Cuando pastoreaba las ovejas en Pedrafita do Cebreiro, uno de los hitos del Camino de Santiago en Galicia, allí mismo donde tuvo lugar, según la leyenda, el milagro del Santo Grial, mi abuela no se imaginaba que su historia se cruzaría con la de ABBA. Iba a ser ella, María Antonia Tomé, a quien habían subido a un barco a los 15 años con destino a la Argentina porque su destino era poco auspicioso en su pueblo, quien me regaló el primer cassette. Y los siguientes. Con su jubilación, fue comprando uno a uno los lanzamientos del grupo sueco que me hicieron aprender inglés, tocar el piano, usar un micrófono y cantar a los gritos. Los mismos cassettes que conservo junto a un grabador de periodista que solo sirve para volver a escucharlos en la versión de mi abuela.
Como tantos otros fanáticos del mundo, aquella idea de la vuelta estaba olvidada. Las películas, el musical, los revival eran nostalgias de mi juventud. Como una cabra loca uno se montaba al son de “Waterloo” o de “Knowing Me, Knowing You” al igual que Merryl Streep, y eso era suficiente. Pero el 2021 trajo algo más que las vacunas para el Covid. De un día para el otro, ABBA era un hecho presente. Los delirados del mundo tras el debate de si es más linda la morena que la rubia coparon las redes reversionando los temas de su casi infancia. Un mérito reconocido por el propio grupo que se ha cansado de repostear a la gente común, sus mascotas, sus hijos y sus instrumentos haciendo abbandeces por todo el planeta.
Como lo hacen los viejos amigos
(“The Way Old Friends Do”)
El regreso comenzó con Simon Fuller, el productor inglés creador de la franquicia Idols (American Idol, Pop Idol…) y de las Spice Girls. Se acercó con una propuesta que, por primera vez, catapultaría a los artistas reales al mundo virtual: propuso montar un espectáculo en 3D con reproducciones de los integrantes de la banda.
Chris Mellish, presidente de BIMA y CEO de TMW Unlimited, la compañía elegida para concretar el management de todo el proceso del regreso, le cuenta a LA NACION revista, en una charla por zoom, desde Londres: “Para Benny y para Björn [los dos hombres del célebre cuarteto], la maqueta de Michael Jackson ONE que les mostró Fuller era una solución muy tentadora, pero no quedaron convencidos desde el punto de vista artístico. Aunque les pareció una puerta perfecta para que un grupo de septuagenarios como ellos, que no tenían muchas ganas de volver, pudieran subirse de nuevo al escenario y hacer un show”.
Mellish no había entrado aún en escena, pero el cosquilleo en el estómago de los “B” había empezado. Björn Ulvaeus, inspirado en la chispa de lo posible, asegura haber dicho que podían “hacerlo un millón de veces mejor”, según me cuenta en una serie de mails que nos intercambiamos con los integrantes del grupo a través de su oficina de prensa. El grupo ha sido pionero en la vinculación entre la tecnología y el mundo de la música. Para 1970 ya producían lo que hoy se conoce como videoclips, con la dirección de Lasse Hallstrom, dos veces nominado al Oscar como mejor director. The Visitors el álbum presentado en 1981, es considerado el primer lanzamiento en CD de la historia.
Ya sin Fuller detrás de la idea, convocaron a Light & Magic, la empresa de George Lucas responsable, entre otras producciones, de los efectos visuales de Star Wars. “Llegó antes que nosotros –continúa Mellish–. Luego de algunas reuniones entre ellos, decidieron que, como era tan grande lo que venía –tecnología, marketing, difusión, construcción, protección de su intimidad–, necesitaban una cabeza para las decisiones que se iban a tomar”.
Desde la compañía de Lucas exigieron la participación de Frida y Agnetha. “La tecnología que pensaban implementar –explica Mellish– era la misma que se utiliza en cine para reproducir movimientos a partir de sensores computarizados. Acordamos que no se trataría de hologramas: debían meter a cada uno de los ABBA en un traje especialmente diseñado para captar sus movimientos”. Para él, las mujeres del grupo eran el punto más complejo para concretar la vuelta. “Las convocamos al estudio de Benny –recuerda–. Pensamos que era un sitio amigable, donde se habían encontrado en el pasado, aunque nunca lo habían hecho pensando en volver o en grabar”.
