Yun día el teatro volvió. La calle Corrientes respiraba diferente luego de ocho meses de interrupción de la actividad teatral con motivo de la pandemia de Covid-19 y el confinamiento impuesto por la cuarentena iniciada el 20 de marzo. La publicación en el Boletín Oficial, en la madrugada del viernes, confirmó el regreso, varias veces demorado. Una de las salas del Multiteatro de Carlos Rottemberg y el Broadway a cargo de Flavio Mendoza levantaron el telón en medio de aplausos y con los ojos humedecidos de artistas y espectadores. «Para mí, venir al teatro es un hábito. Padecí mucho la ausencia de las obras, me entristecía caminar por acá y ver todo cerrado», dice Clara, una vecina de Belgrano, pertrechada con barbijo, máscara, alcohol en gel en la mano, y vestida con brillos para la ocasión. El movimiento de Corrientes, sin embargo, dista mucho de ser el habitual. Hay una sensación de desperezamiento del letargo y de una vuelta diferente, la «nueva normalidad». Algunos caminan mirando las pocas marquesinas nuevamente iluminadas y no dudan en sacarse una foto
El personal de la sala controla las localidades a través de códigos QR, de modo de minimizar el contacto Crédito: Santiago Filipuzzi
«Había que hacer funciones ahora para adelantar el año que viene», explica RottembergN, sin ocultar la alegría de ver su complejo de Corrientes al 1200 nuevamente iluminado. El acompañamiento, de Carlos Gorostiza, fue la obra elegida para poner en marcha la temporada más inusual en la historia del teatro argentino. La pieza, protagonizada y dirigida por Luis Brandoni, es un clásico de la dramaturgia nacional, con lo cual el acontecimiento tiene implicancias múltiples. «La función estará dedicada a su autor, quien este año hubiera cumplido cien años, y a Carlos Carella quien, en 1981, estrenó esta obra en el marco de Teatro Abierto», dice Luis Brandoni con tono eufórico, tanto por el regreso de la actividad como por volver a subirse a un escenario a sus 80 años.
«Estoy muy emocionada, concurro al teatro desde jovencita y me parece un sueño poder ver que abrieron las puertas. Voy a consultar cómo se sacan las entradas para poder venir la semana que viene», explica Clara, una vecina de Congreso que admiraba el Multiteatro con ojos sorprendidos. Lo que hasta marzo era cotidiano, esta noche se transformó en novedad. Enfrente, el Lola Membrives todavía espera el regreso: sus persianas bajas y la oscuridad total recuerdan que aún estamos transitando tiempos de pandemia. Lo mismo sucede a una cuadra: las puertas del Metropolitan quedaron detenidas anunciando aquella programación de comienzos de año. En El Nacional hay marquesinas LED encendidas, pero los anuncios son genéricos y la persiana sigue baja. La semana que viene, el Paseo La Plaza se sumará al regreso con funciones de Después de nosotros, con Julio Chavez y Alejandra Flechner. También la escena oficial comenzará a funcionar con público: en los próximos días volverán las presentaciones de Happyland en el Teatro San Martín. De a poco, la calle más famosa del país intentará hacer honor a su fama y luminosidad, aunque la cercanía de fin de año, época de letargo escénico, tampoco ayuda.
Casi llegando al Obelisco, el Broadway resplandece al igual que Flavio Mendoza, que hoy levantó el telón con Un estreno o un velorio, nueva versión de la obra que presentó el verano pasado en el Luxor de Villa Carlos Paz. La sala porteña a su cargo fue modificada radicalmente: de las 1500 localidades solo quedaron 350 para que los espectadores puedan cumplir con el distanciamiento requerido. Carmen Barbieri, Georgina Barbarossa, Raúl Lavié y Nicolás Scarpino comparten la escena con el bailarín, que desde hace varias semanas viene bregando por la posibilidad de trabajar. «Es más riesgoso ir al supermercado que al teatro», dijo hace un tiempo. Y algo de razón tiene.
