1. El Alcázar (San Juan)
Hipnótico cerro de colores en el valle de Calingasta, se destaca además por su buena acústica.
Poco antes de llegar a Barreal, a 22 km, un corto desvío hacia la izquierda lleva a esta monumental formación rocosa, producto de la erosión, que cambia de color según pasan las horas. Evoca, con una alta dosis de imaginación, el Alcázar de Sevilla. Muchos sanjuaninos eligen este lugar, con aspecto de anfiteatro, para celebrar sus casamientos.
Por su acústica casi perfecta, además, es el escenario donde se realiza el Concierto de las Américas, un espectáculo bajo las estrellas que convoca, a mediados de abril, a distintos artistas nacionales. Fuera de este evento puntual, El Alcázar se convierte cada noche en un observatorio astronómico: la gente acude en sus autos o motorhomes para disfrutar de uno de los cielos más diáfanos de la zona.
Es de muy fácil acceso y se lo puede recorrer a pie, entre algunas casitas mineras en proceso de demolición como únicos rastros de presencia humana. Desde 1993, es Monumento Natural de San Juan, razón por la que se lo considera área natural protegida.
2. Bajo Vénica (Santa Fe)
Cerca de Avellaneda, en el paraje El Timbó, se esconde un hábitat cuya biodiversidad se expresa en esteros, bañados y un palmar extraordinario.
Es un tramo de 15 km dentro de una propiedad de la familia Vénica, cuyos ancestros friulanos llegaron al lugar hace varias generaciones.
El paisaje más impactante es el extenso bosque de palmeras caranday (Copernicia alba) que, visto desde el estero, se antoja infranqueable, una pared de ejemplares de varios metros de altura.
El Bajo Vénica forma parte de Jaaukanigás, primer sitio Ramsar sobre el río Paraná, en el departamento de General Obligado, y es uno de los de mayor extensión de la Argentina con 492.000 hectáreas. Esta ecorregión de arroyos, lagunas, pantanos, estanques y pastizales inundables abarca desde el límite con Chaco hasta el arroyo Malabrigo (de norte a sur) y desde el cauce del Paraná hasta las RN 11 y RP 1, de este a oeste.
Jaaukanigás (se pronuncia “yaukanigas”) quiere decir ‘gente del aguaʼ, en la lengua de los abipones que moraban en estos humedales unos 2.000 años antes de la llegada del huinca (hombre blanco), tal como lo señaló el jesuita Martín Dobrizhoffer.
Una fauna salvaje pródiga en aves (350 especies), reptiles (59 especies), mamíferos (78 especies) y anfibios (45 especies) integra el elenco del Jaauka, como popularmente se lo llama en sus pagos.
Sitio Ramsar Jaaukanigás RN 11 esq. calle 21 (terminal de ómnibus de Avellaneda). T: (03482) 22-6458. Contacto: Amílcar Vallejos. [email protected]
3. Tierra de Colores (Santa Cruz)
Un breve sector muy próximo a la RN 40, cerca de la Cueva de las Manos, para asombrarse con los tonos fucsia y amarillo del terreno.
Tierra de colores es el sendero más accesible de los cuatro que la fundación Rewilding armó y prevé donar próximamente al Parque Nacional Patagonia. El sector que le da nombre, profuso en amarillos, fucsias y ocres, está casi sobre la RN 40, unos 56 km al sur de la localidad de Perito Moreno.
El recorrido completo implica unos 4,8 km, que demandan poco menos de una hora. La caminata puede hacerse desde la ruta hacia la Posta de los Toldos (la base de servicios de la zona), o viceversa. También es posible optar por un trekking corto y plano, de unos 10 minutos, que incluyen el sector más colorido del trayecto.
Esta geografía es conocida por su acepción en inglés, badland. El término remite a tierra mala, por las dificultades que el suelo presenta para quienes quieren explorarlo: cuestas empinadas, superficie suelta y arcillosa, poca vegetación, lluvias muy esporádicas, pero intensas. En otras palabras, depara erosión garantizada que resulta el paraíso del paleontólogo porque expone fósiles. Es lo que sucede en la Argentina en el Parque Provincial de Ischigualasto, en San Juan. Pero a diferencia de los colores más intensos del norte, aquí los tonos son pasteles, como de una cassata de vainilla, frutilla y chocolate, que se encienden con el brillo del sol.
La Posta de los Toldos IG: @lapostadelostoldos
4. Salinas del Bebedero (San Luis)
Estas colinas de sal se encuentran a unos 45 km al sudoeste de la ciudad capital, camino a Mendoza.
Las Salinas del Bebedero son un escenario ideal para estar al atardecer. Es un desierto blanco próximo a la localidad de Balde, 45 km hacia el sudoeste de la ciudad de San Luis en dirección a Mendoza, por RN 146 pavimentada.
Las grandes extensiones de sal forman sólidas montañas que adquieren un tinte rosado con la puesta del sol, y alrededor todo está muy quieto y silencioso. En este lugar funciona una de las fábricas que la procesan más importantes del país, pero no se visita.
La sal se extrae de la capa madre, una especie de costra que se encuentra debajo de la laguna natural. Por efecto de las lluvias, esta capa se disuelve y forma una salmuera; luego, por efecto de los rayos solares, se acelera la evaporación y se produce la cristalización de este mineral, que es extraído por cosechadoras y que los camiones acopian en grandes parvas que, por largos meses, se dejan estacionar hasta que se sequen.
