La convulsión que recorre las instituciones culturales de Estados Unidos en torno al tema del racismo se abrió paso hasta llegar al museo más grande: el Museo Metropolitano de Arte.
Un post en Instagram de un curador importante, que parecía crítico con el movimiento Black Lives Matter y las protestas por los monumentos, compartido el 19 de junio, provocó objeciones de los empleados y una fuerte crítica interna. El martes pasado, 15 miembros del personal del Met enviaron una carta instando a la dirección del museo a reconocer «lo que consideramos la expresión de una lógica profundamente arraigada de la supremacía blanca y la cultura del racismo sistémico en nuestra institución».
El episodio es el último ejemplo de cómo las instituciones artísticas están lidiando con cuestiones de equidad y diversidad en medio de las protestas por el asesinato de George Floyd y la intensificación de la actividad del movimiento Black Lives Matter.
Días atrás, el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York anunció que su estatua ecuestre de Theodore Roosevelt sería retirada porque se convirtió en un símbolo del doloroso legado de expansión colonial y discriminación racial.
La estatua del ex presidente Roosevelt que el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York retirará. Está a caballo, y lo acompañan un hombre negro y un indígena. REUTERS/Mike Segar
Luego, el departamento de curaduría del Museo Guggenheim se refirió a una cultura del «racismo» y «supremacía blanca». Después, ex empleados y empleados acusaron al Museo de Arte Moderno de San Francisco de «censura racista» y «discriminación».
Y finalmente, la directora del Museo de Arte Contemporáneo de Cleveland durante 23 años, Jill Snyder, renunció después de disculparse con el artista Shaun Leonardo por cancelar su exposición sobre los asesinatos policiales de niños y hombres negros y latinos.
Ahora, los empleados del Met iniciaron su propio reclamo, impulsados por un anuncio personal de Instagram publicado por el poderoso presidente del Departamento de Pinturas Europeas, Keith Christiansen, que trabaja en el Met desde 1977.
En los últimos años, las protestas frente a los museos estadounidenses crecieron. Aquí, un reclamo del grupo «Descolonicen este lugar» frente al Museo Whitney de Nueva York, en mayo de 2019. / The New York Times.
Debajo de una imagen dibujada con pluma y tinta, del arqueólogo francés Alexandre Lenoir, que se dedicó a salvar los monumentos históricos de Francia de los estragos de la Revolución Francesa, Christiansen escribió: «Alexandre Lenoir luchando contra los fanáticos revolucionarios empeñados en destruir las tumbas reales en Saint Denis. Cuántas grandes obras de arte se han perdido por el deseo de deshacerse de un pasado que no aprobamos».
«Y cuán agradecidos estamos a gente como Lenoir», continuó Christiansen, «que se dio cuenta de que su valor, tanto artístico como histórico, se extendía más allá de un momento definido de convulsión y cambio social y político«. Mientras que Christiansen parecía abogar por la preservación de los monumentos, sus comentarios golpearon a algunos como algo insensible y sordo.
El post fue criticado en Twitter por Art + Museum Transparency, un grupo de defensa de los trabajadores del arte: «Querido @metmuseum, uno de sus más poderosos curadores sugirió que es una pena que estemos tratando de ‘librarnos de un pasado que no aprobamos’ quitando monumentos, y peor aún, transformando en un tema de entendidos, una ecuación de activistas de #BLM con ‘fanáticos revolucionarios.’ Esto no está bien.»
Christiansen posteriormente eliminó el post y cerró su cuenta de Instagram.
Cuando se le pidió que respondiera al alboroto, Max Hollein, director del Met, dijo en una declaración al New York Times: «No hay duda de que el Met y su desarrollo también están conectados con una lógica de lo que se define como supremacía blanca. Nuestros continuos esfuerzos para no sólo diversificar nuestra colección sino también nuestros programas, narraciones, contextos y personal se acelerarán aún más y se beneficiarán de la urgencia y el impacto de este tiempo».
Un día antes, en un correo electrónico, había denominando al post en Instagram como «no sólo no apropiado y errado en su juicio, sino simplemente equivocado».
«Keith es un miembro muy valorado de nuestra comunidad y aunque este post estaba en la cuenta personal de Keith en Instagram, ciertamente también es parte de nuestra conversación institucional y tenemos que reflexionar sobre ello», añadió Hollein.
Fue la segunda disculpa de Hollein este mes; también transmitió una al artista Glenn Ligon, sobre el uso por parte del Met de una de sus obras en un post en redes sociales, al comienzo de las protestas por el asesinato de George Floyd. Ligon posteó en Instagram: «Sé que es una semana de importancia nacional para la gente de color (#nationalreachouttoblackfolksweek), pero ¿podrían parar… o preguntarme primero?«.
El 12 de junio, Hollein y Daniel H. Weiss, presidente y director ejecutivo del museo, habían enviado un correo electrónico al personal en el que hablaban de la manera en la cual «estamos haciendo avanzar al museo en nuestro trabajo para abordar los temas de diversidad y racismo».
Las medidas incluían la convocatoria a una serie de debates; el objetivo de diversificar aún más el personal; la contratación de un jefe de diversidad; la institución de una formación obligatoria contra el racismo; y la declaración del 24 de junio como Día de Reflexión del Museo. Su correo electrónico también decía: «Seguiremos explorando temas de representación y diversidad a través de nuestra programación».
Tras el incidente en Instagram, Christiansen, que se negó a ser entrevistado, emitió su propia disculpa en un correo electrónico a todo el personal.
«No pondré excusas, excepto para decir que tenía en mente una cosa y me faltaba la conciencia para reflexionar acerca de la manera en que mi puesto pudiera ir en una dirección muy diferente, en un día muy importante… y causaría más daño a los que están experimentando tanto dolor en este momento», escribió. «Los monumentos de aquellos que promovieron ideologías y sistemas racistas nunca deben ser glorificados, ni estar en un lugar donde puedan causar más daño».
Christiansen continuó: «Esta instancia me ha enseñado aún más, que nosotros, como miembros de esta institución, estamos en la posición de poder para ayudar a corregir una historia problemática, y debemos ser conscientes de nosotros mismos y aliados en cada momento de esta lucha».
Pero el post de Instagram ya había puesto el dedo en la llaga. Un grupo de trabajadores del Met siguió con una carta a Hollein y Weiss.
«Todos estábamos enojados porque parecía equiparar a los manifestantes de Black Lives Matter con los ‘fanáticos revolucionarios’, una posición que se hizo más cruel por su publicación el 19 de junio», decía la carta.
Al preguntar cuántos otros ejecutivos podrían compartir esas opiniones, la carta decía: «Entendemos que una cuenta privada de Instagram no refleja necesariamente las opiniones de la institución para la que trabaja Christensen, nuestro Met», aunque resaltaba «su posición de poder dentro de ella, y la toma de decisiones a la que afecta como jefe de departamento y curador principal en lo que respecta a la programación, la contratación de personal y la dirección institucional».
En su respuesta a los autores de la carta, Weiss reconoció que «hemos avanzado demasiado lentamente en la construcción de una institución que refleje de manera más honesta las comunidades a las que servimos o que honre nuestras aspiraciones».
Citando las complicaciones adicionales del «lenguaje tóxico y polarizante de nuestro liderazgo político nacional» y el personal del Met de más de 2.000 personas, Weiss añadió: «A veces, se cometen errores, incluso nosotros mismos».
Hollein y Weiss planean reunirse con el grupo de empleados el 30 de junio. Si esos esfuerzos del Met, que acaba de anunciar que reabrirá el 29 de agosto, lograrán calmar las aguas, está por verse.
Fuente: Clarín