Dicen que se enamoró de sus vistas, que sus ventanas iluminaron sus manuscritos y que, cuando bajaba por las noches, se perdía por la calle Corrientes. Durante su estadía, Pablo Neruda se vinculó con el ambiente literario porteño e hizo grandes amigos. Fue cuando se convirtió en uno de los primeros habitantes de una majestuosa torre de 90 metros de altura, en Corrientes 456.
Con 107 departamentos, el edificio Safico estaba destinado a la renta de viviendas, y Pablo Neruda permaneció allí con su esposa Maruca entre septiembre de 1933 y mayo de 1934. “Existe un mito que asegura que se alojaron en el triplex del piso 23 al 25, pero no es cierto, vivían en el 20 –asegura el historiador Daniel Balmaceda–. Él era vicecónsul y recibió allí a una amiga, también escritora, María Luisa Bombal. Cuenta la anécdota que a ella le fascinaba la cocina del departamento, con piso de mármol blanco y guardas de cerámica azul. Sentía que era genial sentarse en la mesada para escribir, uno de los sitios más luminosos del hogar porteño de su amigo”.
Desde esa altura, y en esos tiempos, se veía desde lo que es hoy la Reserva Ecológica Costanera Sur hasta el Mercado de Abasto, una vista amplia y magnífica de una ciudad en pleno desarrollo. “A Neruda le causaba gracia que su amiga eligiera ese lugar, cuando él mismo le había ofrecido los escritorios del departamento, equipado con todo. Sin embargo, ella se inspiraba allí, y luego Neruda también se entusiasmó con la ubicación, de manera que ambos se sentaban a escribir en la cocina. De hecho, al poco tiempo María Luisa publicó La última niebla, que fue escrito en la cocina, mientras que Neruda escribió allí la segunda parte de uno de sus libros fundamentales, Residencia en la tierra y tres poemas: Oda con un lamento, Material nupcial y Agua sexual”, dice el historiador.
Todo el contexto que rodeaba el edificio era inspirador. Cuenta Balmaceda que cuando Neruda salía a despejarse seiba a pasear por Corrientes y que le gustaba la noche en la avenida porteña, con sus bares, restaurantes, teatros, librerías y una bohemia inconfundible. “Como ahora, Corrientes estaba llena de actividades, los escritores se reunían en los bares y restaurantes. Los Inmortales fue, durante mucho tiempo, una confitería y un punto de reunión entre ellos. Neruda hizo grandes amigos, como Oliverio Girondo y Norah Lange, pero sobre todo entabló una entrañable amistad con el dramaturgo español Federico García Lorca, que había llegado a Buenos Aires también en ese tiempo y que, seguramente, también habría estado en el piso 20 del Edificio Safico”, cuenta Balmaceda.
Modernidad y vanguardia
Para comprender la relevancia que tuvo el edificio a lo largo de su historia hay que volver al tiempo de su construcción y su contexto. Buenos Aires era otra ciudad, dice Valeria Weil, CEO del Edificio Safico y descendiente de Pedro Weil, dueño de la Sociedad Anónima Financiera y Comercial (Safico), que lo levantó. En 1933, Corrientes era una calle, no una avenida, no existía aún el Obelisco y pensar en una construcción de hormigón era de avanzada.
«Si bien cuando se construyó el Edificio Safico la calle Corrientes era estrecha, se contempló que unos tres años después se convertiría en una avenida de 26 metros de ancho, y que el subterráneo pasaría por allí»
“En los Estados Unidos, el edificio Chrysler estaba hecho de ladrillos y el armado de hormigón representaba una tecnología de vanguardia”, aclara Weil. Coincide Balmaceda en que la edificación comenzó cuando las veredas de Corrientes eran todavía angostas, aunque ya se proyectaba su ampliación como avenida. “Buenos Aires fue uno de los grandes puertos de América que recibió a la inmigración, junto con Nueva York. La explosión demográfica necesitaba cambios muy grandes a nivel urbano”, explica. La cantidad de automóviles y de transporte obligaba a realizar modificaciones importantes, fue entonces cuando se planificaron las avenidas.
“Hacía falta provocar un cambio para la circulación y se tomaron dos avenidas principales: Corrientes y lo que sería la 9 de Julio, entre Cerrito y Carlos Pellegrini. Al igual que todas las calles del centro porteño, Corrientes era angosta, y si bien cuando se construyó el Edificio Safico era estrecha, se contempló que unos tres años después se convertiría en una avenida de 26 metros de ancho, y que el subterráneo pasaría por allí”, aclara.
En ese entorno, la compañía liderada por Weil decidió construir un edificio de renta, pero bajo un concepto versátil, es decir, que pudiera adaptarse a diferentes usos. Esta intención se ve reflejada en su hall de acceso, que fue pensado para funcionar tanto como vivienda u oficinas –como es actualmente–, pero también como hotel. Por concurso, la construcción se otorgó al ingeniero suizo Walter Mall.
