Puertas escondidas, pasillos exclusivos para las mucamas y una escalera maldita: son algunos de los secretos y de los mitos que rodean al Palacio San Martín, considerado “el pequeño Versalles” del barrio de Retiro. A partir del viernes 19 de este mes, el público podrá ingresar a escuchar conciertos o charlas de literatura a la esplendorosa construcción afrancesada que en 1905 fue levantada para ser la residencia particular de Mercedes Castellanos de Anchorena. Hoy es la sede protocolar del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, aloja importantes colecciones de arte y cuenta con visitas guiadas que serán reanudadas una vez concluida la restauración que se está llevando a cabo en algunos sectores.
”Inicialmente habrá encuentros culturales en el Salón Libertador, pero luego se realizarán en otros sectores del edificio”, anticipó Paula Vázquez, directora de Asuntos Culturales de la Cancillería, durante un recorrido.
Un símbolo de poder
Lo primero que llama la atención de la obra es su enorme portón de hierro forjado ubicado en la entrada principal de Arenales 761, frente a Plaza San Martín. “Es de estilo monumental y remite al Arco del Triunfo, todo un símbolo del poder”, explican las guías durante la visita. No son pocos los curiosos que pasan y asoman sus narices para ver qué hay detrás. También se aprecia la entrada desde el interior, en el llamado Patio de Honor. Ahí se distinguen tres casas con entradas independientes, pero unidas por una galería a la altura del primer piso. Esta división se debe a que la viuda de Nicolás Anchorena habitó el palacio junto a algunos de sus hijos y sus respectivos núcleos familiares en diferentes casas. La obra se construyó hacia 1905 y el diseño es del arquitecto Alejandro Christophersen, quien también levantó hospitales, escuelas e incluso el Café Tortoni. Es de estilo ecléctico, típica de finales de siglo XIX y principios del XX, pero más puntualmente del academicismo francés perteneciente a la Ecole des Beaux Arts de París. Como suele suceder con este tipo de inmuebles de esa época, todo su brillo coincide con los años de preparación de las celebraciones del Centenario de la Revolución de Mayo.
Los Anchorena vivieron en su palacio muy pocos años. En la década del 30, por la crisis económica mundial y debido a que avanzaban nuevos estilos, como el art noveau o el art déco, se desprendieron de él y lo compró el Estado nacional. Vendieron parte del mobiliario y otra parte fue donada por la familia. Aún se pueden apreciar biombos, arañas, relojes y muebles ubicados en los diferentes salones comunicados a través de “puertas secretas” escondidas o camufladas con la boiserie o los empapelados. En realidad, eran utilizadas por el personal de servicio para entrar y salir cargando bandejas de las habitaciones con la mayor discreción. Estas puertas conectan con los llamados “pasillos de servidumbre”, por los cuales se desplazaba el personal con discreción.
La escalera maldita
Pero además de las puertas secretas existe una serie de mitos y anécdotas que se esconden tras los muros del palacio. Uno de ellos está vinculado a la escalera que conduce desde el Patio de Honor hasta el Piano Nobile del Primer Piso, donde se encuentran los salones de usos públicos o sociales. Es una historia transmitida por los mayordomos de la residencia que dice que fueron varias personas (y a lo largo de diferentes períodos) quienes al subir o bajar los peldaños se resbalaron y accidentaron. Hoy está clausurada con un cartel que prohíbe pasar; “es porque la están reparando y no debido al mito”, aseguran las guías. De todos modos, y más allá del actual cartel, desde hace décadas ningún funcionario se atreve, por las dudas, a utilizarla. De lo que sí hay certeza es de que hace un mes y medio empezaron las obras de restauración de ciertos sectores del inmueble para poder, además de recibir a las delegaciones extranjeras, reanudar las visitas guiadas.
La edificación de grandes palacios, petit hoteles y mansiones en Buenos Aires como el palacio durante la primer década del siglo XX surge a raíz de las grandes transformaciones sociales y urbanísticas de las últimas décadas del siglo XIX. La urbe cambia drásticamente en un proceso de modernización y metropolización de forma acelerada. Las clases altas, que solían habitar el sur de la ciudad, se fueron trasladando hacia el norte luego de la epidemia de fiebre amarilla de 1870. Los Anchorena, como en general ese sector de capitalistas agrarios, fueron una clase social consumidora de arte e imitadora de prácticas culturales europeas por razones simbólicas y de prestigio, lo cual se evidencia en los estilos arquitectónicos y de decoración interior de la residencia, expuestas a la mirada pública (al menos, la de una parte de la sociedad) en el contexto de eventos sociales.
Por fuera, se pueden observar las pilastras, molduras y ornamentos, y la mansarda que corona el edificio, con sus techos de pizarra y ojos de buey, característicos de la arquitectura francesa de la época. Todo fue traído de Europa. “El lujo y la expresión de poder simbólico, a través de los estilos de decoración interior neobarrocos o neorrococó (que retoman el gusto de la aristocracia europea), es una característica de los palacios eclécticos criollos de finales de siglo XIX y principios del XX”, señalan las guías. En ese sentido, cada ambiente ofrece una caracterización particular, encontrándose espacios donde lo clásico dialoga con el modernismo de estructuras de hierro y vidrio.
El inmueble fue adquirido por el Estado en 1936 y allí funcionaron las distintas oficinas y dependencias de la Cancillería, e incluso una de sus casas fue residencia del canciller por un breve período. Actualmente su uso es exclusivo protocolar, ya que en 1998 se puso en funcionamiento el edificio moderno de Esmeralda 1212, obra de los arquitectos Aizenstat y Rajlin, que pasa a ser la sede administrativa del ministerio. En 1997, el palacio es declarado Patrimonio Histórico Nacional. Entre mediados del 2019 y febrero de 2021, algunos salones fueron alquilados para realizar fiestas, pero la iniciativa fue dada de baja para preservar su valor patrimonial.
Encuentros en el palacio
La presentación del nuevo espacio se realizó ayer durante un acto encabezado por el canciller Santiago Cafiero, quien destacó que uno de los objetivos del palacio cultural es “desarrollar un ámbito más de resonancia internacional para avanzar en nuestras industrias culturales” y así apuntar a lograr “exportar el talento argentino”. Según explicó Paula Vázquez, se van a realizar ciclos de música una vez por mes y en el Salón Comedor se darán charlas de literatura. Estas dos propuestas serán fijas, los turnos para asistir se deberán reservar de manera online y la programación se difundirá a través de las redes sociales y la página de la Cancillería. Se sumará una serie de eventos ad hoc que no son programación estable y que incluirán muestras fotográficas específicas. Este flamante espacio pasará a sumarse a las colecciones de Arte Argentino y Latinoamericano y a la de Arte Prehispánico del NOA que ofrece el palacio.
Para agendar
En el sitio web www.cancilleria.gob.ar está disponible la programación cultural que comenzará el viernes 19. Allí se podrán hacer reservas para los ciclos musicales y de literatura. La entrada al palacio cultural es por la puerta de Esmeralda 1212.
Fuente: Virginia Mejía, La Nación