“Durante 40 años, hemos sido terminantes y unánimes en no querer volver a hacer algo juntos sobre ABBA”, responde Ulvaeus por e-mail.
¿Qué hizo cambiar de idea, entonces? No lo tienen claro. Benny asegura que no puede recordar “ningún momento en el que alguno de nosotros propusiera hacer algo en serio y los demás dijeran que no. Había un acuerdo tácito de que no queríamos volver”. Pero pasó.
Para Mellish, “es muy probable que vieran a ésta como la última oportunidad de, finalmente, hacerlo. Por lo que sé, nunca se había planteado formalmente un regreso, porque cada uno por su cuenta consideraba que los otros tres dirían que no. Tal vez más ellas que ellos”.
Arriésgate conmigo
(“Take a chance on me”)
Así nació ABBA Voyage, el primer concierto de una versión digital de un grupo que cantará convertido en avatares. No tendrá sobre el escenario físicamente a los integrantes, sino que los especialistas de Lucas han diseñado ABBAtars (así se llaman) según se veían los protagonistas en 1979, la época de oro de la banda.
En el escenario, a esa versión digital de los protagonistas se sumará una banda en vivo de 10 integrantes en un estadio actualmente en construcción: el ABBA Arena, especialmente diseñado con capacidad para 3000 personas en El Parque Olímpico Queen Elizabeth de Londres. El debut está previsto para el 27 de mayo de 2022.
“ABBA Voyage es un mix entre todo lo grande que fue la banda y lo que la tecnología permite hoy”, continúa Mellish. “Un concierto que combina lo viejo y lo nuevo, lo joven y lo no tanto. Un espectáculo que nos ha vuelto a reunir a los cuatro –dice Ulvaeus–. Espero que podamos ofrecer profundidad tanto en nuestras letras como en nuestras voces. Nunca pensamos en que volveríamos a producir y presentar un álbum nuevo”.
Un día de 2018, cuando, según las propias palabras de Ulvaeus, “estábamos preparados para que las chicas nos dijeran que no”, todo fluyó. Cuando por primera vez se juntaron los cuatro para definir detalles con Mellish acordaron que no iban a hacer giras ni dar reportajes, ni quieren conocer a los periodistas (por eso, de hecho, este intercambio fue a través de su agencia de prensa). “Lo que los sedujo fue la idea de poder hacer la performance en el escenario mientras se quedan en casa o pasean al perro”, asegura Mellish. De pronto tuvieron que reunirse para cubrir su cuerpo de sensores por cinco semanas y, juntos, registrar todos los movimientos necesarios para que cada ABBAtar pudiera circular en el escenario como lo haría su versión humana.
Consultado por esos encuentros y cuáles fueron las sensaciones luego de 40 años, Ulvaeus responde: “Fue una situación muy familiar. Estábamos como si fuera ayer”.
Tan bueno como nuevo
(“As Good as New”)
En junio de 1966, Ulvaeus, de 21 años, conoció a Benny Andersson, de 20. Björn tocaba en un grupo folk popular: Hootenanny Singers. Benny era tecladista de un conjunto pop exitoso, The Hep Stars. La química funcionó rápido y en una semana tenían su primer tema juntos.
Cuatro años más tarde, la dupla de compositores funcionaba bien para terceros. Mientras el grupo de Anderson lo había dejado partir, el de Ulvaeus grabó un nuevo disco en los estudios del sello Polar Music, perteneciente a quien se convertiría en el manager de ABBA, Stig Anderson.
Casi al mismo tiempo, por esa época, ambos conocieron a las que se convertirían en sus parejas y que, además, completarían la sigla que los catapultó a la fama.
Agnetha Fältskog (la rubia), con 19 años, era un suceso joven desde hacía dos temporadas, cuando lanzó un simple en 1967. Se casó con Björn dos años más tarde. La morena, Anni-Frid Lyngstad (1945), noruega, pero llegada a Suecia de pequeña, también se dedicaba a la canción desde antes que Agnetha, pero con menor reconocimiento. Su casamiento con Benny se produjo en 1978.
