La escena teatral actual atraviesa un gran momento y todas las noches convoca una gran cantidad de público, lejos quedaron los tiempos de la pandemia
El escenario es Calle Corrientes, la escenografía el emblemático Obelisco y cada vez más marquesinas luminosas. De miércoles a domingos el público circula en pareja, en familia o en grupos de amigos y hace fila, con paciencia, para entrar a las funciones. Más tarde, las filas pasan a verse en los restaurantes, en las pizzerías y heladerías clásicas de la zona y hasta en los estacionamientos. La pandemia que tiño de gris el mundo, convirtió las ciudades en desiertos y obligó a los teatros a bajar abruptamente los telones parece una vieja película de ciencia ficción. Es cosa del pasado. Calle Corrientes recuperó su brillo y su esplendor.
La industria teatral atraviesa hoy un gran momento y los productores lo adjudican, en gran parte y todavía, al rebote pospandemia. Es que el teatro fue de las últimas artes en retornar a la actividad y lo hizo progresivamente y con la capacidad de las salas muy reducida. Incluso en 2021 con la ola Ómicron algunos elencos se vieron obligados a suspender funciones.
El concepto pospandemia significó un cambio de prioridades. El público parece valorar más la interacción. El ocio, la diversión y el consumo de experiencias pasaron a un primer plano. Consultado por LA NACION, Guillermo Oliveto asegura que “la tendencia es global” y que “después de tanto malestar el bienestar no tiene precio”. El especialista en tendencias sociales y consumo profundiza: “El ser humano desea lo que escasea y durante dos años tuvimos vedadas estas actividades que hoy vuelven a niveles de prepandemia”. Además, explica que los patrones de consumo exponen el lema “ahora quiero vivir y no me importa nada”.
La consultora de Olivetto cuenta con un laboratorio de tendencias que analizó el tema y concluyó que es un fenómeno “muy profundo” que busca esquivar la toxicidad del entorno económico y político. “La sociedad hace una alienación consciente, un Truman Show para olvidarse de lo que está pasando en Argentina”, detalla enl analista, quien agrega que el factor económico es clave. “En 2017 un sueldo promedio era de 1700 dólares, hoy es de 600. De esta manera, los bienes de consumo de largo plazo, como la casa, el 0 KM o viajar al exterior, quedaron muy lejos. Y la inflación hace que los pesos quemen y se gasten en recitales o experiencias culturales”, detalla.
A la tendencia global se suma la mística intacta del teatro y la posibilidad que ofrece de escapar de las pantallas. En esta época de plataformas y consumos on demand, el teatro resiste de forma estoica. Las funciones empiezan puntuales y permiten estar a metros de los artistas. Para los actores es la única alternativa que les ofrece un feedback inmediato y genuino del público. El aplauso y las risas indican al instante si la pieza funciona o no.
Según datos de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet) se registran más de 300 espectáculos en cartel. Algunos de miércoles a domingos y otros con funciones una vez por semana. La oferta es amplia y variada. Y el precio de las entradas también. Un ticket para un espectáculo top puede costar hasta 13.000 pesos. Mientras que a las propuestas más chicas se puede acceder por 4.000 pesos. Otro fenómeno que se observa es el de las propuestas que fueron un suceso en el under y fueron llevadas a la calle Corrientes. La Omisión de la familia Coleman, El loco y la camisa, Petróleo o Tarascones son algunas de ellas. También hay salas como las del Paseo La Plaza que ofrecen espectáculos a la medianoche.
El stand de Tickets Buenos Aires, ubicado en Diagonal Norte, que también está presente en otras ciudades del mundo como Nueva York, tiene aceitado su funcionamiento y agota siempre las localidades. Allí se pueden conseguir entradas para cualquier función en el día y a mitad de precio. Las cifras de Aadet reflejan que la cantidad de espectadores creció en el primer semestre de 2023 hasta un 20% en relación al 2017, que fue el último año considerado “bueno” para los productores. Los primeros nueve espectáculos con mayor audiencia concentran el 50% del total de espectadores y el 60% de la recaudación total. Los productores explican que se debe a que el público “arriesga poco y va a lo seguro”. Pocos llegan a las boleterías sin tener decidido qué van a ver.
Otro aspecto que ayuda a este boom de los teatros es la cantidad de extranjeros que llegan a Buenos Aires por la situación cambiaria. Argentina es de los países más baratos de la región y del mundo para este tipo de experiencias. Cuando en ciudades como Nueva York, Londres o Madrid un ticket cuesta en promedio 100 dólares, en nuestro país vale una décima parte. Uruguayos, chilenos, paraguayos, bolivianos y en menor medida, mexicanos, copan Calle Corrientes. También brasileños, aunque el idioma les plantea una barrera. Un productor teatral bromea con las efemérides uruguayas y explica que las aprendió todas para programar más funciones atentos a los fines de semana largos en el país vecino. Esos días en las boleterías merma el pago con tarjeta y sube la recaudación en efectivo.
