«Turandot» tiene nueve funciones en el Teatro Colón, hasta el miércoles 29.
No podía faltar en el año del centenario de la muerte de Giacomo Puccini una nueva reposición de su Turandot, la obra póstuma del maestro de Lucca y una de las óperas más exitosas que han pasado por el Teatro Colón. Fue en el recinto porteño donde se presentó por primera vez fuera de Italia, apenas dos meses después de su estreno en La Scala de Milán bajo la dirección de Toscanini. Pero además de su popularidad a lo largo del último siglo, terminó cobrando un renovado ímpetu con la majestuosa puesta de Roberto Oswald realizada en 1993, una producción que viajó al exterior y que en 2006 llegó al Luna Park.
Con la idea original y la concepción escénica y escenográfica de Oswald se repuso en 2019 de la mano de su estrecho colaborador Aníbal Lápiz, quien vuelve a estar a cargo de la dirección de escena y el diseño de vestuario para las nueve funciones de esta temporada. Ambientada como fábula en la corte imperial china, la obra demanda decorados y vestuarios a tono con el exotismo y la monumentalidad de su historia, aunque también se han probado recientemente propuestas más minimalistas como la que ideó Bob Wilson para el Teatro Real de Madrid, recibida con cierto recelo por extremar la ruptura de Puccini con el verismo característico de sus obras anteriores.
“Wilson hizo otras cosas maravillosas, pero Puccini era tan preciso y escrupuloso en las partituras con lo que escribía sobre la puesta en escena que siempre me siento mal cuando veo algo que no la respeta”, le dice a Infobae Cultura la directora italiana Beatrice Venezi, quien dirigirá a la Orquesta Estable del Teatro Colón en cinco de las presentaciones –las restantes serán bajo la dirección de Carlos Vieu–. Su debut en la sala lírica será todo un desafío: “No solo tenemos una orquesta enorme en el foso y el coro en escena, junto a los cantantes, sino también la banda interna y el coro de niños. Entonces hay partes que tienen que ser cantadas y tocadas sin contacto visible”.
Turandot narra la historia de una princesa bella y cruel que exige la resolución de tres acertijos a quienes quieran pedir su mano. Pero lo que se pone en marcha es una serie implacable donde los pretendientes fracasan y mueren decapitados, hasta que aparece Calaf, el único que consigue descifrar los enigmas. Este príncipe tártaro primero es resistido aunque finalmente logrará el deshielo de la hija del emperador, que esconde en su temperamento el afán por vengar a una de sus antepasadas, raptada y violada por un extranjero. Todo se sucede a un ritmo frenético, tal como pretendía su director, un conocido amante de los automóviles.
Aunque Puccini no alcanzó a terminar la pieza –su final habitual fue completado por Franco Alfano–, ya estaba familiarizado con esta leyenda de origen persa a través de una adaptación del comediante Carlo Gozzi que el célebre director Max Reinhardt había llevado al teatro berlinés. El compositor toscano, sin embargo, profundizó el drama dándole un relieve psicológico al personaje de Turandot y agregando la trágica historia de Liú, la esclava que acompaña en su exilio al padre de Calaf, un rey ciego y destronado. También fue novedoso el traslado de la acción a China, sobre todo en la incorporación de instrumentos y melodías originarios del vasto oriente.
“En algunos momentos se acerca a la atonalidad, pero a pesar de sus innovaciones Puccini siempre deja intacta la melodía como punto de referencia. Por eso es que se mantiene la identidad italiana también en esta ópera”, dice Venezi. Por supuesto, basta con señalar arias como “Nessun dorma”, “In questa reggia” o “Signore, ascolta”, que han sobrepasado la línea de la ópera para llegar al gran público de la mano de famosos intérpretes líricos como Luciano Pavarotti, María Callas, Montserrat Caballé, Birgit Nilsson y Mario del Monaco, entre tantos otros. La directora italiana, que participará próximamente de los homenajes a Puccini en su país, dialogó con Infobae Cultura antes del estreno.
Beatrice Venezi nació en la misma ciudad que Puccini, en Lucca
–Es su primera experiencia como directora de orquesta en el Teatro Colón. ¿Qué significado tiene para usted presentarse en esta sala y con esta obra?
–Hacer mi debut en este magnífico teatro en el centenario de la muerte de Puccini es para mí un sueño. Todos hablan de la acústica del Colón, pero la verdad es que no me lo esperaba que fuera así de cierto. Es realmente algo único. Estoy además impresionada con el nivel artístico del equipo y me siento muy cómoda con la orquesta, con el coro, los solistas y con todos los que trabajan en el teatro. Para Puccini es una ciudad que siempre significó mucha suerte.
