Iba a festejar 62 años el próximo 14 de marzo. El inmenso bailarín francés Patrick Dupont falleció este viernes víctima de una “enfermedad fulminante”, según anunció su compañera Leila Da Rocha en las redes sociales. El mundo del arte, y en particular de la danza clásica, llora a quien fuera una de sus principales figuras del último medio siglo.
Exbailarín estrella de la Ópera de París (OP), antes de convertirse en su director de la danza, Dupont trabajó para los más grandes coreógrafos de su época, como Rudolf Nureyev o Maurice Béjart. Al anuncio de su muerte, las declaraciones espontáneas de la nueva generación de intérpretes de la secular institución parisina se multiplicaron en Internet: “Gracias por haber brillado tanto”, confesó Hugo Marchand. “Gracias por lo que le diste a la danza y a nosotros, jóvenes bailarines”, escribió a Mathias Heymann, ambos étoiles de la OP.
“Patrick Dupont partió esta mañana para bailar con las estrellas”, confió Da Rocha, como un magnífico homenaje a ese hombre que había entrado en su vida en 2004. Fue justamente a su lado que había conseguido reconstruirse después del gravísimo accidente de auto de 2000, que le provocó “134 fracturas, tres vértebras artificiales, una mano arrancada y tres fracturas de cráneo”, como él mismo enumeró en un programa de radio.
“Patrick contó enormemente para la danza”, reconoce Brigitte Lefèvre, directora de la danza de la institución de 1995 a 2014. “Era un fuera de serie, apasionado, con un apetito desmesurado por todo. Y hacía lo que quería con la técnica, lo que no todo el mundo puede permitirse”, agrega.
Ese don, Patrick Dupont, nacido el 14 de marzo de 1959 en París, lo esculpió junto al exbailarín estrella de la Opéra de París y profesor Max Bozzoni (1917-2003), que lo acompañó durante toda su carrera, desde el día que ingresó a la Escuela de Danza de la OP a los 10 años.
“Era excepcional. Es el último que consiguió apasionar muchedumbres. Poseía esa calidad de salto fantástico. Pero, sobre todo, bailar lo hacía feliz”, señala Claude Bessy, quien fuera directora de esa escuela a partir de 1972.
Dupont integró rápidamente el cuerpo de ballet en 1975. Un año después obtuvo la medalla de oro en el Concurso Internacional de Varna, en Bulgaria. Promovido primer bailarín en 1979 y bailarín estrella en 1980, hasta 1987 —fecha en que dejó la compañía por primera vez— Dupont bailó todos los clásicos del repertorio, así como piezas firmadas Maurice Béjart, Roland Petit o Heinz Spoerli. También multiplicó las colaboraciones de alto nivel con coreógrafos estadounidenses como Alvin Ailey, Robert Wilson o Alwin Nikolais.
“Tenía un talento insolente”, recuerda una de sus colegas y amigas, la étoile Elisabeth Platel. “Tenía esa capacidad de sentir lo que esperaba el público y se lo daba. Según la velada y los espectadores, podía se extravagante y muy ‘show’ o muy serio. Se adaptaba a todo y a todos. Hablaba naturalmente a la gente a la salida de los espectáculos. Era encandilador, pero simple. Grandioso, pero de una gentileza extrema”, concluye.
Aventurero, Patrick Dupont cambió de rumbo en 1988 para asumir la dirección del Ballet Francés de Nancy, en el este del país. Dos años después volvió, sin embargo, a su primer amor, cuando Jack Lang, entonces ministro de Cultura, le ofreció la dirección de la danza de la Ópera de París para remplazar a Rudolf Nureyev. Durante cinco años dirigió la troupe, invitando a celebres coreógrafos, como el sueco Mats Ek, pero también a contemporáneos menos conocidos, como Odile Duboc o Daniel Larrieu, sin olvidar a compañías internacionales del calibre del Nederlands Dans Theatre o la troupe de Pina Bausch.
Reconocido en todo el mundo, en los 90, primero con el Ballet de la OP y luego como bailarín invitado para una gala en homenaje a Jorge Donn, se presentó en el Teatro Colón de Buenos Aires.
Pero Dupont necesitaba bailar. Por eso volvió a su papel de bailarín estrella, antes de dejar conflictivamente la OP en 1997. Ausente de los ensayos durante tres días consecutivos para actuar como jurado en el Festival de Cannes, la rigurosa institución puso fin a sus funciones por “no ejecución de ciertas obligaciones de su contrato”.
Su vida se abrió después a otros horizontes del arte, como el cine, los espectáculos ecuestres y el teatro. En 2000 su grave accidente dejó pensar que nunca volvería a bailar. Sin embargo, gracias a su fuerza de voluntad, Dupont regresó a la comedia musical con Un aire de París y, pocos años después, entre 2018 y 2019, participó como jurado en la emisión de televisión Danza con las Estrellas.
Al mismo tiempo, durante diez años prosiguió su trabajo de transmisión y enseñanza junto a su compañera Leila Da Rocha a quien conoció en 2004. Fue gracias a ella que logró renacer a la vida profesional. Él, que siempre había tenido parejas masculinas, quedó totalmente fascinado con la personalidad de esa exatleta de alto nivel, en momentos en que hacía todos los esfuerzos posibles para recuperarse de su accidente.
Convencido de que su carrera estaba definitivamente terminada, se había sumergido en el alcohol y quería exiliarse en Japón, hasta el día que lo llamó Leila, que dirigía la escuela de danza de Soissons.
“La entrevista debía durar 30 minutos. Pero a las 3 de la mañana no conseguíamos separarnos”, relató a la revista Paris Match años después. “Me despierto cada día con la certeza de que ella es la mujer de mi vida”, solía afirmar. Fue junto a esa mujer, que lo hacía “absolutamente feliz”, que Patrick Dupont se fue el viernes para siempre, a proseguir su diálogo con las estrellas.
Fuente: Luisa Corradini, La Nacion