Françoise Hardy camina en Nueva York. Foto de 1965, de Vogue AFP
Francia despide con melancolía a Françoise Hardy (París, 1944 – 2024), fallecida la noche del martes, víctima del cáncer, tras una larga carrera como cantante, autora y actriz, muy marcada por el movimiento pop y sus infortunios familiares y sentimentales con los hombres que amó y la traicionaron sistemáticamente.
Hardy nació en París en una clínica parisina, al final de la rue des Martyrs, en la frontera con Pigalle, muy próxima al teatro donde por entonces trabajaba la madre del novelista Patrick Modiano. Detalle que estuvo en el origen de una profunda amistad.
El padre de Hardy, Étienne Dillard, abandonó a su madre, Madeleine Hardy, embarazada y sin recursos propios. Circunstancia que marcó profundamente a la niña y adolescente, sensible y víctima del comportamiento de un padre que tardaba en pagar el alquiler del modestísimo apartamento de la madre y el colegio de jesuitas donde la futura cantante comenzó a educarse piadosamente.
En aquella Francia de los últimos años 50 y primeros 60 del siglo pasado triunfaba de manera apoteósica la gran canción tradicional, que encarnaban grandísimos maestros como Georges Brassens, Leo Ferré o Jacques Brel. Françoise Hardy fue insensible a esa herencia inmediata.
Descubrió la música popular cuando su madre pudo comprarse un aparato de radio y comenzó a escuchar en RTL (primera cadena franco-luxemburguesa) la nueva canción pop norteamericana. Esa fue la matriz de una generación de cantantes que cambiaron el rumbo de la música popular francesa: Hardy, Johnny Hallyday, Sylvie Vartan, Jacques Dutronc, Eddy Michel, Richard Anthony y el grupo Les Chaussettes Noires, entre otros. Ellos cantaban e interpretan un rock francés muy alejado del rock duro americano, con muchas vertientes líricas propias.
En ese marco, la primera canción célebre de Hardy, ‘Tous les garçons et les filles‘ (1962), es una síntesis entre la canción francesa, tradicional y conservadora (Tino Rossi, Louis Mariano, Charles Trenet) y el primer rock de Elvis Presley, entre otras fuentes. Tradiciones que la cantante adaptaba a su sensibilidad íntima, muy marcada por los desastres familiares del pasado inmediato (como en el caso de Patrick Modiano) y los desastres íntimos que vendrían.
Durante los dos tres años que siguieron, el gran fotógrafo de su generación, Jean-Marie Perier, la convirtió en una figura emblemática, fotografiándola para ‘Paris Match’ y para ‘Vogue’. La complicidad fotográfica se transformó pronto en complicidad sentimental, para desdicha de la cantante. Ella era de origen humilde y púdica. Él era un fotógrafo celebre, y muy mujeriego.
El éxito fulgurante de ‘Tous les garçons et les filles’ lanzó la carrera musical y la impuso como modelo para los grandes modistos de la época como Yves-Saint-Laurent, Courreges o Paco Rabanne, que imaginó para ella un legendario ‘vestido’ (¿?) todo en metal. El triunfo internacional tuvo un costo sentimental duro: la cantante sufría de las separaciones físicas.
Françoise Hardy conoció a su futuro esposo, Jacques Dutronc, en Córcega, que había descubierto en brazos de Jean-Marie Perier, autor de la ‘foto del siglo’, la imagen de 40 cantantes pop franceses, poco antes del estallido de la gran crisis de Mayo de 1968.
Conservadores y bien pensantes, muy alejados de las tentaciones subversivas de los estudiantes de su generación, la pareja Hardy-Dutroc huyó a Córcega, pero ella, madre, muy pronto, de un futuro gran guitarrista de jazz, Thomas Dutronc, volvió a sufrir de las reiteradas tradiciones del padre del niño.
Jacques Dutronc terminaría instalándose en Córcega con una maquilladora que le hacía ‘tilín’. Ella se instaló para siempre en París, donde hizo otro descubrimiento capital en su vida intelectual: la astrología.
Separada, con una vida sentimental atormentada y solitaria, con algunos deslices sin futuro, Françoise Hardy continuó escribiendo, cantando, interpretando, solicitada por directores de publicaciones como ‘Vogue’ y directores de cine como Jean-Luc Godard. Siguieron, en total, una veintena muy larga de discos. Entre ‘Tous les garçons et les filles’ (1962) y ‘Personne d’autre‘ (2018), su última grabación, veintiocho discos componen un legado que incluye obras en inglés y alemán, siempre marcadas por una solitaria melancolía que fue su más personal forma de seducción.
Instalada en el podio de icono de una época difunta, los felices años del pop francés, Françoise Hardy, terminó escribiendo libros, contando sus amarguras con mucho detalles, sin dudar en hablar de política y astrología con sensibilidad propia.
Como astróloga, en una revista especializada, impartió consejos durante varios años. Muy comprometida con la vida cívica francesa, no dudó en defender a Nicolas Sarkozy y Emmanuel Macron en momentos difíciles, cuando su vida entró definitivamente en el tobogán dramático del cáncer.
Hardy contó emocionada el fin de su madre, pidiendo la eutanasia a su médico de cabecera. Siguiendo ese ejemplo, la cantante militaba desde hace años por la introducción del ‘derecho a morir’, en Francia, y pidió a Emmanuel Macron una «legislación de urgencia», legalizando la eutanasia, «para poner fin a un tormento infinito y sin solución». El presidente francés fue sensible a la petición de la cantante. El proceso de legalización de la eutanasia, reclamado por la cantante, estaba en vías de aprobación parlamentaria cuando el jefe del Estado decidió disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones anticipadas, el 30 de junio y el 7 de julio próximos.
Fuente: ABC