Durante tres décadas, las salas del Teatro La Comedia albergaron cientos de obras del circuito independiente. Por allí pasaron muchísimos artistas con las propuestas más diversas. Pero desde hace unos días, lamentablemente el espacio cerró sus puertas.
La comunidad teatral recibió la noticia con dolor como sucede cada vez que un teatro desaparece. Buenos Aires, que se enorgullece de ser una de las capitales con más teatros del mundo, tiene varios casos a lo largo de su historia. Desde 2020, la ciudad cuenta con un espacio menos donde ver teatro.
El año pasado circuló durante varios meses el rumor de que La Comedia, en Rodríguez Peña entre M.T. de Alvear y Santa Fe, cerraría sus puertas. Allí funcionaban tres salas: una grande de más de 400 localidades y dos menores: una en el mismo piso y la otra, en un subsuelo.
Frente del Teatro la Comedia sobre la calle Rodriguez Peña 1062. Foto: Rafael Mario Quinteros
Siempre había una decena de obras en cartel, en distintas puestas, con diferentes días y horarios. Dramas, comedias, musicales, poesía, unipersonales, obras de todos los géneros tuvieron cabida en La Comedia.
En el mismo edificio, funciona un gimnasio de una famosa cadena y en el hall del teatro el público que iba a ver las obras siempre se cruzaba con los habitués que salían con sus bolsos del gym. Ahora, no habrá más espectadores de teatro.
El edificio que fue construido en 1938 pertenece a la congregación religiosa Compañía del Divino Maestro. Tuvo varios destinos hasta que en los ’90 comenzó a funcionar como sala teatral, casi la única en el barrio. Ahora la zona, se quedó sin movida teatral.
Ariela Mancke y Roberto Bisogno (actual presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales, AADET) fueron los productores a cargo de la sala desde 2003 hasta el 31 de diciembre pasado. El alquiler del espacio se incrementó tanto que se volvió insostenible. Intentaron salvar el espacio pero la decisión, por parte de los dueños, ya estaba tomada.
Las obras que estuvieron en cartel el año pasado se sostuvieron hasta el último día, intentando no pensar en el futuro que se avecinaba. Con emociones encontradas, todos los elencos realizaron sus funciones sabiendo que serían las últimas en ese espacio que dejaría de existir pero poniendo el cuerpo para que salieran impecables.
El futuro del inmueble aún es incierto o, al menos no se hizo público. Sin embargo, el desmantelamiento del teatro ya está en marcha. Ya no más butacas, ni telones ni escenarios. No más espectadores, no más obras. Un teatro que se pierde para siempre en una de las ciudades más teatreras del mundo, es una pésima noticia.
Fuente: Clarín