En la tarde de este miércoles murió a los 88 años, la compositora, cantante, pianista y pedagoga Dina Rot, madre de la actriz Cecilia Roth y del músico Ariel Rot. Si bien había sufrido el contagio de Covid-19 meses atrás, lo atravesó de manera asintomática. Su muerte fue consecuencia de una infección que se agravó en el último mes y que no pudo superar.
Dina había nacido en Mendoza, el 5 de marzo de 1932, pero pasó gran parte de su vida en Buenos Aires. Aquí estudió en el Collegium Musicum y en la Universidad del Salvador. Sus primeros éxitos fueron de mediados de los sesenta, como intérprete, con obras de la canción popular que abarcaba un amplio espectro, a pesar de que con los años se convirtió en una de las grandes difusoras de la tradición de la canción sefaradí.
A pesar de una prolongada pausa que duro más de una década, deja una discografía de una decena de álbumes, que comenzó en 1966, con un repertorio variado («O bem do mar», «Gurisito costero», «Las tres morillas de Jaem», «En la mar hay una torre») y se extiende al cancionero judío que investigó hasta el detalle. Y en las últimas décadas también publicó libros como Vivir de la voz y el CD-libro Una manu tumó l` otra.
La música latinoamericana y la poesía que ella misma musicalizaba, a partir de textos de Violeta Parra, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Juan Gelman o Raúl González Tuñón, entre muchos otros, fueron el rasgo distintivo del perfil artístico que decidió tomar, fuera de todas las modas, ente las décadas del sesenta y mediados de los setenta. Aunque esto le trajo problemas.
Luego del Golpe Militar de 1976 cantó un poema de Juan Gelman en un canal de televisión y fue censurada. Hizo las valijas y viajó a Madrid, donde finalmente se instaló con su familia. Dos décadas después de aquel exilio hacia el que había partido con su marido y sus hijos, Cecilia y Ariel, recordaba la situación de esta manera, durante una entrevista con LA NACION, en la que se refirió al modo como reorientó su labor a la musicoterapia, el trabajo con la voz y la expresión: «La decisión de abandonar el canto fue absolutamente consciente. Comenzar de cero en un lugar que no es el de uno significaba muchas heridas e intuía que el canto no saldría fluidamente, entonces lo dejé atrás. Me puse a trabajar con esa otra parte mía que estaba bien alimentada, dedicándome a ello con todo mi esfuerzo y energía. El canto ni siquiera me llamaba y yo tampoco lo extrañaba».
Pero algunas veces el destino es unívoco y su voz regresó a la canción y a los discos; a esos conciertos en los que la poesía local se unía a la canción del sefarad. Con estas palabras definía el trabajo de Dina, en el primer año del nuevo siglo, René Vargas Vera: «Dina Rot hace gala de excelente voz y de fraseos minuciosos que transmiten toda la emoción. Ningún gesto extraño, ningún capricho interpretativo menoscaba su canto. Ella es quien ha pergeñado las melodías y la armonía en la que han de engarzarse estos versos que le cantaron al amor. El trabajo minucioso con acompañantes, y sobre todo con los guitarristas que la fueron secundando, permite esta fascinante conjunción de poesía y música con acentos de España».
Otros le han puesto diferentes adjetivos. Una mujer delicada y elegante. Así la recuerdan y la seguirán recordando algunos de los que tuvieron la oportunidad de tratarla y de compartir las cosas cotidianas con ella. Para el resto, una artista que ha dejado una obra que conviene visitar o revisitar.