Cada tanto nos juntábamos con Lalo Mir para hacer algo, no necesariamente programas de radio. Nos conocíamos de antes de trabajar en la radio juntos, patrullábamos los mismos lugares sospechosos en las noches porteñas y de hecho, hicimos en 1984 un programa de TV en la pantalla de Teleonce, hoy Telefe, que se llamó Videoscopio. Ese fue el primer programa de TV diseñado para pasar videoclips, un par de años antes que se inventara MTV, por lo cual fue un verdadero fracaso pero nos divertíamos en grande. Ideado y realizado por Julio Moyano y Bernardo Bergeret, era conducido en off por Lalo y Elizabeth Vernaci, producido y musicalizado por Eduardo de la Puente, Robertito Quinteros y yo, y con un piso que hacían Daniel Melingo, Pippo Cipolatti y Andrés Calamaro que eran 3 enfermeros que operaban muñecos. Demasiado delirante para esa época. De ahí en más la vida y la profesión nos junto infinidad de veces.
Uno de los ciclos que mas recuerdo fue Animal de Radio, Lalo ya venia haciendo el programa hacia un par de años. Es loco, porque cada ciclo el envío cambiaba radicalmente y siempre se llamaba igual. Lo opuesto a mi, que siempre hacia el mismo programa con diferente nombre. Lalo hacia programas bien diferentes con el mismo nombre. Nos salía así todo. La atracción de los opuestos cuando se ponen de acuerdo en algo.PUBLICIDAD
Animal de Radio ese año éramos él y yo, y unos cuantos amigos que se sumaban a la mesa. Lo que voy a contar quedo siempre grabado en mi memoria por lo que supone juntar la confianza, el talento y la amistad desinteresada. Todo eso junto hace que las cosas salgan bien inevitablemente.
Por nuestra parte estábamos también medio fascinados por el sonido funk, James Brown, Parliament, Funkadelic, mismo Prince. Nos divertía la parte divertida del funk, que en medio de una canción súper compleja aparecía uno haciendo el solo con una melódica de juguete, o con un inflador conectado al mic, o con un par de sonajeros a modo de maracas. Eso creo que intentábamos hacer en la radio, recuperar la parte lúdica de un programa que la teníamos medio de lado atrás de la pauta y las mediciones y demás colateralidades, sumado a que ambos habíamos sido padres un par de años antes y nuestras vidas se estaban llenando de juguetes infantiles. Cuando se rompían o dejaban de usarse los llevábamos a la radio y los poníamos en un cajón de madera que eventualmente abríamos principalmente para llenar de ruido los parlantes. Al mas puro estilo Funk.
El programa salía al aire a media tarde. Era una hora donde todos los que transmitían radio parecían estar haciendo la digestión y nosotros estábamos a 200 km x hora. Salía genial todo.
El cajón estaba lleno de pedazos de muñecos parlanchines, sogas, palmetas aplaudidoras (la especialidad de Lalo) argollas de plástico duro de todos los tamaños, muñecas habladoras de nuestras hijas, vehículos payasescos a cuerda y una guitarra de madera barata hecha añicos a la que solo le quedaban las 3 cuerdas del medio, que generalmente usábamos para hablar con un cierto eco frente al micrófono. Nunca le habíamos encontrado otra utilidad pero allí estaba. Viste que a uno siempre le cuesta tirar los chiches viejos de los críos. Que se yo.
Cuestión que una tarde llego a la radio después de comer y me dicen –”Ahora viene Pappo”- que cada vez que andaba cerca sin nada que hacer a esa hora pasaba de visita. Cultivaban una profunda amistad Lalo y Pappo desde muchos años antes, así que me vi favorecido por esa cercanía y entré en ese círculo de confianza.
Pappo andaba recorriendo la ciudad recién retornado de una mini gira americana, que lo había juntado otra vez con BB King en su club de la calle 46 en NYC. Un antro mágico atendido a veces por el mismo BB, que generalmente subía al escenario y te regalaba una noche inolvidable con 3 canciones. BB adoraba también a Pappo, a quien le decía Mr. Cheese por un regalo del Carpo en su primera visita a Baires que el King siempre recordaba cada vez que lo encontraba.
