El Teatro Nacional Cervantes cumplió el sábado 99 años de vida casi en silencio, a puertas cerradas, sin brindis en su hall. Sin embargo el lunes por la tarde parece ser que se tomó revancha: de a poco, la mayoría en bicicleta, un elenco completo se volvió a ver las caras en la sala de ensayo del piso 11 del histórico edificio que estuvo cerrado desde mediados de marzo cuando se estableció la cuarentena. Tal vez hay que entender a ese simple gesto de volver a verse las caras como su festejo. El lunes fue la primera vez en tiempo pandémico que esa gran fábrica de ficción volvió a cumplir su objetivo fundacional: la producción de obras de teatro. Claro que esta vez se tratan de obras pensadas para el streaming que, más adelante, se subirán a la página del teatro que depende del Ministerio de Cultura de la Nación.
El lunes por la tarde el elenco completo de Civilización, pieza escrita por Mariano Saba dirigida por Lorena Vega, tuvo su ensayo iniciático. Allí estuvieron Julieta Brito, Andrea Nusembaum, María Inés Sancerni, Mariano Sayaveedra y Gonzalo Urtizberea. Ellos son parte del equipo artístico de la primera obra que comenzó a ensayarse de las 10 que conforman esta primera etapa de textos dramáticos seleccionadas por el jurado del concurso Nuevo Teatro, la primera iniciativa de generar trabajos pensados para la Red de un teatro público. A partir de ahora, y siempre según estrictos protocolos, irán habitando el Cervantes Carlos Belloso, Eugenia Guerty, Luis Machín, Pompeyo Audivert, María Figueras, Guillermo Arengo, Analía Couceyro, Daniel Fanego, Leonor Manso, Mariela Asensio, Santiago Doria, Osmar Núñez, Jorge Suárez, Luis Ziembrowski y Alejandra Flechner. Todos ellos, ocupando distintos roles, son algunos de los que forman parte de los equipos de esta primera etapa que se completa con otras 11 producidas por el Cervantes más otras 12 que, junto al Instituto Nacional del Teatro, se filmarán en las distintas regiones del interior.
Llegar a este punto de poner la maquinaria escénica en movimiento no fue tarea fácil ya que implicó para la sala que conducen Rubén D’Audia y Sebastián Blutrach establecer acuerdos con los gremios y definir las estrictas medidas sanitarias para que este complejo entramado vaya desplegando sus formas.
Para la talentosa actriz y directora y dramaturga Lorena Vega lo del lunes fue una jornada cargada de emociones contradictorias. Luego de estar meses encerrada o de estar horas frente a la pantalla de su computadora en reuniones de todo tipo ahora se encuentra circulando por la ciudad, esa ciudad que esta talentosa creadora no circulaba desde hace meses. Está en camino a su segundo ensayo. Si al primero fue al teatro en su bicicleta, esta vez optó por el taxi que conduce una amiga «Justo en este momento estoy pasando por el San Martín, no lo puedo creer», cuenta con un dejo de sorpresa por encontrarse circulando por esos sitios tan familiares a su historia artística. De hecho, ella, como actriz de un trabajo de Mariano Tenconi Blanco, forma parte de una iniciativa similar del Complejo Teatral de Buenos Aires que adelantó a La NacionJorge Telerman, director del Complejo, del cual todo indica que se tendrán precisiones la semana próxima. Ambos proyectos son similares en términos de que se tratan de trabajos pensados para la Red, aunque difieren en sus condiciones de trabajo.