–Aunque quedó inconclusa, Turandot incorpora algunos rasgos nuevos en la estructura dramática y la música. ¿Qué particularidades tiene usted presentes para abordarla?
–En primer lugar hay que tener en cuenta que es una suerte de fábula con un tempo magnífico, de pura ficción. Está situada en China pero no sabemos bien en qué época. Es su única ópera con esta característica, junto a Le Ville, la primera que compuso. Como sabemos, a Puccini le interesaba mucho lograr una descripción lo más verdadera y real posible, pero en Turandot se despega de esa visión típica de muchas otras obras. Lo que sí encontramos es el color local, como en el Japón de Madame Butterfly o la Roma papal de Tosca, él crea una ambientación musical gracias a la armonía, los instrumentos y las melodías típicas de la China. Lo más importante para mí, sin embargo, es el lenguaje casi cinematográfico de esta pieza. Ningún otro compositor había mostrado una acción tan rápida y yo creo que él quería entregar al público una obra que pudiese estar al paso con los tiempos modernos. Eso es también lo que espero transmitir.
–¿Cómo influye este tipo de lenguaje al momento de interpretar la música?
–Influye sobre todo en cómo decidir los tiempos, cuándo tiene que ir veloz la música y cuándo más lento. Puccini renovó la estructura de la ópera italiana, que es básicamente recitativa, con arias que frenan la acción para expresar emociones y sentimientos. En Turandot no tenemos la sensación de algo que se pare y luego recomience, lo que escuchamos es una melodía continua. Aunque al mismo tiempo él mantiene intacta esa forma, cuando llegamos a la primera aria de Liu, hay un momento en el cual todo se para y ella expresa su emoción y su esperanza. Entender esta evolución en el desarrollo de la ópera italiana es muy importante para la interpretación, para entender bien los tempos y la estructura compleja de la obra, como también las necesidades de los cantantes y del drama.
«A Puccini le interesaba mucho lograr una descripción lo más verdadera y real posible, pero en Turandot se despega de esa visión típica de otras obras», dice Venezi
–Las arias de Turandot han sido grabadas por grandes voces de la ópera, ¿cuánto incide esto en las interpretaciones líricas de los personajes?
–Desde luego es sumamente difícil para los cantantes contemporáneos afrontar hoy en día una representación de Turandot porque el público tiene en sus oídos esas grabaciones inmortales. Pero personalmente estoy muy contenta con los elencos que tengo en esta producción. Descubrí algunas voces argentinas que me encantan y eso fue una sorpresa, si bien ya había trabajado con otros cantantes como Marcelo Puente y Marcelo Álvarez. Lo que tiene que hacer un director es favorecer al máximo las posibilidades de cada voz. Si bien existen voces específicas para algunos solos, cada voz es diferente y a veces también incide el gusto personal. Creo que el trabajo de un director es principalmente sacar lo mejor de los músicos, del coro y de los cantantes y dejar a un lado su ego para que salga todo lo mejor posible. No solo es un trabajo de conducción, sino también de mediación.
–La transición del personaje de la crueldad al amor fue dificultosa para Puccini. ¿Cómo se explica para usted esta transformación?
–Su cambio tampoco se entiende en el final de Alfano y es una de las razones por las cuales no me gusta mucho. No se explica cómo unos compases antes quería matar a todos y apenas un poco después ya está lista para enamorarse. Turandot tiene un perfil psicológico mucho más complejo que el resto de los personajes, se nota por ejemplo en el aria “In questa reggia”, donde expresa algo diferente en cada compás. Creo que al final lo único que soluciona la transición del personaje es la magia propia de la fábula. Liu se mata por amor y ese gesto supremo es también lo que transforma a Turandot. Es como si Puccini quisiera decirnos que el amor transforma a todos. Y en primer lugar transforma al coro, que en esta obra está muy presente en el escenario. El coro somos nosotros, es el sentido común de la sociedad. La manera en la que está representado el pueblo en el coro me parece muy actual. Refleja mucho de lo que pasa en nuestra sociedad hoy, si pensamos por ejemplo en las redes sociales, donde se mata con la palabra sin que medie la reflexión.
* Las nueve funciones de Turandot se llevan a cabo los días viernes 17, sábado 18, martes 21, miércoles 22, jueves 23, martes 28 y miércoles 29 de mayo a las 20 hs. y los domingos 19 y 26 de mayo a las 17 hs. Las entradas se encuentran a la venta y pueden adquirirse de manera online a través del sitio web y de manera presencial en la boletería del Teatro Colón (Tucumán 1171) de lunes a sábados de 9 a 20 hs. y domingos de 9 a 17 hs.
Fuente: Infobae