Se enteró de la novedad, como todas las noticias que consume, por las redes sociales. Vio el posteo en la cuenta del influencer y periodista @maxifanelli87 y lo primero que atinó a decir fue: “Por favor, ¿cuándo vamos a Tucumán? Necesito ir”. Así de fanática de la saga de J.K Rowling es Josefina Capuano, que ya está en la búsqueda de pasajes para volar a la capital tucumana y aterrizar directo en el nuevo bar que inauguró hace poco más de un mes en homenaje a Harry Potter, el Hogwarts Music House.
Es el único en el país, y en América Latina, y tal es el furor que generó su apertura que ahora hay lista de espera para poder conocerlo. El bar abrió sus puertas en la zona norte de la ciudad, en Sarmiento 1269, pero desde la calle nada llama la atención. Jamás se podría imaginar que detrás de esa doble puerta se esconde el gran comedor de Hogwarts, con sus mesas de madera, sus cuadros, arañas medievales, candelabros y gárgolas. Hasta la habitación de Harry fue recreada en un espacio mínimo debajo de una escalera, con el mismo diseño del mobiliario, la frazada en la cama y hasta Dobby escondido, el elfo doméstico de la familia Malfoy.
Algunos de los principales personajes de la película están representados en el salón comedor, pero a Harry Potter no se lo ve nunca porque, como explican sus dueños, la idea es que uno mismo se sienta como el protagonista de la historia al ingresar allí. Pablo Martorell y Pablo Leiva son sus dueños, una dupla con varios años de experiencia en el ambiente nocturno, el armado de bares y la inauguración de boliches. Ambos confiesan que la idea no surgió directamente en relación con la saga ni el fanatismo de ninguno de ellos por Harry Potter, sino que el disparador fue el nombre.
“Teníamos ganas de hacer algo superador, que implicara un desafío. Hace varios años que me dedico al restyling de negocios. Abrimos varios pubs y discotecas acá en Tucumán y en otras ciudades también; emprendimientos propios o por encargo para otra gente —cuenta Pablo Martorell—. La primera idea era hacer un bar con onda vintage, pero de repente uno de los chicos que también forma parte del negocio empezó a tirar nombres, y a mi me gustó Hogwarts. En ese momento no lo asocié con la película, no sabía. Y cuando me empezaron a mostrar fotos de cómo era Hogwarts quedé fascinado. Le dije a los muchachos que no tenía idea de cómo iba a lograrlo, pero lo íbamos a hacer”, dice Martorell, responsable de la arquitectura de más de una docena de emprendimientos gastronómicos.
Encontrar los materiales fue una misión difícil. “Buscaba gárgolas y casi que se me reían en la cara. Entonces me ocupé de encontrar a la gente indicada, artesanos, escultores y artistas. Con ellos hicimos todo, y dediqué mi tiempo en reconstruir objetos, diseñar marcos antiguos, pintar y trabajar con la madera en todo lo que hiciera falta. Mi socio, Pablo Leiva, que es diseñador gráfico, hizo todas las imágenes, porque lo que más nos importaba era que cuando la gente entrara al bar sintiera la misma magia que se transmite en la película. Por suerte salió bien. Y lo que más nos asombra, algo que jamás pasó en los demás lugares, es que apenas la gente entra saca su celular y empieza a filmar todo”.
Familias, chicos y adultos
El público al que están dirigidos todos los emprendimientos de Leiva y Martorell es gente joven y adulta, siempre de noche y durante los fines de semana. “Lo que sucedió es que después de la inauguración aparecieron un montón de fanáticos que eran chicos, y nos escribían por Instagram diciendo que querían venir al bar —agrega Leiva—. Fue tanta la presión de la gente que decidimos abrir las puertas para un segmento para el que jamás habíamos trabajado, y ahora tenemos un público familiar de lunes a jueves, y después los viernes, sábados y domingos está abierto solo para los adultos”.
No exagera Leiva cuando habla de “furor”. Hoy, el que quiera reservar tiene aproximadamente entre tres y cuatro semanas de espera. “Los pedidos desbordaron, y pusimos más gente a trabajar en las redes porque no llegábamos a responder todos los mensajes. Se nos fue de las manos”, reconoce.
No solo el mobiliario y la decoración están perfectamente logrados. La carta y la barra de tragos también homenajean al colegio de la magia, con nombres de hechizos, pociones y platos que hacen referencia a la trama de la historia. Las empanadas de calabaza que Harry Potter probó por primera vez a bordo del Hogwarts Express, el tren que partía de la estación de King’s Cross, de la plataforma 9 ¾ —que por supuesto también está recreada en el bar— figuran en el menú de Hogwarts, que es un libro de madera tallado a mano. “Imperius. Cruciatus o Expecto Patronum”. Todo remite a la magia.
La última novedad: los dueños de Hogwarts ya están trabajando para reconstruir el callejón Diagon, ese pasadizo comercial empedrado y mágico que está detrás de un pub llamado el Caldero Chorreante, y donde se venden todos los artículos de la lista de suministros del colegio Hogwarts. “Apareció la oportunidad en la propiedad vecina y se nos ocurrió que podía ser un buen complemento. Va a funcionar como el patio del bar, un espacio al aire libre con mesas y barra”, aporta Leiva.
Al igual que sucede en la historia, para entrar al callejón habrá que pasar a través del bar, y quizá presionar una serie de ladrillos que habiliten el ingreso. Eso sí, el acceso está restringido a los muggles.
Fuente: Soledad Vallejos, La Noción