La presencia de figuras top en las marquesinas también es otro factor de atracción para el público. Hoy están Moria Casán en Brujas, Nico Vázquez en Tootsie, Soledad Sylveira en Pasta de estrellas, Laurita Fernández en Matilda, Luciano Castro en El divorcio y Agustina Cherri en Votemos. Los productores teatrales sienten que es un círculo virtuoso que se retroalimenta porque esas figuras atraen a un público nuevo que se acerca por ellos y al ver que funciona, los actores que hasta hace unos años solo hacían televisión hoy eligen, ante la ausencia de ficciones en la pantalla chica, al teatro como fuente principal de ingresos. Otro cambio de paradigma porque, históricamente, las funciones teatrales se programaron a las 21 porque los actores que hacían televisión no llegaban antes a raíz de las largas jornadas de rodaje.
La presencia de estas figuras, que disputan el podio de Aadet basado en la recaudación, también eleva el nivel de competitividad que se puede ver reflejado en mayores inversiones de parte de los productores. Las cifras de la última semana arrojan que Matilda, Tootsie y Moldavsky pelean por el primer puesto. Los siguen Martín Bossi, Piaf con Elena Roger, Fuerza Bruta, Votemos, Los Bonobos, Parque Lezama con Luis Brandoni y Eduardo Blanco y el musical recién estrenado Heathers, que cuenta con la dirección de Fernando Dente.
Matilda se convirtió en un furor que alcanzó los 100.000 espectadores en sólo seis semanas. Tienen funciones programadas sólo hasta el 30 de julio. Para llevar a cabo el proyecto se unieron las productoras Ozono, MP, Go Broadway y Tomás Rottemberg. Hay otro fenómeno que cuelga siempre el cartel de localidades agotadas y tiene nombre y apellido: Nicolás Vazquez. Hace nueve años lo hizo con El otro lado de la cama y en 2019 con Una semana nada más. Ahora, en sociedad con Gustavo Yankelevich, el actor logró que Tootsie alcance 100.000 espectadores en 100 funciones y tiene en preventa cuatro semanas anticipadas para que la gente consiga tickets.
Tanto Matilda como Tootsie son adaptaciones de películas que todos tenemos en el inconsciente colectivo. Son apuestas costosas por los elencos y por el despliegue de escenografía, luces, vestuario y maquillaje. Además, hay que contemplar los derechos de autor de las obras, que cuando son títulos internacionales se pagan en dólares y sin ningún tipo de cotización diferencial que ayude en la negociación. No existe el “dólar Coldplay” en el teatro. Los precios varían en función de la cantidad de premios ganados, la popularidad que alcanzó y si aún está en cartelera o no en otras plazas. Los costos pueden ir desde los 1000 hasta los 50.000 dólares. También se debe contemplar si la pieza permite ser adaptada o no. Matilda respetó a Tronchatoro interpretado por un hombre como en otras plazas del mundo. En el caso del clásico de Dustin Hoffman, Nico Vázquez, Gustavo Yankelevich, Fernando Masllorens y Federico González del Pino la adaptaron como una comedia no musical. Para ello, tienen un equipo de 85 personas que trabajan en la puesta. Todo esto también aumenta los costos. Un productor que prefiere no revelar su nombre calcula que se necesita vender unas 20.000 entradas de un musical “mediano” y 60.000 de uno “grande” para recuperar la inversión.
La preferencia del público generó que los musicales ganen cada vez más espacio en las marquesinas. Además de Matilda y Piaf, están en cartel Querido Evan, Come From Away, Heathers y Drácula, la despedida. En el off también hay puestas interesantes y que se sostienen en cartel: La Desgracia, La Tiendita del Horror, Tick Tick Boom, Yo quería un musical y Forever Young. A diferencia de lo que sucede con este género en plazas como Londres, Nueva York o Madrid, aquí las temporadas suelen ser cortas. “Aunque cuesta hacerlo rentable, hay mucho talento y el público responde a eso”, explica Sebastián Blutrach, titular de Aadet.
Los productores teatrales ponen el foco en lo que pueda suceder en el segundo semestre, con las elecciones de por medio. Son prudentes también con los aumentos en los precios de las entradas. Entienden que al no ser la cultura un consumo de primera necesidad, también suele ser lo primero en recortarse cuando hay que ajustar los presupuestos familiares. Sin embargo, las cifras hasta ahora les permiten celebrar. Después de muchos meses de marquesinas apagadas, Calle Corrientes recuperó su brilló y esplendor. Que no se corte.
Fuente: Maite Peñoñori, La Nacion