Las calles de Buenos Aires invitan a los curiosos a sentir el deseo de recorrer cada uno de sus rincones, a perderse entre los edificios históricos y a detenerse en cada esquina para observar con meticulosidad sus encantadores detalles. En la capital de Argentina hay casas que acogen en su interior historias de un tiempo pasado, que se fusionan y entrelazan con el presente. Un claro ejemplo de ello es Matienzo Haus, la cual se encuentra ubicada en pleno corazón de Belgrano.
La vivienda, ubicada en la calle Benjamín Matienzo 2596, se terminó de construir en 1916. Al principio el hogar pasó por una etapa de transición, ya que sus dueños fueron varios, hasta que finalmente fue adquirida por Harm Böttrich y su esposa Sara Isabel Sarasola, que vivieron allí hasta 1947.
Böttrich fue un reconocido médico del Hospital Alemán –hijo de padres germánicos- mientras que ella (de ascendencia española y vasca) dedicó su vida a la docencia. El matrimonio formó una familia que, con el tiempo, comenzó a utilizar la imponente propiedad como un salón de eventos y espectáculos. El espacio tiene 105 años, los cuales están repletos de historias y anécdotas que se enmarcan dentro de una época dorada del país.
Para aquel entonces, la casa se caracterizaba por tener ambientes amplios y luminosos, acordes a la gran cantidad de invitados que solían asistir a los eventos realizados.
En un primer momento los cuartos y baños eran mucho más grandes que en la actualidad. Esta disminución se produjo tras la muerte de la pareja, cuando se hizo una subdivisión y se trató de salvaguardar el estilo original.
Hasta el día de hoy, uno de los escalones de la casa mantiene un escenario similar al que se puede encontrar en un auditorio, el cual en aquellos años servía para jugar a hacer teatro o ubicar a alguna banda de amigos en las fiestas que organizaba el matrimonio.
Por la vivienda pasaron cientos de personas y entre los personajes reconocidos se encuentra el director, escenógrafo y productor Cecilio Madanes, conocido por fundar el teatro Caminito.
La razón principal por la que varias personas se dirigían allí es porque era muy habitual que los propietarios realizaran reuniones donde en todas las oportunidades se escuchaba el sonido de un violín, la voz de un amigo tenor o el canto de algún artista. También era costumbre la visita de una familia alemana que tocaba el acordeón, armaba la batería y los distintos instrumentos, y toda la noche hacían lo posible para que todos se pongan a bailar.
Asimismo, la pareja recibía y hospedaba a familiares que llegaban del campo, también algunos conocidos de Brasil y hasta de Europa. En las amplias salas se celebraron cumpleaños, casamientos y diferentes ágapes.
La casa albergó no solo personas sino amistades, amores, desamores, alegrías, tristezas, nacimientos y hasta fallecimientos. Indudablemente, las paredes de todos los ambientes están impregnadas de recuerdos y también, de música.
Entre los espacios especiales de la mansión se encuentra el sótano, el cual estaba completamente decorado por el dueño, con su correspondiente bodega que incluía una escalera recta y en las paredes dos pequeñas ventanas que permitían el flujo de aire y luz natural.
Ahí se celebraban las fiestas más “descontracturadas” y divertidas, aunque su acceso era exclusivamente para las amistades con las que había más confianza. En la actualidad se mantiene intacto, con sus faroles antiguos, botellas añejas de bebidas alcohólicas y cuadros.
La antigüedad de los muebles y su estilo forman un lugar muy cálido y particular. Respecto de su arquitectura, la mayoría son de estilo Chippendale, un clásico de los siglos XVIII y XIX.
Todos están caracterizados por tener una apariencia sólida y maciza, mezcladas con sus amplias proporciones que se incorporan en la elegante decoración.
La vivienda también está llena de arañas de bronce colgando desde los techos altos, algunas inglesas y otras holandesas.
Los pisos de pinotea, caracterizados por su tonalidad rojiza amarronada, era el obligado de toda persona que tuviera buen gusto en aquel entonces. Hoy, 100 años más tarde, sigue intacto gracias a su gran resistencia al paso del tiempo.
La planta baja posee un salón-comedor con un escenario y piano de cola, living, galería, jardín y sótano temático. Las habitaciones son amplias y presentan muebles antiguos de madera oscura y retoques de decoración colonial. Los baños privados están decorados con suelos de baldosas y algunos disponen de bañera.
En cuanto al funcionamiento del sitio a lo largo del tiempo fue variado. En un momento fue alquilada como una casa particular, posteriormente fue un centro de recuperación y también fue elegida para rodar películas, series y avisos publicitarios.
En otra oportunidad fue un hotel boutique que solo disponía de cinco habitaciones. El mismo fue adaptado para recibir huéspedes pero se intentó conservar y mantener el estilo y el espíritu familiar que caracterizó a esta vivienda emblemática. En la actualidad, pasó a ser un centro de estética que aún conserva la misma impronta al tiempo que busca reivindicar la historia de este lugar.
Resulta cautivador y apasionante pensar en cómo ciertos espacios pueden consolidarse con una personalidad y un estilo particular, no importa que los años pasen, su indudable unicidad los convierte en lugares dignos de conocer.
Fuente: Donato Del Blanco, La Nación