Pappo. FOTO CORA SURRACO/DIARIO POPULAR
Bueno, nada, me siento en el estudio y entonces llega Lalo con Eduardo Barone, otro amigo nuestro, periodista, que dirigía la revista Playboy Argentina, trayéndonos siempre los adelantos de la edición a la radio, y algunas fotos obviamente. Empezamos el programa sin ninguna expectativa fuera de lo habitual, hasta que llega Pappo, solo y con una lata de cerveza en la mano, riéndose de algo y repartiendo abrazos como siempre. Se sienta en el estudio y empieza a contar fuera del aire sus andanzas por USA, su show en un teatro chico de NYC y su visita a BB King una fría y larga noche.
Salimos al aire de manera standard, saludamos haciendo algunas preguntas obvias y cuando vamos a la tanda lo miro a Pappo, que estaba sentado al lado mío, entonces le pregunto con genuina curiosidad de musicalizador de radio:
–Decime una cosa loco, ¿qué canciones tocaron con BB King?
–¡Que se yo! Tocamos dos de él y una mía…
–¡Nooo!, ¿y tuya cuál tocaron?
Y mirándome con esos ojos que saltaban de su cráneo a mi cabeza me contesta como si fuera lo mas obvio del mundo, alzando los hombros:
–Mía, tocamos el Blues de Santa Fe…
–Ah… –contesté yo dándome por satisfecho.
Volvimos al aire y ya con todos en tema -Lalo, Barone, Pappo y un servidor-, el Carpo empieza a decir que el Blues de Santa Fe es tan básico que entra en cualquier escenario donde se toque blues como si fuera un arrorró. Y sin mas, agarra la guitarra de juguete con 3 cuerdas totalmente desvencijada y mirándome dice,
–Hasta con esto la toco…
Olvidándonos que estábamos al aire, creo, mirábamos con qué cariño empezó a ajustar un poco las 3 cuerdas que sobrevivían, enderezó el mango con sumo cuidado, clavijeó ya con esa sonrisa de costado del tipo que ya vio la salida del laberinto y me dice,
–Bueh, vamo’ a darle, ja…
Me sumo cumpliendo mi viejo sueño adolescente de cantar con Pappo un blues, se suma después Barone emocionado y Lalo que no se podía quitar esa mueca de admiración solapada de la cara, entra al final haciendo una especie de BeatBox cuando aun no se había inventado. Éramos 4 tipos jugando en un arenero, los 4 jinetes apocalípticos hundidos en un pelotero enorme, literalmente.
Pappo
Pappo se las arreglaba con esa porquería sacándole notas y pequeños acordes inimaginables para los demás mortales, me marcaba el “Uh, Yeah” con énfasis, se reía cuando se le enredaban esos dedazos entre los hilos y de repente sacudía la cabeza y levantaba las rodillas del taburete como si estuviera al frente de Pappo´s Blues del ’73.
Me atrevería a decir que salió bastante bien, mucho mejor que un montón de bluseros pesificados de la época que no tenían segunda. Quiero decir, el Carpo siempre despotricaba contra esos que metían el riff de 3 acordes básico del blues y ahí le daban 6 minutos sin hacer explotar nada. Pappo, con esa guitarra rota de juguete, era Bruce Willis con una granada en la mano, había llegado mas alto que todo el line up de cualquier festival de blues organizado en esos tiempos.
Tiempos en los que el blues estaba de moda y cualquier negro con sombrero y zapatos de dos colores llenaba Obras con teloneros y todo. Aunque tocara horrible.
Volviendo a ese estudio de radio, con nosotros 4 disfrutando el momento, siendo niños por un rato a la vista de todos, o al oído de todos mejor dicho, me relajé y entonces pensé en esas palabras de Nietzche, que decían: “Un hombre puede considerarse maduro cuando recupera la seriedad que tenia de niño al jugar”.
Esa tarde aprendí que lo lúdico siempre es saludable en la vida de cualquiera si puede compartirlo. Pappo, con esa guitarra de juguete que parecía rota e inútil para cualquiera, nos volvió a poner en el patio de nuestra vieja casa, a puro divertimento, siendo ya muy grandulones. El rock es así.
Fuente: Infobae