“Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado”, dice Ítalo Calvino en Por qué leer los clásicos, uno de esos textos memorables, en la búsqueda incansable de descifrar el misterio de esas joyas perdurables, inmortales que suponen ciertas historias. Las define con juicio, poesía y contundencia como aquellas que se configuran como equivalentes del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.
Por eso, no es de extrañar que en la cartelera porteña, temporada tras temporada, tanto en el circuito oficial como independiente, cuando no en el comercial –menos frecuente por cierto ya que apunta en las últimas décadas a comedias contemporáneas– obras clásicas, esas que no solo resisten el paso del tiempo sino que parece que todavía tienen mucho para decir del presente. William Shakespeare es infaltable y siempre forma parte de la cartelera. Es así que se puede ver desde la versión clown de Othelo de Chamé Buendía que lleva en cartel casi diez años, de éxito sostenido, viajando por el mundo; Habitación Macbeth, la versión que Pompeyo Audivert escribió, dirige y actúa él mismo, también en cartel desde hace unas cuantas temporadas y con la seguridad de continuar funciones en 2023; hasta incluso la versión súper actualizada de Ricardo III, que Mariano Saba escribió y tituló Los finales felices son para otros. Por supuesto, en estos últimos años se han podido ver incluso otros clásicos shakesperianos “aggiornados” a los tiempos que corren como Ojalá las paredes gritaran, versión libre y contemporánea del Hamlet inmortal. Fernando Ferrer había hecho la suya de Rey Lear con La fiesta del viejo, y la lista podría ocupar muchas páginas.
Pero no solo el Bardo isabelino copa el reinado de los clásicos en escena. La lista es extensa. Desde Ibsen, Strindberg, hasta el propio Chejov, vuelven a escena de forma continua. Es el caso de Una casa de muñecas, la versión libre de Lorena Ballestrero sobre Casa de muñecas, del noruego Henrik Ibsen. O incluso la ya versionada La fiaca, de Ricardo Talesnik, escrita en 1967, llevada al cine solo un par de años después, convertida en un musical que protagonizaron Diego Reinhold y Elena Roger (2004) y hoy en día convertida en La gran renuncia, que puede verse en el Teatro de la Ribera dirigida y versionada por Lisandro Fiks.
Que Nora, la protagonista de Casa de muñecas, sea un personaje que nos siga interpelando luego de casi 150 años suena increíble pero si se adentra en la historia resulta lógico que Nora Helmer siga siendo moderna. Una mujer con ideales, con ganas de más que resuelve dar un portazo y dejar el cómodo hogar para poder desarrollarse como mujer independiente sigue siendo un tema de debate. Ni qué hablar en su fecha de estreno, allá por 1879, que generó semejantes discusiones que en las reuniones sociales se repartían papeles con la leyenda “abstenerse de hablar de Nora”. Muchas cosas pueden ser toleradas pero que una madre deje a sus hijos al cuidado del padre parece ser el límite tolerable del siglo XVIII hasta la actualidad. La versión de Lorena Ballestrero puede verse en el Centro Cultural 25 de Mayo.
Sin embargo resulta interesante y misterioso que figuras como Ricardo III sigan dialogando con el presente luego de siglos de su escritura. Mariano Saba fue quien transformó el clásico shakesperiano en Los finales felices son para otros, dirigida por Nelson Valente e Ignacio Gómez Bustamante. Incentivados por el propio elenco que ya venía de otra experiencia de renovación de clásicos con Ojalá las paredes gritaran.
“Los finales felices son para otros llegó a mí como invitación de Nelson Valente, director de la puesta, y el grupo de gente que ahora está actuando porque habían tenido experiencias previas trabajando con el corpus shakesperiano y, en este caso, tenían ganas de abordar la materia de Ricardo III. Me atrajo mucho la propuesta porque es una obra que siempre me resultó especialmente significativa dentro de lo que es Shakespeare porque está muy cerca a los procedimientos ligados al policial, sobre todo aquellos en los que solemos seguir al asesino. Al mismo tiempo, todo el entramado de política interna que tiene hace emerger los temas ligados a la ambición, a la hipocresía. Toda esa situación planteada ligada a la apariencia se podía extrapolar al presente en muchos campos, en un mundo en el que hay una hegemonía de la apariencia”, cuenta Saba sobre el proceso creativo de la obra que puede verse en Espacio Callejón los sábados y los lunes.
“En ese sentido, tanto en esta como en otras obras, nunca pienso en el fenómeno de la adaptación porque la adaptación tradicionalmente está ligada al significado literal de su palabra. A la necesidad de someterse a un original, de seguirlo paso a paso en casi todas sus formas, sus personajes. Lo más interesante y lo más significativo en términos de actualización del material tiene que ver con la reescritura. En este caso, trabajamos con la idea de deformar aun más la obra que tiene como protagonista al monstruo deforme por antonomasia”, agrega Saba de esta obra que se sitúa en una fábrica cuasi abandonada del conurbano, cuyos dueños son tres hermanos que se disputan unos despojos “esto tiene mucho que ver con el declive de la Argentina de los años 90, sobre todo con la situación del trabajo y de lo familiar. No hay monarquías ni coronas que disputarse sino despojos. Esa era una de las primeras grandes diferencias. La violencia que circula es similar porque está estimulada por los mismos resortes que en Shakespeare pero el contexto hace que todo cobre un nuevo color”.
