Jorge Luis Borges tenía 22 años y llevaba bajo el brazo un pequeño librito con 64 poemas y un grabado de su hermana, Norah, en la portada. Había mandado a imprimir 300 ejemplares, pagados por su padre y de apuro, porque debía regresar a Europa. La familia ya había pasado por Ginebra, Zúrich, Córdoba, Lisboa, Palma y Barcelona para luego volver brevemente a la Buenos Aires natal. Al pichón de escritor le sorprendió la ciudad, cuánto había crecido, su infinitud, y decidió descubrirla. Redescubrirla, con “esa rara mezcla de sorpresa y afecto”, como cuenta él mismo en su autobiografía.
Los libros no tuvieron correcciones, ni índice y las páginas no estaban numeradas. La distribución fue artesanal, incluso clandestina porque convenció al director de Nosotros, una prestigiosa revista literaria de entonces, de que dejara ejemplares en los bolsillos de los abrigos de quienes visitaban la oficina. Publicar era una aventura para ese muchacho recién vuelto de Europa. Escribir era una aventura para ese que empezaba a ser quien sería. Era 1923 y acababa de publicarse Fervor de Buenos Aires, el primer libro de Borges.
Ha pasado un siglo desde aquella aventura y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires celebra la efeméride con Fervor, un festival de poesía, con charlas, performances, talleres y música en vivo en el que se invita a visitar, pero también a redescubrir (con sorpresa y afecto) al escritor. El evento comenzó ayer, no casualmente en el Día Mundial de la Poesía; no casualmente en una biblioteca pública, en el Parque de la Estación. Y continuará en el mismo lugar el sábado 1 de abril desde las 16 hasta las 22.
A modo de homenaje, se presentó el libro 100 años de fervor, una antología que incluye nueve miradas sobre aquel volumen original, con las firmas de, entre otros, Beatriz Sarlo y Ulyses Petit de Murat: desde la primera crítica, de 1923, hasta un breve ensayo que sigue los rastros de ediciones que Borges fue reescribiendo. Porque sí, ese primer libro fue reescrito muchas veces. El autor lo corrigió, le quitó asperezas, eliminó poemas, cambió títulos, quitó algunos versos, dio vuelta otros. Fervor de Buenos Aires fue un libro mutante.
Maximiliano Tomas es, junto a Pablo Gianera, compilador de 100 años de fervor y cuenta que Borges “siempre corregía y decía que publicaba para no seguir corrigiendo. Pero sobre Fervor de Buenos Aires vuelve con encarnizamiento. Creo que quiere que el libro lo acompañe a lo largo de toda su vida, pero las distintas versiones lo incomodan, se siente disconforme. Es un movimiento dialéctico de acompañamiento e incomodidad. Entonces lo vuelve a corregir. Es como si fuera adecuándolo a su actualidad. Creo que eso le pasa con este libro porque lo escribió en la juventud, entre los 21 y 22 años”.
Su colega, Gianera, asiente y agrega que este fue el libro que Borges más revisó: “evidentemente había algo muy incómodo, pero no sabemos qué, a lo que se suma un interés por no abandonarlo. Creo que, en el fondo, era un libro muy importante para él. Una vez empezado, nunca lo pudo terminar. O, mejor dicho, lo terminó de otra manera que ya no fue Fervor de Buenos Aires.”
Quizás esa incomodidad tuviera que ver con el pasado, con no querer abrazar ni soltar del todo a aquella juventud perdida. Pero también puede que tuviera que ver con el objeto poético que Borges descubre, o redescubre, en su primer libro: la ciudad que lo vio nacer. Dedica la centralidad de los poemas a una ciudad a la que nadie le había creado aún una mitología. Un Borges joven que vislumbra una urbe joven. El escritor funda la capital argentina, aunque no cómo lo haría 6 años después, en 1929, con el poema “Fundación mítica de Buenos Aires”. Crea una ciudad que no existe, como si la hiciera a su medida, con lo que él creía que debía tener, con lo que Borges elegía ver en aquel regreso de la juventud.
“Es una ciudad hecha de pedazos”, define Gianera, “una esquina, un aljibe, el olor de la humedad. Cosas que son muy inasibles, que no son en absoluto turísticas, que difícilmente podrían encontrarse ahora en Buenos Aires cuando uno sale a la calle. Y quizás tampoco las encontraba entonces”.
Tomas añade que hay algo que a Borges lo ata a este libro, pero también a Buenos Aires en general. “Tiene 5 ó 6 poemas de la década del 20, del 60, del 70 hasta los 80 que se llaman “Buenos Aires”. Buenos Aires como idea está presente a lo largo de toda su vida. De hecho, en la contratapa de 100 años de fervor hay una frase suya muy linda: ‘no podría vivir fuera de Buenos Aires. Estoy acostumbrado a ella como estoy acostumbrado a mi voz’. De alguna forma, la ciudad se convierte en un Aleph, en una obsesión para él.”