«El lunes fue el primer ensayo en el Cervantes, me fui en bici, como la mayoría del equipo; pero hoy en taxi. Pero fijate vos: el Cervantes nos paga el traslado, no paga el estacionamiento para los que van en coche; pero el Complejo no. Y nos paga mucho menos de lo que cobramos en el Cervantes. En verdad, son increíbles las diferencias entre los dos teatros públicos para proyectos similares«, suelta fiel a su estilo de decir las cosas sin rodeos. La premiada actriz de Salomé de chacra o La vida extraordinaria, la creadora del premiado biodrama Imprenteros (cuyo registro entrará a imprenta próximamente) o la protagonista de Yo, Encarnación Ezcurra (que el viernes próximo se podrá ver en la página del teatro Picadero) cuenta que el lunes los directores del Cervantes fueron los que le dieron la bienvenida. «Luego nos pusimos a trabajar cumpliendo siempre con un estricto protocolo: temperatura, limpieza de los zapatos, ensayar en la sala del piso 11 que nos permite preservar la distancia entre nosotros de dos metros y vino siempre alguien para hacer el control de higiene. Llegado el momento nos pusimos a laburar sin parar y ya estoy viendo cómo resolver todas las situaciones de contacto entre los personajes», describe la creadora que no puede disimular su entusiasmo.
-¿Cómo fue eso de volver a trabajar en un teatro?
-Fue una mezcla. Primó la alegría porque había ganas, deseos, necesidad… Fue confrontarnos con la sensación de que algo se activó aunque, claro, volví a casa más cansada que nunca. Antes de todo esto yo hacía seis cosas por días, pero ayer llegué sin energía. Es que todo es raro porque desde mi rol de dirección andás pensando todo el tiempo en cómo resolver una situación artística mientras estás pensando en las pautas sanitarias, en la salud, en cuidarnos. Es una mezcla total de sensaciones. Hace cinco meses que no venía por el centro y ahora mismo veo tanta gente por acá, tanto movimiento que todo se transforma en algo confuso porque estamos en un momento muy delicado. Desde que comenzó esto siempre consideramos que el sector artístico y cultural es sumamente vulnerable y que requiere de ayuda estatal, y claramente lo del Cervantes es una ayuda porque es trabajo pago; pero inevitablemente estamos pensando que en cualquier momento se activa el botón rojo, que va a quedar todo suspendido nuevamente… Muy extraño todo…
– En medio de esta mezcla de sensaciones te topás con el desafío de ensayar pocas veces para poder filmar la obra.
-En 10 días que hay que sacar la obra pensando en la cámara. En fase presencial yo le tengo mucha fe al tremendo equipo que tengo, pero acá resulta un desafío porque no lo podés probar con público, lo cual es razonable. Asumo todo esto como un experimento, como algo de orden de trabajar para dejar un documento. Algo que, al principio de la cuarentena, estuvo muy bueno porque posibilitó a un público que por cuestiones generacionales y por ubicación geográfica no habían podido tomar contacto con ciertas obras históricas o más actuales, pero ahora ya estamos en otra instancia del consumo en Red. En el caso puntual de Civilización es estar atento a lo que pide la obra de Mariano Saba. Contar con un equipo de gente ya conocida es importantísimo porque no hay mucho tiempo para probar. Pensá que todo esto lo hacemos con 8 ensayos, un general y luego a grabar. Por suerte la semana pasada yo habíamos hecho Zoom con el elenco y el lunes llegaron toda la letra aprendida, un lujazo total.
Hace una semanas, Sebastián Blutrach, el encargado artístico de la sala, decía a LA NACION que lo importante de todo esto «era reactivar la maquinaria». Desde el lunes, esto es una realidad. Todas las obras del concurso Nuestro Teatro se presentaron bajo seudónimo, debían ser obras cortas de unos 30 minutos y no podían tener más de 7 personajes para respetar el protocolo vigente en la ciudad de Buenos Aires. Se presentaron 1548 obras de las cuales el jurado eligió a 21 que serán filmadas en la sala María Guerrero, del Cervantes; mas aquellas que se filmen en las provincias.Cada uno de los autores seleccionados cobra 60.000 pesos como premio, lo mismo que cada uno de los que integran cada uno de los integrantes de cada proyecto. El resultado de este complejo entramado en algunos meses llegará a la red de esta sala que acaba de cumplir, en silencio, sus 99 años de vida.
Fuente: La Nación