Sobre uno de los acantilados de Conca dei Marini, un pueblito pesquero de menos de 700 habitantes en la provincia de Salerno, se levanta un particular hotel y ejemplo de cómo se pueden aprovechar los monumentos para convertirlos en espacios útiles y atractivos mientras se preserva el patrimonio.
Conocido como el Hotel-Monasterio de Santa Rosa, este destino popular tanto para los italianos como para los turistas internacionales es nada más y nada menos que un antiguo convento del siglo XVII transformado en un complejo hotelero boutique de cinco estrellas. Con impresionantes vistas al mar Mediterráneo, ofrece una experiencia única en un entorno que respira historia y la tradición en cada rincón.
La fusión entre lo antiguo y lo moderno le da el toque final que resulta en una experiencia fuera de lo común. La convivencia entre el pasado y el presente se evidencian sobre todo en las instalaciones del spa, donde se siguen tratamientos terapéuticos con baños termales, plantas y flores que fueron beneficiosos para la salud desde hace siglos. Además, en cada habitación del spa fueron conservados los techos abovedados originales del siglo XVII y muchas de las paredes rústicas.
Su restauración, sorprendentemente, es el fruto de una historia de amor entre la empresaria norteamericana Bianca Sharma y el monasterio, el cual conoció en el año 2000 en un crucero por el golfo de Salerno. A pesar de que concretarlo le llevó tiempo, la idea surgió en la mente de Sharma apenas divisó el convento y finalmente se hizo realidad 10 años después.
La construcción creada por sor Rosa Pandolfi, de la noble familia Pontone di Scala, fue en su origen un convento dedicado a Santa Rosa de Lima, un refugio místico y aislado. Poco después de mediados de 1800, el monasterio fue suprimido y la propiedad pasó a la Municipalidad, lo que permitió que las monjas que vivían allí permanecieran hasta su muerte. En 1924 el complejo fue adquirido por el empresario hotelero Massimiliano Marcucci, quien lo compró y lo transformó en hotel. Tras la muerte del último descendiente de la familia Caterina, que había sucedido a los Marcucci, el complejo fue nuevamente abandonado.
Hubiese sido un triste final si Sharma no hubiese entrado en la escena. Entendió que un lugar tan místico y especial no podía dejarse a su suerte y decidió comprarlo para mantener con constancia la estructura, historia y tradición del lugar. Entre los pequeños e importantes detalles que revelan su pasado excepcional, como la campana de entrada y un confesionario de madera, se encuentra una capilla del siglo XII que todavía está en funcionamiento y donde se pueden celebrar casamientos.
El ex Monasterio de Santa Rosa se convirtió en unlugar de paz donde la espiritualidad y la pasión terrenal se entrelazan de manera mágica. Esta verdadera obra maestra de la arquitectura ofrece un ambiente íntimo y acogedor con sus 20 habitaciones y suites distribuidas en dos plantas, que anteriormente eran las celdas de las monjas. Las habitaciones son cálidas, simples y confortables al mismo tiempo.
Cuenta con varias terrazas de losa que descienden hasta el restaurante y bar El Refectorio, galardonado con una estrella Michelin y dirigido por el chef Alfonso Crescenzo de Salerno. Su cocina se basa en pescados, carnes y productos locales, como la pasta Gragnano, las anchoas de Cetara, los quesos artesanales y los tomates cherry Piennolo. Además, muchos de los ingredientes son cosechados directamente de la huerta mediterránea del monasterio, ubicada a solo 10 metros de la cocina, en pura tradición monástica.
El sonido suave del mar y sus olas anhelantes, junto con el aroma a limón y romero proveniente del jardín en la terraza, hacen que la cercanía al paraíso sea palpable a través de los sentidos.
Fuente: La Nación