1. Reino Unido: con ayuda de Catherine
En su novela Tres hombres en un bote -uno de los primeros best-sellers de la historia moderna-, Jerome K. Jerome hace pasar sus personajes por los jardines reales y el laberinto de Hampton Court, en la periferia lejana de Londres. El castillo fue la residencia favorita de Enrique VIII mientras que el dédalo de plantas fue encargado por un lejano sucesor suyo, Guillermo III de Orange. Se plantó a fines del siglo XVII para divertir al rey y a su corte y es el más antiguo de Europa.
Aunque no sea muy grande, hay que contar un buen cuarto de hora para llegar a la meta, en el centro. Los que tardan más podrán pedir ayuda? al fantasma de Catherine Howard, una de las tantas esposas que Enrique VIII mandó decapitar y ronda desde hace siglos por Hampton Court. Aunque no parezca tan complejo en los planos, sus altas y uniformes paredes de tejos confunden a quien lo desafíe. El trazado no cambió desde los tiempos de Guillermo III, aunque las plantas hayan sido reemplazadas varias veces.
Está en East Molesey, Surrey. Lo más fácil para llegar es por tren, bajando en la estación local Hampton Court (contar media hora de viaje desde Waterloo, en el centro de Londres). La entrada al palacio cuesta AR$ 1250, para adultos. Es posible comprar un ticket solo para el laberinto, por AR$ 470. El sitio abre de 10 a 18, de abril a octubre, y hasta las 16.30 el resto del año.
2. Italia. El dédalo de Villa Pisani
¿Laberínto o dédalo? En la mitología griega, Dédalo fue el creador del primer laberinto, para encerrar al Minotauro. Su nombre pasó a ser sinónimo de su creación. El de la Villa Pisani, en el Veneto, no es tan extremo como aquel que mantenía encerrado al legendario monstruo, pero tiene la fama de ser el más complicado del mundo.
Fue trazado con varios círculos concéntricos en torno a un torreón central, en 1720, por Girolamo Frigimelica, el mismo arquitecto que diseñó el palacio barroco de la familia patricia Pisani, en Stra. Los cinéfilos lo recuerdan en la película Porcile (Pocilga) de Pier Paolo Pasolini, en 1969. Antes de aparecer en la pantalla grande fue sede de una cumbre en 1934 entre Adolf Hitler y Benito Mussolini. Ocupados en destruir Europa, no quisieron perder tiempo en el laberinto. ¿O habían escuchado la historia de Napoleón, que tardó más de media hora en poder salir y no quisieron repetir la experiencia? Siempre en Italia, otros dos laberintos están relacionados con Jorge Luis Borges. Uno está en los jardines de la basílica San Giorgio Maggiore, en Venecia; y el otro es de bambúes, en Parma.
Stra está entre Marghera y Padua, en los límites del Veneto. El palacio y sus jardines están al 7 de la Via Doge Pisani. Las puertas abren de 9 a 20 del 1° de abril al 30 de septiembre y en horarios más acotados durante el invierno italiano. Cierra los lunes, menos los feriados. Hay un cupo de 1800 visitas al día, por lo tanto se recomienda llegar de mañana, sobre todo durante los meses pico del verano europeo. se entra sin cargo el primer domingo de cada mes entre octubre y marzo. La entrada para visitar el palacio, las muestras y los jardines cuesta AR$ 500 por persona. El laberinto no se visita cuando hay mal tiempo.
3. Estados Unidos (Wisconsin). En la granja de los Treinen
Es sabido que en América todo es más grande que en Europa. ¿Y también los laberintos? Con más de 60.000 m2 de superficie, el de la familia Treinen, en Lodi (Wisconsin), es gigantesco al lado de los ingleses o los italianos. Además se renueva cada año porque se trata de una traza dentro de un campo de maíz.
En el pasado, los tractores dibujaron un Hombre de Vitruvio, un dinosaurio, un barco pirata, un dragón céltico y en 2018, un elefante. El mes próximo se conocerá el nuevo motivo, hecho en familia y de manera artesanal, como siempre, sin ayuda de aparatos de geolocalización. Los trazos de esta efímera obra, que se ve solamente desde el aire, forman el laberíntico camino que hay que seguir en medio del maizal.
Los Treinen avisan que se puede tardar hasta un par de horas para recorrerlo y llegar hasta la salida. Y eso que dan planitos en la entrada? Esta atracción se limita al otoño, cuando los maíces son altos y cuando también se cosechan las calabazas en campos vecinos, antes de Halloween.
La granja de la familia Treinen queda a cinco millas del pueblito de Lodi, al oeste de Milwaukee y cerca de Madison. El laberinto y la recolección de calabazas son atracciones que duran solo unas semanas en otoño, entre el fin de semana del Labor Day (en Estados Unidos se celebra el primer lunes de septiembre) y el segundo fin de semana de noviembre. La granja recibe visitas los viernes de 15 a 22.30, los sábados de 10 a 22.30 y los domingos de 10 a 18.30 hs. La entrada cuesta AR$ 490.
4. Estados Unidos (Hawai). Para entrar a las piñas
También en los Estados Unidos pero en un ámbito totalmente distinto, este dédalo es considerado como el más lindo del mundo. Se encuentra dentro de una plantación de piñas sobre la isla de Oahu, en medio del Pacífico. Es el laberinto permanente más grande del mundo, con 12.000 m2 plantados y un camino total de casi cinco kilómetros.
Luego de sortear los cul de sac, se llega al centro ocupado por un enorme ananá dibujado con plantas. Esta atracción está dentro de una gran finca junto a un parque con miles de plantas tropicales nativas de las islas Hawai. Está sobre la misma isla y a poca distancia de Honolulu, la capital del estado, y Pearl Harbor. James Dole creó la Hawaiian Pineapple Company en 1851, el punto de partida del imperio que lleva su nombre.
La propiedad es enorme y se suele visitar a bordo de un tren turístico. El predio cuenta también con un restaurante, una tienda de recuerdos y un puesto de venta de piñas. Está en 64-1550 Kamehameha Highway, en Wahiawa. El combo tren y laberinto cuesta AR$ 780 por persona. Abre de 9.30 a 17, todos los días.
5. Australia: entre rosas y lavandas
La península de Mornington se abre paso entre dos bahías al sur de Melbourne: la de Port Philipp y la de Western Port. En la punta de aquella franja de tierra está el laberinto más grande y antiguo de Australia, realizado con gruesas paredes vegetales prolijamente talladas, de 3 metros de alto y 2 de espesor.
Junto al dédalo principal hay otros dos, únicos en su género. Uno está hecho de rosales y el otro con lavandas. Sus creadores no escatimaron en plantas, con 1200 macizos de 217 especies de rosas y 4000 pies de varios tipos de lavanda. Estos tres laberintos están dentro de un gran parque que se visita en familia porque los niños pueden participar en búsquedas de enanos de jardín; o en pareja para disfrutar de los hermosos paisajes, asistir a talleres en torno a las lavandas o animarse a degustaciones con productos hechos en base a estas flores. En las cercanías de Ashcombe hay también playas y viñedos para descubrir otras facetas de la región.
Ashcombe Maze está al 15 de Shoreham Road en la localidad de Shoreham. Se llega en una hora y media desde el centro de Melbourne. Abre de 9 a 17 todos los días. La entrada cuesta AR$ 580 por adulto (+10% durante los feriados).
Fuente: La Nación