La extensa fila de espectadores bordea la avenida Cea Bermúdez. Guardan una distancia de seguridad de dos metros entre sí y, de modo pausado, se ingresa en los Teatros del Canal, el complejo público madrileño, pionero es establecer un protocolo de seguridad para la Covid-19 y en reanudar sus actividades. El público está sereno y a la vez ávido por regresar a las salas. Antes de ingresar, cada espectador se detiene delante de un termómetro digital infrarrojo dispuesto en la puerta (cada individuo puede ver cuál es su registro). Un miembro de la organización corrobora que aquella temperatura no supere los 37° y luego se invita gentilmente a limpiarse las manos con alcohol en gel. Los abanicos se guardan en el foyer cuando se percibe el aire acondicionado. Aquello que no se guarda ni se quita jamás es el barbijo. Esta es la condición sine qua non para que el teatro pueda subir el telón en España. El público y los empleados deben llevarlo siempre.
«Vuelves seguro» es el leitmotiv que busca, por un lado, recuperar la afluencia del público a las salas que quedaron desiertas durante cien días, el período que duró el estado de alarma decretado por el gobierno y, por el otro, transmitir confianza en la garantías de seguridad de un virus que ha dado cierta tregua en España, pero que no hay que descuidar. La familia Real asistía a este complejo cuando se levantó el telón y esta acción se interpretó como mucho más que una salida recreativa, sino como un acto de fuerte respaldo a la actividad cultural, y en particular a la teatral, tan vulnerable en este contexto de pandemia. Además Carla Juliano, argentina radicada en España, quien integra el Departamento de Performing Arts Management del complejo, estaba presente allí, antes y después de la función, para supervisar el correcto funcionamiento del protocolo.
The Opera Locos, ganador del premio Max al mejor musical 2019, cuenta con la dirección artística de David Ottone y Joe O’Curneen y la dirección musical de Marc Álvarez y Manuel Coves. Este espectáculo de la compañía de humor Yllana es una pieza integrada por virtuosos cantantes de ópera que interpretan algunas de las composiciones más célebres de este género. Antes de comenzar la función la voz en off que recuerda apagar los celulares garantiza al público que los artistas, cuando se dirijan al público, lo harán también cumpliendo las normas de seguridad que contempla al protocolo.
El bar del teatro permanece cerrado y los espectadores no se detienen en el hall para evitar aglomeraciones. En el baño sólo puede ingresar una persona a la vez, a pesar de que haya varios cubículos. Los programas de mano, posible foco de transmisión del virus, no se reparten en las salas. Algunos teléfonos que pueden leer códigos QR también, sin necesidad de contacto, escanean el programa en algunos puntos del foyer donde se encuentran a disposición del público. Los acomodadores no tocan el ticket donde figura la ubicación de la butaca de cada espectador. Es este último quien indica cuáles son sus coordenadas asignadas o muestra desde una distancia prudencial su entrada.
La sala y los espacios comunes, como el hall, se desinfectan luego de cada función. Los espectadores pueden asistir hasta en grupos de cuatro personas. Hay dos butacas de distancia entre cada grupo y además no hay espectadores delante ni detrás de ellos para asegurar la distancia de seguridad. Si bien la capacidad, según el protocolo consensuado por los productores y los teatros, podría permitir el 75% del total de espectadores, la sala mayor del complejo, de 880 butacas, está dispuesta para un 50% de su capacidad. Es decir, además del protocolo, prima el sentido común sobre la base de la respuesta de un público que lentamente se reincorpora a sus actividades culturales. Los Teatros del Canal lanzaron una serie de promociones y descuentos en las entradas, que pueden conseguirse desde 14 o 25 euros. La idea es generar cierto movimiento en las salas en pleno verano, una estación donde la oferta teatral en Madrid es prácticamente inexistente.
Cuando culmina la función, un acomodador toma el micrófono y brinda indicaciones para llevar a cabo la salida de modo paulatino y ordenado, por grupos y por distintas puertas. El barbijo es un escudo indispensable para retomar la actividad teatral. Algunas excepciones, dado que se acata este protocolo con respeto, se quitan el barbijo cuando comienza la función. «Te hubieras quedado en tu casa, tío», le dijo en voz alta un espectador al irresponsable y lo dijo tan alto que hasta el mismísimo tenor sobre el escenario le llamó la atención cuando culminó su aria.
Fuente: Laura Ventura, La Nación