Cecilia Muñoz toca la flauta traversa y comparte la profesión con su esposo. Su hija Emilia, de un año y dos meses, hoy pudo entender el trabajo de sus padres. Como ellos, otros 25 padres estacionan sus cochecitos y esperan en el foyer de ingreso al teatro Colón, mientras se toman selfies con sus niños, que no superan los dos años.
A las 12, al final de la escalera, una mujer caracterizada de época con un vestido rosa y una corona de flores blancas en el pelo abre los brazos en signo de invitación y esboza. «Esto no es simplemente un concierto o una clase de baile. Está pensado para crear una memoria que quede en el corazón de sus niños. Les voy a dar la bienvenida al Colón para bebés».
«Sirve para que se inicien lo antes posible en este tipo de espectáculos y tengan contacto la música clásica en general. Yo soy música, trabajo en el teatro y mi marido también, así que a ella no le queda otra», dice Muñoz mientras aguarda para comenzar la actividad con su hija. Es el ensayo del espectáculo que se presentará en cuatro oportunidades, arrancando el sábado 22 de este mes.
Para ella, el ambiente de la música y el arte es casi un hábitat natural y, según explica, es normal para su hija ver a sus padres tocando un instrumento. Cuando ve algún elemento con forma de tubo, similar a la flauta de su madre, Emilia sopla. «En las actividades musicales actúan muchas áreas del cerebro al mismo tiempo. Para nosotros es súper importante para su desarrollo que esté en contacto con la música «, cuenta Muñoz.
Del otro lado del hall, María Victoria Loiudice, corre detrás de su nieta, Felicitas, de un año y tres meses. «Mi mama traía a mis hijas, que eran chicas, pero no bebés. A ella le gusta mucho la música, así que se me ocurre que esto le va a venir bien. Está acostumbrada al sonido y el movimiento en la guardería, y a las fotos también», relata.
Como ellos, alrededor de 25 niños con sus padres ingresaron descalzos al Salón Dorado y se sentaron sobre una alfombra encastrable de goma Eva que estaba bordeada por pelotas de tela en distintos colores. En la punta del salón, los recibió la orquesta, compuesta por dos pianos, un cello, una flauta, una celesta y un xilofón. También estaban acompañados por una bailarina.
La actividad comenzó con una exposición donde cada músico tocaba un pequeño pasaje a modo de presentación. A medida que cada uno terminaba, los padres aplaudían la música. Los bebés, aún atónitos, empezaron a repetir el gesto. Una vez finalizado el pase de todos los instrumentos musicales, salió a relucir el elemento furor de la jornada: un piano a que reproducía a pequeña escala a su equivalente mayor. Era un piano bebé.
De a poco, se desprendió un diálogo musical: el gran piano reproducía una melodía que luego replicaba el piano más pequeño. Los niños y niñas se abalanzaron sobre el instrumento de su tamaño y bailaron a lo largo de la alfombra, mientras la orquesta entonaba El Carnaval de los animales, de Camille Saint-Saëns.
Más adelante, la bailarina, vestida con un vestido blanco lleno de brillos, levanto la punta de sus pies Los niños seguían los pasos con la mirada hasta que la bailarina terminó su performance y se agachó. Automáticamente, los niños salieron disparados, algunos caminando y otros gateando, a tocar el tul de la pollera.
En la siguiente instancia, la orquesta ejecutó la última parte de la pieza musical, mientas los niños jugaban en la sala con telas de diferentes colores. Como escena final, bailaron al compás del vals sobre los brazos de sus padres. Para cuando los músicos se despidieron, aplausos de por medio, habían pasado 50 minutos.
El teatro Colón acuñó esta iniciativa con el objetivo de ampliar el público que concurre allí. «Pensamos una propuesta para bebés con los papás para que tengan a una aproximación a que es lo que se hace aquí con la música. Se trabajó en elegir determinados sonidos, descomponerlos para que los bebes puedan identificarlos. También incluimos movimientos, a través de una bailarina del ballet, para que puedan incorporar en la actividad las texturas de las telas y los colores», explicó a LA NACIONMaría Victoria Alcaraz, directora del teatro Colón.
Según contó Alcaraz, la experiencia se tomó a partir de una actividad similar que se realizaba en Covent Garden, en Londres, y se incorporaron especialistas en pedagogía de arte. «Trabajar intensamente en despertar el interés y la sensibilidad en los más jóvenes es una obligación del teatro Colón», indicó. Y agregó: «Esto es como andar en bicicleta: si aprendes de chico es más fácil y sucede naturalmente. Ese es el razonamiento: que los chicos entren al Colón, que lo recuerden, caminen, que lo vivan». Además, la directora adelantó que la actividad continuará su desarrollo a lo largo de todo el año y que espera que el ciclo permanezca dentro de los programas del teatro.
Las próximas fechas están programadas para el sábado 22, domingo 23, sábado 29 y domingo 30 de junio. A los niños se los divide en tres niveles conformado por distintas franjas de edad: de tres a nueve meses, el horario de inicio será a las 10; de 10 a 18 meses la actividad comenzará a las 12, mientras que el último nivel, que va de los 19 meses a los dos años, podrán concurrir a las 14.
Los tickets están a la venta y se pueden adquirir en la boletería del teatro Colón, en Tucumán 1171, de lunes a sábado, de 9 a 20 y domingo de 9 a 17. O se puede comprar a través de internet en la página oficial del teatro. El costo es de $800 para un adulto y un niño; y $1200 para dos adultos y un niño.