A veinte años de su reapertura, el 15 de diciembre de 2001, después de largos y polémicos trabajos de consolidación, la torre de Pisa, uno de los monumentos más visitados del mundo, se enderezó casi medio metro.
Así lo reveló hoy al Corriere della Sera el ingeniero Roberto Cela, director técnico de la Opera Primaziale, el ente que cuida de la torre románica de mármol blanco que comenzó a ser construida en 1173 por Bonanno Pisano, que aseguró que el monumento, bajo monitoreo constante, goza de muy buena salud.
“La torre sigue aun bajo estrecha observación por un grupo de vigilancia dirigido por el profesor Salvatore Settis, ex director de la Escuela Normal de Pisa, que se reúne 4 o 5 veces por año para evaluar los datos del monitoreo. Y los últimos datos son óptimos: la torre sigue aun recuperando en modo leve la inclinación”, aseguró, al precisar que en treinta años se enderezó casi medio metro.
Cela también contó que la Opera Primaziale está analizando, junto al ministerio de Bienes Culturales y la dirección general del Patrimonio, sellar un acuerdo para que la famosa torre, que tiene 259 peldaños, pase también a ser controlada a través de un satélite. Este sistema será complementario al actual, que utiliza diversos sensores colocados sobre el monumento y, también, sobre el pasto de la adyacente y encantadora Piazza dei Miracoli.
“Pronto sobre la torre se instalarán nuevamente algunos andamios, proyectados y realizados a propósito para la restauración del monumento, para iniciar un plan de manutención sobre sus mármoles y los capiteles de la torre”, también anunció Cela, que organizó un acto, este jueves, para recordar la reapertura al público de hace veinte años, que fue un gran evento para la ciudad y el mundo entero, que atrajo a periodistas de todo el planeta.
La “torre pendente”, de hecho, había sido cerrada al público durante 4359 días, una eternidad. El cierre comenzó la tarde del 7 de enero de 1990 -y fue visto por todos los italianos en una directa televisiva conducida por la entrañable Raffaella Carrá-, cuando tenía una preocupante inclinación de 4 metros y medio. Después de años de complicadísimos y polémicos trabajos de ingeniería que costaron unos 24 millones de dólares, cuando fue reabierta, diez años más tarde, la torre siguió ostentando una inclinación enorme -cuatro metros y 10 centímetros, la misma que tenía en 1838-, pero ya sin correr peligro.
Al ser objeto de distintas “terapias”, únicas en su método de aplicación, la torre contó con tiradores de acero en los costados, toneladas de lingotes de plomo en la base y cabos varios, hasta que un equipo de expertos liderado por Michele Jamiolkowski descubrió a principios de 1999 que la mejor solución era sacar tierra de la base del lado norte para enderezar el inclinadísimo lado sur. Esas obras fueron fundamentales para que el monumento no sólo tuviera mayor estabilidad sino una menor inclinación. Entonces Jamiolkowski, el ingeniero polaco autor del “milagro”, considerado un “mago”, que hoy tiene 89 años, aseguró firmeza por otros 300 años.
La torre de Pisa comenzó a inclinarse pocos años después de comenzar a ser construida, en 1173, porque su arquitecto, Bonanno Pisano, no se dio cuenta de que había elegido un terreno demasiado arcilloso y poco sólido. No obstante, la obra siguió adelante hasta llegar a una altura de 57 metros y de ocho pisos. Su última piedra fue puesta en 1372.
Su estabilidad siempre fue un misterio ya que, pese a los 700 años de vida y a que hubo terremotos en la zona, siempre se mantuvo en pie. En 1800 hubo intentos de aspirar el agua que había en el terreno, debajo del suelo del monumento, algo que empeoró la situación. En 1900 se trató de consolidar con inyecciones de cemento, algo que tampoco funcionó. La intervención decisiva fue la última, realizada a partir de 1993 y culminada hace 20 años, el 15 de diciembre de 2001.
Fuente: La Nación