La sal, o cloruro de sodio, es una de las responsables de la salinidad de los océanos y del fluido extracelular de muchos organismos. Este mineral es uno de los más abundantes del planeta Tierra, un nutriente esencial para muchos ejemplares del reino animal, vegetal y, además, para los seres humanos.
Estas salinas cubren una superficie de 5 kilómetros de ancho x 15 de largo. La explotación se inició a principios del siglo XX, cuando la laguna del Bebedero acusaba una fuerte desecación.
No hay restricciones para caminar sobre el salar.
5. Bosque del Cielo (Jujuy)
Se trata de un sendero a 1.700 msnm, el punto más alto del Parque Nacional Calilegua.
Al avanzar por la RP 83, desde el norte de la provincia, se accede al recorrido luego de atravesar el portal de ingreso al parque y de pasar un monolito. Es de fácil abordaje y se puede caminar en media hora en la más absoluta soledad, entre líquenes que se bambolean, cientos de variedades de hongos, frambuesas silvestres e innumerables árboles en medio de una atmósfera vegetal fascinante. En este marco, los helechos son protagonistas y de muy diferentes especies; definidos como plantas perennes sin semilla ni flores, se reproducen por esporas: esos puntitos que se observan en el reverso de la hoja y que se liberan impulsados por la humedad.
“Este sendero es la máxima representación de uno de los pisos de las yungas, el bosque montano, que va de los 2.400 a los 1.500 msnm. Aquí se puede encontrar el aliso del cerro, el pino y saucos, por ejemplo”, señala Cecilia Iriarte, antropóloga y actual intendenta del parque. “Hay numerosas aves, como el loro alisero o la pava de monte, entre las más comunes”, agrega. “Hay días en los que las nubes están a la altura del bosque y uno lo camina como si fuera de paseo por el cielo y la montaña”, asegura sobre este sendero que es una representación cabal de las yungas, una región que en 2002 la Unesco declaró Reserva de Biosfera.
PN Calilegua. T: (03886) 42-2046.
6. Volcán Galán (Catamarca)
A casi 5.000 msnm, su inmenso cráter es accesible sólo con guía y contiene una laguna turquesa en su interior.
Hasta 1970 se creyó que era un cerro más entre tantos otros de la puna catamarqueña, pero unas fotos satelitales determinaron su origen volcánico. Su desmesurado cráter mide 40 km de diámetro y figura entre los más grandes del mundo; la laguna Diamante reluce en el flanco oeste.
A resguardo de los vientos, la laguna es refugio de una importante colonia de flamencos; de allí se desprenden vertientes de agua sulfurosa –con altísimos niveles de arsénico– en estado de ebullición, prueba de la intensa actividad que el volcán registró. Se dice que hubo no una, sino tres erupciones que formaron una nube ardiente y que, una vez sobre la tierra, ese material se solidificó para dar lugar a la colada.
Para acceder a esta inmensidad solitaria y poderosamente fascinante, es preciso hacerlo desde El Peñón, o bien desde Antofagasta de la Sierra (tres horas por un camino ripioso), tras un lento ascenso hasta el filo del volcán, que roza los 5.000 msnm.
Es indispensable ir con guía y en 4×4 (o a caballo, en versión aventurera), no sólo por la altura: la huella es casi nula y es fácil perderse. De regreso, se descienden unos mil metros hasta el fondo de la caldera, que está a 4.000 msnm.
7. Glaciar Cagliero (Santa Cruz)
Tras la retracción del Viedma y el Torre, es el único glaciar sobre el que puede caminarse con crampones en El Chaltén.
El cambio climático tiene consecuencias de todo tipo en todas partes, y varias de ellas se vieron reflejadas en la actividad turística de El Chaltén. El retroceso del hielo en los glaciares Viedma y Torre impidió que pudieran seguir operándose como opciones de trekking con crampones, y así fue que Fitz Roy Expediciones, agencia pionera en la joven localidad patagónica, abrió el juego con el Cagliero en 2019.
La operación no es tan sencilla, pero el aumento de adrenalina es directamente proporcional a la sensación de aventura que deja la jornada. Es muy probable que quienes se apunten a esta salida nunca en su vida hayan hecho una vía ferrata, un sistema de escalada que consiste en acceder a los lugares a través de un cable de acero al que uno se conecta con dobles mosquetones. La seguridad está garantizada, pero el vértigo y algunas de las posiciones a las que obligan los cientos de metros de cable hacen que la excursión, en definitiva, sea mucho más que caminar sobre el hielo.
Se sale a las 8 del pueblo hasta la reserva privada Los Huemules, se camina por un amable bosque de Nothofagus hasta la laguna Diablo y allí se colocan los arneses. La explicación sobre cómo avanzar, justo antes de la laguna, donde comienza la vía ferrata, no deja tiempo a titubeos: a trepar, que el glaciar espera. Una vez allí, con los crampones puestos, avanzar no presenta dificultades. El glaciar –atravesado por sumideros celestes– es un territorio blanco y desierto, inquietante. El almuerzo es raudo allí mismo, antes de emprender el regreso. Vía ferrata. Bosque. Camioneta. El Chaltén. Agotamiento y felicidad puros.
Del 15 de octubre al 20 de abril. La dificultad es alta, pero a diferencia de la empresa que opera el Perito Moreno en El Calafate, aquí la restricción etaria es casi una provocación: 85 años.
Fuente: La Nación