“Realmente fueron visionarios. El mundo venía de la crisis del 29, todo estaba retraído y que, en ese momento, surgieran proyectos como este es algo meritorio –dice el historiador–. Ellos pensaban que había que seguir adelante a pesar de los golpes de la economía porque, en algún momento, se verían los beneficios de tan buenas inversiones”. La edificación, que se hizo rápidamente –entre 9 y 11 meses–, estuvo a cargo de la constructora Geope (Compañía General de Obras Públicas), responsable de emblemas como el Obelisco, el Correo Central y el Colegio Nacional de Buenos Aires, entre otros.
Según las normas municipales de construcción vigentes en esa época, se alzó un edificio de diez pisos, en el décimo nivel se ubicaron las terrazas y, a partir de ahí, se levantó una gran torre central que se achicaba en forma escalonada.
“Tiene tres subsuelos, la planta baja y se eleva hasta el piso 26, donde hay terrazas y espacios de guardado. Del piso 23 al 25 pertenecen a un triplex que se reservó la familia constructora. El ascensor llega al 23 y, luego, la comunicación es interna. Este triplex fue toda una innovación, fue el primero en Buenos Aires y constituyó un ejemplo a seguir por las compañías constructoras. En todo marcaba diferencias”, señala Balmaceda. Desde su construcción fue un símbolo de modernidad e innovación, una característica que lo distingue aún hoy.
El Edificio Safico es un referente del Art Déco a nivel mundial, y para Balmaceda, “no hay un Art Déco tan bien expuesto en Buenos Aires como allí, donde está perfectamente esta tendencia”. El racionalismo aparece en sus líneas rectas totalmente depuradas, describe Weil: “se puede observar en el hall de entrada, en las columnas de acero inoxidable, las líneas con profundidad, con perspectiva, esto pertenece al racionalismo y al clasicismo del Art Déco”.
También se hacen presentes los conceptos del Bauhaus, con espacios que se van abriendo e integrando con puertas o cerrándose y suscribiéndose; además de la luminosidad, uno de los puntos fuertes de la corriente arquitectónica que, en el caso del Edificio Safico, se expresa claramente. “Es una obra de arte. Es para destacar que la ciudad creció, los espacios de luz son bastante limitados y, sin embargo, este edificio tiene luz en todas partes, inclusive en los subsuelos. Es otro de sus sellos”, añade Balmaceda.
El concepto de modernidad de una de las construcciones más emblemáticas de Buenos Aires era y es muy buscado. Desde el primer momento albergó las últimas innovaciones tecnológicas, algo que aún mantiene. Se inauguró con ascensores automáticos, algo impensado y transgresor para la época, lo que se mantiene porque cuentan hoy con reconocimiento facial y un sistema de recuperación de la energía.
En cada piso se destinó un departamento para escritorios porque preveían que podría llegar un cambio y estaban preparados para que unidades habitacionales convivieran con oficinas. “Fue una decisión inteligente porque con el tiempo pasó a ser un edificio de oficinas y, entre los 40 y 50, se concentraron allí los grandes medios, desde el Washington Post, el Financial Times, la BBC de Londres y la agencia Reuters, que alquilaban oficinas. Estaban cerca de donde ocurrían las cosas, en pleno centro porteño, próximo a la Bolsa de Comercio, de la Casa de Gobierno y de los Ministerios”, explica el historiador. Aún hoy, si bien mantiene su ADN como edificio de oficinas, algo cambió. “Seguimos teniendo un servicio, no de hotel porque no lo somos, pero sí nuestra propia gente de mantenimiento, atendemos las necesidades básicas de todos nuestros inquilinos que se sienten como en casa”, asegura Weil.
Testigo privilegiado
A lo largo de los años, el Edificio Safico fue testigo de la evolución de Buenos Aires y de la historia argentina. “En 35, cuando murió Gardel, el funeral se hizo en el Luna Park, el cortejo fúnebre se movilizó por Corrientes hasta el cementerio de la Chacarita, de manera que los restos del cantante pasaron por sus puertas. De febrero a marzo de 1936 vio nacer al Obelisco porteño, y el 30 de junio de 1934, fue testigo del paso del Graf Zeppelin, un acontecimiento que convocó a la comunidad porteña en las calles”, dice Balmaceda. Actualmente es objeto de estudio en las universidades de ingeniería y de arquitectura.
Tal es su relevancia que, para el Congreso Mundial de Art Déco, que se realizó en 2019, fue elegido como el lugar de apertura del evento y entendidos del arte, el diseño y la arquitectura llegaron desde distintas partes del mundo para conocerlo. En esa ocasión se abrió el único departamento que se conserva en su estilo original, amoblado como en los años 30. “Del 33 al día de hoy pasaron muchos momentos de la Argentina y este edificio acompañó a la historia con su espíritu moderno y vanguardista”, concluye Weil. Los festejos de los 90 años de este gigante de la arquitectura porteña serán en diciembre.
Fuente: Silvina Vitale, La Nación