La paradoja es notoria: la globalización incluye, pero también excluye. En un mundo interconectado por las nuevas tecnologías, la sensación de que todos los seres humanos están “unidos” resulta natural en los países más acomodados. Sin embargo, la realidad general es distinta.
A lo largo de los más de 510 millones de kilómetros cuadrados de la Tierra existen poblaciones que, por decisión propia o empujadas por el contexto, se mantienen al margen de la civilización general. Ese es el caso de ciertas tribus que hicieron del aislamiento su mejor “medio de supervivencia”. Estos son los grupos sociales menos contactados del planeta.
Los sentineleses
La tribu aislada de la que mayor información se intentó recopilar es la de los sentineleses.
La lupa se puso sobre este grupo después de que, en 2018, se conociera que un joven estadounidense había muerto, supuestamente, por el impacto de flechas de unos de sus integrantes.
Lejos de ser ese un hecho esclarecido del todo, los sentineleses, ubicados en las Islas Andamán, en India, se destacan desde hace decenas de años por su marginación de la población general. Tal es su nivel de incomunicación que, a la fecha, todavía no hay claridad sobre qué idioma hablan ni cuántas personas habitan su territorio.A UNA MODELO NO LA INVITARON A UNA BODA PORQUE “SE VEÍA MEJOR” QUE LA NOVIA
Sobre su origen, la hipótesis más aceptada es que llegaron de África hace cerca de 60.000 años. Desde entonces, según trascendió, su repulsión hacia otras poblaciones se manifestó en ataques con flechas y lanzas a quienes desean llegar hasta su territorio.
De hecho, la prensa en India explicó que llegar hasta la isla donde residen es ilegal. El riesgo de que los visitantes puedan transmitir alguna enfermedad a los sentineleses avalaría la medida.
En todo caso, lo único que parece ser cierto es que su voluntad es que los dejen en paz. En su realidad. Solos.
Los moxihateteas (yanomami)
De acuerdo con la ONG indigenista Survival, los yanomami son “el pueblo indígena relativamente aislado más numeroso de América del Sur”. Por lo que se sabe, habitan en su mayoría en la parte venezolana y brasileña del Amazonas.
Históricamente, así como otros grupos étnicos de Sudamérica, fueron víctimas de la fiebre del caucho que azotó la región a finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Aún en la actualidad, la lógica extractivista afecta el bienestar de este grupo. El chamanismo se presenta como el eje espiritual de sus cerca de 35.000 integrantes. Su baja estatura sería uno de sus atributos más evidentes.LA REGLA DE LOS 240 MINUTOS QUE APLICAN LOS RICOS PARA SER MÁS RICOS
Si bien la mayoría de los yanomami mantienen cierto contacto con la población general, una facción de ellos, los moxihateteas, buscaron mantenerse lo más al margen posible. Según estableció Survival, estos indígenas habitan en los terrenos con mayor concentración de explotadores ilegales de oro.
De ahí que sus terrenos estén cercados por formaciones de paja que marcan el “límite” que no se debería transgredir. En los últimos años, ante la situación de emergencia que viven los pueblos originarios en Brasil, los yanomami participaron de movimientos que claman por la defensa de los Derechos Humanos. En su lucha también está alzar la voz por los moxihateteas, aquellos que permanecen aislados.
Los korubo
Los indígenas korubo tienen presencia en el mismo suelo que los yanomami. Esta tribu, distinguida por algunos como los “golpeadores”, se caracterizan por vivir lo más aislada posible en el Valle del Yavarí, en el Amazonas.
El primer contacto de la población general con ellos ocurrió en los años setenta. Luego, en 1996, y tras infructuosos intentos, un grupo de exploradores brasileños logró entablar relación con algunos de sus integrantes. Por lo visto en aquella oportunidad se dedujo que no lo integran más de 200 personas.
Además, los miembros de la comunidad no conviven en un solo colectivo ni tampoco en un único lugar. Su relación con otros grupos de la región, marcada por la voluntad del aislamiento, no fue la mejor.
No en vano, la razón detrás de su apodo de los “golpeadores” es que, según se dice, siempre portan una especie de garrote que, en efecto, no dudan en usar cuando se ven amenazados.
Los mashco-piro
Del lado peruano de la selva sudamericana se encuentran los mashco-piro, otro grupo indígena que lucha por vivir al margen de la población general. Los vejámenes a los que los sometieron algunos exploradores desde el siglo XIX estarían detrás de su recelo a entablar contacto con otras comunidades.
De hecho en la actualidad, aunque habitan en reservas declaradas, la presencia de grupos de tala ilegal representa la mayor amenaza contra su bienestar, según reportaron organizaciones indigenistas. De datos de entes oficiales se desprende que la tribu, que se caracteriza por ser semi nómada, tiene al menos 700 personas.
Sobre su cultura y tradiciones es relativamente poco lo que se sabe. A la fecha, por análisis de algunos investigadores, se conoce que como ocurre en otros grupos, mantienen cierta devoción por los animales.
Los pintupi
En Australia, uno de los países con mayor potencial de turistas, parece que no se presentó un buen trato para los pueblos originarios. O al menos eso demuestran los reportes históricos. Hasta mediados de los años sesenta, por ejemplo, los aborígenes no eran considerados como ciudadanos.
Incluso en la actualidad, bajo un entorno medianamente pluralista, varias figuras locales no se ahorran comentarios ofensivos contra el 3% de los pobladores autóctonos del país.
Entre los pueblos más afectados por la discriminación sistemática están los pintupi, un grupo del que no se sabe mucho. Sin embargo, hay un dato estremecedor: los miembros de la tribu tienen 15 palabras que manejan para etiquetar todos los “tipos” de miedo.
Aunque a mediados del siglo XX algunos de sus miembros se acoplaron a la lógica predominante, otros optaron por mantener un estilo de vida nómada y al margen de los preceptos “modernos”.
Hay poca información sobre la cantidad de habitantes pintupi que viven en la actualidad. Algunos dicen que se los puede ver andando por asentamientos desérticos de Australia Occidental y otros creen que eso ya no es posible. Ante el aparente desinterés estatal, la incertidumbre resulta ser la única certeza.
Fuente: La Nación