Cossa, el mayor autor teatral argentino de la segunda mitad del siglo XX, se reunió en 1990 junto a un grupo de colegas para rescatar las instalaciones de Teatro del Pueblo, que vegetaban desde la muerte de su fundador, Leónidas Barletta, en 1975, en Diagonal Norte 943, y Tursi forma parte de la sangre nueva de SOMI, junto a otros creadores.
Egresó de la carrera de Régie en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón en 1983, estudió actuación, escenografía y dirección y tuvo maestros como Ricardo Monti y Mauricio Kartun.
Desde su apertura, Teatro del Pueblo peregrinó por diversas sedes, desde lo que había sido una lechería en Corrientes muy cerca del Bajo, hasta un teatro en esa arteria al 1500 –de donde fue desalojado por razones políticas- y finalmente ese subsuelo cercano al Obelisco que fue tan familiar para el público porteño durante décadas.
Finalmente logró, no sin sacrificios, levantar una hermosa construcción con una sala mayor, una menor y otros espacios con posibilidades de montar obras en Lavalle 3636, y la inauguró durante el pasado febrero con una programación voluminosa que anunciaba una temporada 2020 a todo vapor.
Pero la aparición de la pandemia del coronavirus determinó su cierre un mes después, y ese Fénix obsecado que es Teatro del Pueblo espera su reapertura en un futuro cercano.
«El cierre de los teatros por la pandemia nos sorprendió muy mal –apuntó Cossa; arrancamos con mucho entusiasmo y de un día para el otro nos quedamos sin nada. Por fortuna, somos dueños del edificio y con eso los gastos no son tan grandes.»
Periodista: ¿Evalúan la posibilidad de abrir una matrícula de socios o aportantes permanentes?
Roberto Cossa: No por ahora. Teatro del Pueblo recibe subsidios del Estado nacional y además contamos con reservas propias y algunos ingresos por las clases virtuales que se vienen programando.
P: -¿Cómo fue el ingreso de Adriana a la conducción de SOMI?
Adriana Tursi: Yo venía trabajando cerca de algunos compañeros de SOMI en Argentores: «Tito» Cossa era presidente y Bernardo Carey vicepresidente de la entidad y me llamaron para que me hiciera cargo de la delegación cultural en Mar del Plata. Ese trabajo fue muy fructífero; creo que el conocernos trabajando fue lo que los hizo pensar en convocarme. Y quien me invitó en nombre de SOMI fue Roberto Perinelli, a quien yo conocía, había sido alumna suya en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, conversaba bastante con él y le pedía consejos en el momento que me tocó estar al frente de la Carrera de Arte dramático de la Universidad del Salvador. Había un vínculo con muchos de ellos.
P: Más allá de la sede definitiva y propia de Teatro del Pueblo, la programación vista hasta aquel momento dio la sensación de un giro más «vanguardista» («El alemán que habita en mí», «Papá Bianco…»). ¿Es así o solo me parece?
RC: Desde su comienzo, SOMI no puso condicionamientos temáticos ni generacionales, tampoco de estilo ni de temas. Si es cierto lo que usted dice se debe a la llegada de nuevos autores jóvenes. Siempre elegimos sobre los materiales que se nos proponen.
P: ¿La aparición de nuevos autores y autoras, directores y directoras, pueden diseñar una nueva dirección para Teatro del Pueblo?
AT: Diría que más que diseñar una nueva dirección lo que estamos haciendo es actualizarla, porque los objetivos de la Fundación son muy claros y hacen a nuestra razón de estar allí trabajando, con lo cual lo que estamos haciendo es renovar ese compromiso, pero de ningún modo cambiarlo. Lo que estamos retomando, y puede parecer novedoso, es toda la parte de formación con cursos y talleres. Pero la Fundación comenzó dictando talleres y seminarios, editando libros, así arrancó; luego el compromiso de estar dirigiendo la programación de dos salas hizo que ese proyecto fuera quedando a un costado. Pero hoy lo estamos retomándolo con mucha fuerza. Si entran a la página del Teatro del Pueblo, van a poder ver la cantidad de actividades que realizamos y otras que están programadas para el verano.
P: ¿Cómo se están preparando para la salida de la pandemia?
RC: Primero ver cómo sale la pandemia. Estamos observando las experiencias del teatro comercial, que anticipan los protocolos del futuro.
P: Frente a la aparición de espectáculos online, ¿ven un futuro de convivencia entre el teatro en vivo y el ofrecido en las redes?
AT: Yo creo que sí, y es una muy buena oportunidad en varios sentidos. Por un lado para que quede grabado y sea de fácil acceso una cantidad de teatro que de otro modo lo perderíamos, como lo veníamos perdiendo. Y además pienso en la gente que está alejada, de pronto tiene la oportunidad, a un precio accesible, de ver una cantidad de obras y de actores que de otro modo no podrían conocer. En Europa hay plataformas online de teatro que son excelentes: tenés la plataforma del Teatro del Globo en Inglaterra y muchísimas más.
P: ¿Existen dificultades para los dramaturgos noveles para integrarse al circuito teatral en general?
AT: No creo que existan mayores dificultades; vivimos en un país donde se hace teatro en todas partes, en los bares, en las casas, en la calle. El teatro independiente da muestras de esa actividad; antes de esta pandemia teníamos más de 400 obras por fin de semana, solo en la Ciudad de Buenos Aires. Por otro lado, hoy la mayoría de los nuevos dramaturgos y dramaturgas dirigen sus obras y esto les facilita mucho las cosas. Y aquellos que no lo hacen encuentran a quien motivar con su material. Lo que se debe tener en cuenta es que el teatro es una actividad colectiva, así que sí quieren tener acceso deben sumarse a ese colectivo.