Yuna vez más, la pregunta: ¿Qué proponerles a los chicos en vacaciones? Los hábitos pospandemia subieron el volumen, ¿cómo hacer para que dejen por un rato las pantallas y vuelvan a lo que un libro ofrece? No es que juegos, películas y series no aporten, sino para abrir lo que todo adulto sabe: que leer es una forma de aprender –por placer– a estar solo, conocer nuevos mundos, entretenerse y emocionarse, además de aprender. ¿Cuál sería la mejor estrategia para poner pausa y volver a los libros?
La ilustradora y autora Isol Misenta responde desde la praxis. “En casa también es una lucha que lean solos. Les encanta que nosotros les leamos (Frida tiene 6 y Antón, 10) y ese es un lindo espacio para compartir”. En cuanto a cómo convocarlos, dice: “No tengo más recetas que ofrecer lindos libros y poner horarios sin pantallas. Creo que es bueno bajar a un ritmo diferente que propicie buscar otros entretenimientos. Y mostrar los libros como una propuesta de algo lindo y entretenido, no como una obligación. Las historietas son buenas para empezar. Investigar como padres qué materiales les puedan interesar”.
Por su parte el escritor Pablo De Santis, autor de libros como La traducción y El enigma de París, hace un paneo a los modos de leer y ver, según las edades. “Cuando los chicos son muy chicos, he observado que funciona la velocidad: pasar rápido las páginas, sin detenernos demasiado. El paso de las páginas se convierte en la historia en sí. Más adelante ocurre lo contrario: a los niños les gusta detenerse en los dibujos, descubrir detalles, los rincones secretos de la página. El dibujo funciona como mapa de la historia. Y después está el paso a los libros sin imágenes, o con pocas imágenes”. Finalmente, refiere a lo más vincular del hábito: “Creo quela lectura de los padres o de las personas cercanas es fundamental, porque el leer siempre empieza con una voz que acompaña, hasta que formamos nuestra propia voz lectora”.
Entrar por distintas puertas
Caídos del mapa es de sus libros más leídos. Pero no es el único hit de María Inés Falconi. Entre publicadas y estrenadas, tiene más de 50 obras. “Suele suceder que si de lectura se trata, siempre cargamos las tintas sobre los chicos: que si leen más o menos, que las computadoras. Para mí los chicos comparten el mundo con los adultos y atraviesan las mismas situaciones que ellos. La pandemia nos sumergió en las pantallas, tanto para comunicarnos como para entretenernos. ¿Quiénes leen más, los adultos o los chicos en una casa? ¿Sólo ellos pasan tiempo frente a las pantallas? Tal vez, indagando lo que nos pasa a nosotros lleguemos a qué les pasa a ellos y podamos “ayudarlos”.
Este año la Feria del Libro Infantil y Juvenil vuelve a funcionar de manera presencial. Por eso la autora firmará ejemplares el 30 de julio, a las 17, en el CCK. “Afortunadamente -dice- voy escuchando que es un problema que por fin se ve (y no tiene que ver solo con la pandemia). Los chicos no leen porque les cuesta, y a la hora del esparcimiento, ellos, como nosotros, elegimos lo más fácil. No sabemos si detrás del que se traga un punto o se traba con la “r” tenemos un gran lector. Hay que darles las herramientas adecuadas. Un libro que aburre no es nunca un buen libro para nadie. Debiera haber un compromiso fuerte de parte de los padres, maestros, abuelos por atravesar ese camino junto a ellos y ayudarlos a descubrir sus propios gustos y el gran placer de la lectura”.
El escritor y matemático Guillermo Martínez, que entre sus libros más conocidos destacan Crímenes imperceptibles, La muerte lenta de Luciana B. y Los crímenes de Alicia, lo piensa desde otro lugar. “En España, durante pandemia, se vendieron casi un 40 por ciento más de libros, me extrañaría mucho que los chicos hayan leído menos en papel durante ese período. De manera que no estoy seguro de que “antes” los chicos leyeran más en papel y que “ahora” sería necesario traerlos a ningún lado. Tampoco veo por qué, si leen en pantalla, deberíamos “traerlos” al libro de papel. Perfecto para mí si leen en pantallas o de cualquier manera”. Y vuelve a la figura del mediador: “Como siempre, una buena manera de iniciar a los chicos en la lectura es que los padres lean”.
Editora, escritora, al frente de planes de lectura, Carola Martínez Arroyo habla desde la práctica misma. “Considero que leer en pantalla también es leer. Que el libro en papel es solo un soporte. Dicho esto debo señalar que hay libros que necesitan el soporte en papel porque es la materialidad del libro lo que lo hace posible. Pienso en los libros álbum”. Empate para los soportes, según Martínez Arroyo. Pero, sigue: “Ahora bien, ¿hay libros que ganan lectores/as? Sin duda: los cómics, manga, historietas son uno de los géneros más leídos por niños y niñas. Pienso en Chanti, en la Escuela de Monstruos o la colección de Comiks Debris. También en Harry Potter, que debe ser el libro que más lectores/as ha ganado”.
Para Ana María Shúa, escritora que nutrió de libros a niños, adolescentes y adultos, alcanza con recordar sus versiones de Una y mil noches de Sherezada entre una lista engrosada de títulos. Shúa dice: “Como escritora, no tengo experiencia en promoción de la lectura, pero lo que sí tengo claro es que no se trata de los chicos, sino cómo se hace para que los adultos vuelvan a leer, porque son los adultos los que están capturados por la pantalla. Tengo la sensación de que los que se alejaron más de la lectura son los adultos. No se trata de competir, porque en la competencia con la pantalla el libro pierde. Se trata de entender que se puede hacer todo al mismo tiempo. Así como cuando yo era chica veíamos televisión y los lectores también leíamos. Eso tiene que pasar con los chicos. Que entiendan que la lectura es una opción más, una opción maravillosa. No solo en papel. Leer en ebook es lo mismo, van a convivir por mucho tiempo”. Shúa también observó lo que pasó en su casa. Y dice: “Mi experiencia es más como mamá y como abuela. Mis hijas son lectoras porque me vieron leer a mí, disfrutar, hablar de la lectura. Volvemos al principio, para que los chicos lean es importante que lean los adultos. ¿Qué pasa en las casas donde no se lee? Para eso está la escuela”.
Fuente: Marcela Ayora, La Nación