En esta misma sintonía, desafiando al material “Shakespeare”, se sumergió el actor, director y autor Pompeyo Audivert que desde hace casi dos años viene desafiándose porque es él mismo quien se sube a escena solo en Habitación Macbeth. “Traté de producir un mestizaje entre las circunstancias ficcionales del texto y los procedimientos representativos que, al ser llevados adelante por un solo actor, quedan muy a la vista. Esta situación produce una sensación de otredad y familiaridad al mismo tiempo. Habitación Macbeth es el intento de estallar los límites que establecen a la operación teatral casi como un trabajo de línea, es decir, autor-director-actores. Trabajo desde la suposición de que se ha producido un derrumbe histórico universal y solo quedan unas fogatas en el páramo, y en ellas unos actores que, dentro de un círculo de piedras, persisten en la función de representar los misterios del ser, yo soy uno de ellos”, dijo el propio Audivert en una entrevista a LA NACION con motivo de su estreno. La obra puede verse en el Centro Cultural de la Cooperación de viernes a domingos y ya tiene confirmada su permanencia en 2023.
Otro fenómeno contundente es el de Gabriel Chamé Buendía y su versión de Othelo. En cartel hace prácticamente diez años, la obra sigue dando muestras de estar más viva que nunca. Es cierto que en este caso la transformación es escénica y mucho más ligada a los procedimientos actorales y al código con la que se encara la actuación porque se trata de un grupo de clowns que utiliza los parlamentos originales pero con tanta dinámica y trabajo físico que se logra una mixtura no solo interesante sino viva.
La gran renuncia, la versión de Lisandro Fiks sobre La fiaca, de Ricardo Talesnik, es otro de los ejemplos de clásicos renovados. En este caso se trata de una obra de finales de los años 70 que se trae al presente. “La obra tenía un tema claro que era plantear de manera grotesca una rebelión del hombre común, del laburante, del proletariado que va a trabajar y que no se podía ni siquiera cuestionar lo que hacía porque había una organización. Estamos hablando del gobierno de Onganía. Y asistimos al día en que este hombre se plantea tener fiaca. Era un gran acto de rebelión muy grande. La obra que es muy porteña, ilustra a este hombre que va a trabajar todos los días, se sube al colectivo. Ese acto de rebeldía era lo que más me importaba. Cuando la volví a leer varias veces antes de hacer la versión libre veía que había cosas que tenían que ser modificadas. Por ejemplo todo lo relativo al trato y a la ubicación de la mujer. Por suerte, en este caso pude hablar con Talesnik, él me dijo que tampoco estaba de acuerdo con algunas cosas de la obra y me dio libertad absoluta para hacer lo que quisiera con la versión”, cuenta Lisandro Fiks que es la tercera vez que versiona a una clásico. Ya lo hizo con la obra literaria Hombres y ratones y con Un enemigo del pueblo, de Ibsen.
A la hora de la reescritura, Fiks tiene en cuenta al público. “Uno de los pilares importantes tiene que ver con el público que necesita entender el cuento lo más rápido posible. No porque tenga que ser fácil ni superficial sino que necesita identificarse. Entonces cuanto más cerca se los traiga a esos personajes mejor. Por supuesto que la situación puede ser la misma pero si habla el mismo lenguaje, si vive el mismo tiempo que vive la persona que está sentada en la plantea es más directo el impacto. Busco que sienta que esa persona puede ser él”, agrega Fiks.
Por supuesto que el interrogante sobre por qué algunas obras siguen perdurando en el tiempo sigue abierto pero se pueden esbozar algunas hipótesis. “A lo largo de la historia hay autores que tocaron fibras fundamentales, hablan de temas que todavía nos siguen tocando, es una genialidad del autor y es una tristeza en la humanidad. Las personas seguimos teniendo los mismos conflictos. No hemos evolucionado como seres humanos. Que sigamos teniendo los mismos conflictos que los griegos es un problema. Y sin embargo no sé si va a cambiar. Ojalá un día pase de moda el tema de los celos, de la envidia, de la corrupción, de tantas cosas. De una sociedad que te tiene atrapado, de una necesidad de romper con todo. Pero no es así. Espero equivocarme y que algún día una obra como Un enemigo del pueblo deje de estar vigente pero los intereses económicos, y los de la salud van a estar en conflicto. Lo acabamos de vivir en una pandemia que fue un escándalo todo lo que vivimos. Y en el medio nosotros. Y mirando desde el cielo Ibsen riéndose o lamentándose. No lo sé”, sentencia Fiks.
Para agendar:
La gran renuncia de Lisandro Fiks, en versión libre de La fiaca de Ricardo Talesnik en el Teatro de la Ribera (Pedro de Mendoza 1821), de jueves a domingos.
Una casa de muñecas de la célebre Casa de muñecas de Ibsen, adaptación y dirección de Lorena Ballestrero en el Centro Cultural 25 de Mayo (Triunvirato 4444), martes a las 20.
Habitación Macbeth versión de Macbeth de Shakespeare de Pompeyo Audivert, en Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) de viernes a domingos.
Othelo de Chamé Buendía y Othelo de Shakespeare en Caras y caretas (Sarmiento 2037), viernes y sábados.
Los finales felices son para otros sobre Ricardo IIII de Shakespeare en Espacio Callejón (Humahuaca 3759), sábados y lunes.
Fuente: Jazmín Carbonell, La Nación