienda colectiva” (para los que ascendían en la escala social y podían dejar los conventillos) por el arquitecto e ingeniero Pedro Vinent -el mismo que ideó el Barrio Inglés de Caballito- y construido por la empresa Gustavo Taddía en 1926. En Ciudad de la Paz 561/ Zapata 562.
Pasaje General Paz. Ex vivienda colectiva, en Colegiales. / Juan Manuel Foglia
4) Un boulevar. Los Incas nace en Elcano, Crámer y el puente sobre las vías del Mitre y termina en Villa Ortúzar. En la esquina de Zapiola, está la escultura «La Navegación» fue esculpida por el francés Louis Barrias para se parte del Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889. De vuelta en el país, lo reconstruyeron en Plaza San Martín y hasta 1932 albergó al Museo Nacional de Bellas Artes.
Los Incas. El boulevar, con la escultura «La Navegación». / Juan Manuel Foglia
El Pabellón, diseñado por Albert Ballú -también francés-, inspirado en El Palacio de Cristal construido en Londres para la Gran Exposición de 1851, se expuso prácticamente al lado de la Torre Eiffel. Luego lo desarmaron para ampliar la plaza. Pocas piezas sobrevivieron. Ésa es una. «La Agricultura», en el boulevar San Isidro y Paroissien, Saavedra, otra.
Zoom. «La Navegación», de Louis Barrias./ Luciano Thieberger.
5) Cortázar en Agronomía. La antigua casa del autor de «Rayuela» (1963) está en el tercer piso de Artigas 3426, donde lo homenajea una placa.
Edificio. Donde vivió Cortázar, de Agronomía. / Juan Manuel Foglia
Pero el Barrio Rawson, donde se encuentra esa edificación, forma un triángulo residencial entre las calles Tinogasta, Zamudio y San Martín, con 104 viviendas y 9 edificios de tres pisos -como ése- , intercalados con parques.
Rayuela II. La huella de Cortázar en Agronomía. / Juan Manuel Foglia
Al Barrio Rawson lo diseñó la Comisión Nacional de Casas Baratas en 1934. Los gatos siguen siendo los «guardianes» de sus callecitas circulares, como en la época de Cortázar.
6) Un «castillito». Así le dicen los vecinos a la sede de la Sociedad de Fomento y de la Biblioteca Roque Sáenz Peña, de Villa Devoto. Fue construida en 1896 en terrenos donados por Federico Devoto, sobrino de Antonio, con un mix de influencias “pintorequistas”. Una de las más notorias es la oriental, con rasgos renacentistas venecianos, como se ve en los arcos ojivales de puertas y ventanas. Está en una de las tantas manzanas irregulares del barrio, en Habana, Joaquín B. González y Francisco de Enciso.
Manzana irregular. La del «castillito» de Devoto, en Habana, Joaquín B. González y Francisco de Enciso./ Juan Manuel Foglia
Fuente: Clarín