Después de que se vendió el último objeto de la selección de obras de arte, muebles y timbres postales un sábado de febrero, Kathrin Weidler leyó una breve declaración: indicó que se absolvía a la casa de subastas Weidler de cualquier responsabilidad moral por lo que presentarían a continuación.
Esa es la consigna del director para que no desaparezca la sala ubicada en Balvanera. «Queremos que nos sobreviva como legado para toda la comunidad. Si no concretamos la compra del inmueble quedaríamos en la calle», manifestó Rubén Hernández Miranda. Por Carlos Marrero, especial para DiariodeCultura.com.ar.