Una sucesión de éxitos en festivales (Melodifestivalen de 1973 y 1974) bastó para que sus temas empezaran a arrasar en su país y a colarse en las listas europeas. La consagración llegó en 1974, en Eurovisión, festival que ganaron en la edición de Brighton, Inglaterra, con “Waterloo”. “Mamma Mia”, también título del álbum que presentaron ese año, los catapultó a los primeros puestos de todos los rankings, incluso en el Reino Unido y Estados Unidos entre 1974 y 1980.
La carrera al estrellato era imparable. Llegarían: “Fernando”; “Chiquitita”; “Money, Money, Money”; “Take A Chance On Me”, y “Voulez-Vous”, entre otros, con giras de conciertos y documental incluidos.
A comienzos de 1979, Björn y Agnetha se separaron, aunque los éxitos musicales siguieron. Dos años más tarde fueron Frida y Benny los que tomaron caminos personales diferentes.
Para 1982, ellos se dedicaban a producir musicales, ellas a tomar nuevos bríos como solistas. Fueron tiempos de algunos nuevos álbumes y de un impasse del grupo como tal. No obstante, ABBA Gold, lanzado en 1992, lleva vendidos más de 31 millones de copias hasta hoy. Otros dos álbumes se editaron en los años subsiguientes.
En 1999 se presentó el musical Mamma Mia! que primero se estrenó en Londres y más tarde explotó en el mundo hasta volverse un éxito en el cine. En 2010, el grupo ingresó al Salón de la Fama del Rock And Roll, mientras que en Londres se inauguraba ABBAWorld, una exposición itinerante, evento que se afincó de manera permanente en ABBA The Museum en Estocolmo, inaugurado en 2013.
Los protagonistas se resistían incluso a mostrarse juntos. Lo hicieron por primera vez, luego de su distanciamiento en 1982, durante el estreno de un musical en 2016. Los rumores del regreso comenzaron. Sin embargo, sistemáticamente, la respuesta fue un “no” seco, unánime y terminante.
Consultado respecto de a qué atribuye el éxito obtenido, Ulvaeus afirma: “Sé que fuimos muy cuidadosos, muy disciplinados en nuestra composición. Escribimos siempre entre 12 y 14 canciones al año. No nos considerábamos satisfechos hasta que cada elemento de la pieza reflejaba lo que teníamos en la cabeza”.
El ABBA Arena es un teatro temporal localizado en un estacionamiento de Barbers Road, junto a la estación Pudding Mill DLR, al este de Londres. En marzo de 2020, London Legacy Development Corporation dio su aprobación para que el estadio pueda permanecer erigido allí durante cinco años. Cuenta con 6710m² pensados para ser desmontable y reutilizable. El escenario también se puede transportar y reutilizar en otros lugares después de las fechas previstas en Londres.
En la charla, Mellish no parece haber caído en cómo están haciendo historia en la música. Casi con normalidad, desgaja detalles como que “el dúo que componen Björn y Benny es de una simbiosis perfecta. Casi no necesitan mirarse para improvisar una melodía que termina en tema”. Cuando Faltskog y Lyngstad se sumaron al estudio por primera vez en esta nueva etapa, para refrescar las viejas voces, la química hizo lo suyo. “Solo iban a grabar dos canciones nuevas que propusimos para poner un poco más de pimienta aún al evento”, califica Mellish. Pero, “pensamos, ¿por qué no escribimos algunas más? Solo por diversión”, cuenta Andersson. Lo dijo en voz alta. Frida y Agnetha levantaron el pulgar. Cuando volvieron a reunirse ya tenían cinco temas más. La obviedad dio el siguiente paso: “podríamos lanzar un álbum”, propuso Anderson.
El nuevo disco de estudio de ABBA, Voyage, fue lanzado el 5 de noviembre último. Mi abuela me lo compraría.
Fuente: Flavia Tomaello, La Nación