Corría el año 2018 cuando Ben Affleck, consagrado actor de Hollywood, puso a la venta una de sus propiedades en los Estados Unidos. Se trata de una mansión en el estado de Georgia, que el protagonista de Pearl Harbor publicó por US$8,9 millones. Sin embargo, ni la retasación de la propiedad a US$7,6 millones lo ayudaron a concretar la operación por lo que optó por quedársela. Tal vez sería a causa del destino, ya que se trata de la misma casa en la que allá por 2002 Affleck estuvo a punto de dar el sí con la cantante Jennifer López.
El actor y la cantante habían compartido su noviazgo de 2002 a 2004 con un anillo de compromiso de por medio, pero la presión mediática pudo con su vínculo y decidieron separarse. Años más tarde, cada uno transitó distintos caminos que los llevaron a armar sus propias familias. Aunque ni ellos esperaban que las vueltas de la vida devolvería a los enamorados al mismo camino y, después de un noviazgo fugaz, los actores se escaparon a Las Vegas y se casaron en julio de este año.
Seguido de una melosa luna de miel en París, un mes después la pareja celebra la ceremonia oficial con familia y amigos este fin de semana. ¿El lugar? La misma mansión donde casi oficializan su relación 20 años atrás.
El casamiento constó de tres partes: una cena el viernes a la noche, el sábado fue la tan esperada ceremonia y el domingo, una barbacoa de despedida a los invitados.
Cómo es la casa
Hace días que los preparativos están en marcha y se puede ver desde tomas aéreas un altar con sillas a los costados armado en el jardín trasero para que los actores retomen su relación inicial donde la dejaron. La casa principal, de estilo clásico sureño estadounidense, tiene más de 500 metros cuadrados, tres dormitorios, cinco baños y altos techos de cuatro metros de altura. Sin embargo, esta no es la construcción más grande del terreno porque en él se encuentran también una mansión de 800 metros cuadrados -originalmente diseñada para invitados con un lugar especial para los niños- y otra más pequeña a un costado.
Antes de ingresar a la casa, un pórtico de madera con escaleras recibe a los invitados con algunas sillas para disfrutar de un día de calor a la tranquilidad de la sombra. Dicho ingreso está enmarcado por un camino de baldosas rigurosamente rectas con pasto a los costados perfectamente cortado para el gran día.
Los amantes de la luz natural van a adorar esta casa, que tiene en la mayoría de las habitaciones grandes ventanales que dejan entrar la luz del día. Un claro ejemplo es el comedor donde se puede ver de techo a piso todo el exterior, dado que está enmarcado de todos ventanales con vidrio repartido.
Por dentro, el piso es en su mayoría de madera de pino y la sala de estar está enmarcada por una gran chimeneas arqueada, típica del estilo arquitectónico. Con un tono elegante y sobrio, el interior está pintado casi todo de blanco.
La propiedad tiene acceso directo al agua y un muelle propio por si la pareja del año quiere dar un paseo en el río North Newport, en la isla de Hampton. La naturaleza abunda en la residencia, ya que está ubicada en un jardines y bosques de 350.000 m².
Fuente: La Nación