La posibilidad de abrir las salas implica que solo se podrá ocupar un 30 por ciento de su capacidad total. El uso del barbijo es permanente para espectadores y personal, y son ubicuos los dispensers de alcohol en gel. Los actores en escena también deberán respetar pautas de distanciamiento. Los tickets se adquieren de forma virtual y se evitará la espera en los ingresos para evitar amontonamientos. En el Broadway, una cabina sanitizante recibe a los espectadores, que deben atravesarla antes de acceder al foyer. Luego, deben colocar las muñecas en una maquina que toma la temperatura y que, al acercar las manos, arroja alcohol en gel. Los acomodadores leen los tickets con la ubicación en la platea por sistema QR para evitar contactos directos y la manipulación de las entradas. En el Multiteatro, nadie ingresa si no le colocan alcohol en las manos.
«El viernes pasado tuve un pico de presión, inusual en mí. Así que la emoción está ligada a la presión arterial», grafica Rottemberg, quien en marzo anticipó que el regreso recién sucedería en octubre (conocedor del paño, le erró por pocos días). El productor reconoce que «la emoción es compartida. Pasa por saber que todo esto tiene que ver con mucha gente que tiene una luz, que vuelve a tener la posibilidad de trabajar. Es muy fea la sensación de actividad clausurada para cerca de las 400.000 personas que mueve espectáculo teatral y musical en el país». A comienzos de la instauración de la cuarentena, las marquesinas del Multiteatro se cubrieron con una lona en la que se leía: «Bajemos el telón para cuidarnos, habrá tiempo para volver al teatro». A mitad de año, al letrero se le sumó la leyenda «falta menos», todo un deseo esperanzador que hoy se concretó.
🎭 Ahora 20.40 hs. sube el telón del primer estreno: “El Acompañamiento”. pic.twitter.com/2BDCgVqPbd
— Multitabaris/Multiteatro Comafi (@multiteatro) November 13, 2020
Gangas y puchereo
«Vivo cerca, por eso me atreví a venir. Además, cuando vi cómo había separado Flavio Mendoza las butacas, me dio tranquilidad», explica Néstor, viudo de 65 años, a quien lo beneficia vivir sobre la cercana avenida Córdoba. También se ilusionan las pizzerías famosas que suelen llenarse a la hora que terminan las funciones, aunque anoche aún contaban con pocos comensales. «El sábado y domingo se va a notar el movimiento», auguraba Jorge Martínez, el mozo de Capriatti, el restó de Corrientes y Talcahuano. Un vendedor ambulante se adaptó a los tiempos: ofrece barbijos de los más diversos estampados y ofrece el irresistible combo de «3 x $200». Una ganga. A pesar de todo, aún la calle Corrientes se muestra lejos de sus brillos habituales. «Esto no lo hacemos para salvarnos, sino para pucherear«, se sincera Mendoza, quien recuerda que los artistas de circo siguen olvidados: «Antes vendían tortas fritas, pero ahora que ya abrieron todos lo rubros, ni eso pueden hacer».
«La gente no abandonará el teatro por este episodio. Este espectáculo debió estrenarse el 20 de marzo. Es un acontecimiento muy singular, tenemos el honor de reabrir la actividad en una ciudad tan teatrera como Buenos Aires. Es una noche muy particular, hay mucha emoción», reconoce Brandoni, quien subió al escenario junto al actor David Di Nápoli. Para quien fuera uno de los protagonistas de Made in Lanús, una duda lo desvela minutos antes de levantarse el telón: «Es una curiosidad que la gente esté con barbijo, ¿escucharemos las risas?», se pregunta el actor que lleva más de 60 años sobre las tablas y sabe de lo que habla. «Haber trabajado a conciencia, privilegiando lo sanitario, hoy nos premia», reflexiona Rottemberg, quien ya se ilusiona con un verano 2021 con todas las salas abiertas.
Fuente: Pablo Mascareño, La Nación.