«100 años de fervor», la antología compilada por Pablo Gianera y Maximiliano Tomas, con textos que reflexionan sobre el primer libro de Borges (Ministerio de Cultura de la Ciudad)
En la primera jornada del festival también estuvo presente Enrique Avogadro, ministro de cultura de la Ciudad de Buenos Aires, quien recalcó la conexión entre este primer libro de Borges y la capital argentina: “el libro, a través de sus poemas, nos invita a pensar cómo eran esos barrios que él menciona, cómo era Recoleta o Villa Urquiza, cómo era Plaza San Martín. Incluso un concepto muy borgeano como el arrabal, ese encuentro mítico de la ciudad y el campo, que en ese momento estaba mucho más presente. Había un arrabal en Buenos Aires que hoy probablemente todavía esté en algunos barrios, pero no en los términos que Borges lo cuenta, donde todavía era tierra de orilleros, de cuchilleros. Todo lo que vuelve a aparecer después en su literatura”.
Es que Fervor de Buenos Aires es también el principio de todo, el naciente autor que se presenta ante el mundo, ante su ciudad, con algunas ideas que iría expandiendo a lo largo de las siguientes décadas. Gianera se pregunta entonces por qué vale la pena leer ese primer libro, esa semilla, si pueden explorarse obras menos juveniles en las que la semilla ya hubiera germinado. “Porque justamente lo que tiene de interesante es que todo eso es como enigmático”, se responde, “está cifrado porque son poemas y los poemas difícilmente pueden devanarse en un ensayo o en una narración. Lo que Borges después consiguió expandir y desarrollar en otros géneros está ahí de una manera muy misteriosa. Ese es el atractivo y el misterio que tiene este libro.”
La escritora María Negroni en la primera jornada del festival Fervor (Ministerio de Cultura de la Ciudad)
Pero además de esto, es, en palabras de Gianera, uno de los libros de poemas más logrados de Borges, “el más radical de los que escribió, por lo menos en términos formales”. Es decir que no sólo es relevante porque se trata de la primera obra de un autor con el peso de Borges (“el escritor argentino más grande de todos los tiempos”, dice Tomas), sino también porque es un gran libro que ayuda a vislumbrar lo que vendría.
Con el paso de los años, Borges se convertiría en un autor imprescindible, aunque un tanto desconocido o, mejor dicho, poco leído. Quizás porque cargue con el prejuicio, no sin cierta razón, de una complejidad inabarcable. Cuando, en 2018, la Academia Sueca desclasificó informes de 1967, el año en el que el escritor estuvo más cerca de obtener el premio Nobel, se descubrió por qué nunca se lo habían otorgado: “es demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura”, dijo entonces el presidente del Comité. Le resultó excesivamente complejo. Y es lógico, si todavía, un siglo después de aquella primera publicación, su obra se analiza, se procesa, se debate y comprenderla en su totalidad es un proceso que requiere de paciencia y de tiempo.
Entonces vale preguntarse cómo podrían los lectores de esta Buenos Aires del siglo XXI, o de cualquier urbe en el tercer milenio, acercarse a aquello que ni la Academia Sueca supo comprender. De eso se trata el festival Fervor y de eso se trata el libro 100 años de fervor: una manera de incentivar la lectura y la comprensión, pero también de traer a Borges al presente, de pensarlo como un autor contemporáneo cuya obra puede dialogar con la actualidad.
De alguna forma, el primer libro de Borges es un palimpsesto, un manuscrito reescrito una y mil veces. Eso lo convierte en una suerte de hallazgo arqueológico, una ciudad desenterrada en la que puede apreciarse el paso del tiempo a través de sucesivas capas. Pero toda la literatura de Borges es eso: capas y capas de otros autores, de otros textos. Un Aleph que lo contiene y lo refleja todo. El punto en el que confluye una sociedad. O una ciudad. O un siglo.
Actividades del 1º de abril
– 16 h. Un libro sin versión definitiva: Correcciones y ediciones de Fervor de Buenos Aires. Por Sebastián Hernaiz y Fabián Casas. Modera: Maximiliano Tomas.
– 17 h. Astrología en Borges y Xul Solar. Por Astromostra (Anfiteatro del Parque)
– 18 h. Norah Borges: La ciudad imaginada. Por Gonzalo Aguilar y Javier Moscarola. Modera: Pablo Gianera
– 19 h. Elegía a la ciudad de las orillas y oda a la ciudad que nace: Borges frente a Oliverio Girondo. Por Beatriz Sarlo y Carlos Bernatek. Modera: Maximiliano Tomas.
19:30 h. Amor, filosofía y poesía. Por Vir Cano (Anfiteatro del Parque)
21 h. Cierre musical de Lucy Patané (Anfiteatro del Parque). Host de escenario: Divina Daniela Ruiz.
Talleres de escritura creativa:
16 h. Por Carolina Esses
17:30 h. Por Marina Mariasch
19 h. Por Flavia Calise
Dónde: Parque de la Estación (Juan Domingo Perón 3326, CABA).
Cuándo: sábado 1 de abril, de 16 a 22.
Fuente: Infobae